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Las palomitas de maíz, cuando el ansia de masticar salvó al cine durante la Segunda Guerra Mundial

Desde la Gran Depresión del 29 la gran pantalla sobrevivió a la quiebra gracias a los nuevas fuentes de ingresos en los quioscos

Persona con cubo de palomitas a modo de cabeza José María Nieto
Eugenia Miras

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El aroma inconfundible que desprenden los palomiteros desde el otro lado de la taquilla hoy es parte de la experiencia sensorial de acudir a una función. Sin embargo, antes de la Gran Depresión que azotó la economía mundial , era impensable que las salas terminasen siendo algo así como un «merendero». Ya sin olvidar las alfombras de palomitas en el suelo, existía el gran riesgo en el cual las películas mudas perderían el sentido en medio de los sorbos de refresco y el sonoro masticar de los espectadores rumiantes.

Pero donde unos se tiraron al agujero negro durante la caída de la Bolsa en 1929 , otros comenzarían a desempolvar el ingenio humano. De esta manera frente a las taquillas comenzaban a verse vendedores ambulantes de chucherías; entre las que destacaban las palomitas -algo inusual ya que los espectadores estaban acostumbrados a maridar el ocio con dulces-. No obstante, los propietarios de las salas cinematográficas seguían sin aceptar la entrada de alimentos al recinto.

La Gran Depresión contribuyó al auge de estos vendedores al pie de calle. Y mientras el cine se había convertido en el ocio más económico, las palomitas en lujo asequible

Esta restricción y el «contrabando» de aperitivos llegaría a su fin en muchos espacios destinados a la proyección, gracias a dos factores: el fin del cine mudo y el Crack del 29 .

Según cuenta la Enciclopedia Británica , cuando inicia el sonido en los filmes , la popularidad incrementó dentro de las posibilidades de entretenimiento de los estadounidenses, pues ya no precisaban leer; y con ello se produciría una mayor demanda. Pero estos nuevos espectadores no estaban dispuestos a renunciar a los antojos que ofrecían a las puertas del complejo. Y mientras unos empresarios seguían sin ceder a su consumo dentro de las instalaciones, hubo otros a los que les dejaría de importar barrer las palomitas de la sala y, despegar los caramelos del suelo. Lo importante era que las sesiones se llenaran.

Asimismo la Gran Depresión contribuyó al auge de estos vendedores al pie de calle. El cine se había convertido en el ocio más económico, y las palomitas el lujo más asequible . Sin embargo, los dueños de los cines consideraron que limpiar el «merendero» merecía una comisión. Al principio se llegaría a un acuerdo con estos pequeños comerciantes, estableciendo permisos de venta . Pero no pasaría mucho tiempo después cuando se dieron cuenta que las ganancias se multiplicarían más de la mitad si eliminaban a los intermediarios y establecían su propio quiosco.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el azúcar escaseaba;por ello, las palomitas se convertirían en la mitad de los ingresos de las salas cinematográficas; permitiendo la supervivencia de los mismos

Dulces y salado sin distinción, era un hecho que los espectadores disfrutaban de la gran pantalla saboreando. Para el momento en que estalló la Segunda Guerra Mundial , el azúcar -dada su escasez- pasaría a convertirse en un bien de lujo; por lo que los consumidores se abrazarían aún más al tanque de palomitas.

Ya no había vuelta atrás, tras el cese del conflicto armado en 1945 , el estadounidense no concibía el cine sin disfrutar de este aperitivo. Los beneficios económicos obtenidos por la venta de las mismas ayudarían a que las salas de cine siguieran prosperando; pues la mitad de los ingresos correspondían a las palomitas expendidas durante la proyección.

Por esta razón podría decirse que el «snack» salvó a estos locales de entretenimiento visual de desaparecer durante la Segunda Guerra Mundial.

El inventor del «popcorn»

No obstante, el genial invento se lo debemos a Charles Cretors ; quien diseñó la primera máquina destinada a su producción, a finales del siglo XIX . El visionario estaba verdaderamente aburrido de trabajar para los demás, así que un buen día decidió emprender su libertad laboral y comenzar su propio negocio como tostador de cacahuetes.

El aparato, un poco rudimientario, lo destinaría para explotar los beneficios de otros productos como, el café, las castañas, y por supuesto el maíz. Cuando descubrió su exquisito sabor decidió rediseñar la máquina para facilitar la preparación de las palomitas. Y en todos los lugares de Estados Unidos que recorría con el tostador, estaba recogiendo el ánimo suficiente para presentarse en la Exposición Universal de Chicago en 1893. El éxito fue rotundo, pues tras la demostración, la gente se formaría sin excepción para comprar palomitas con mantequilla.

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