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Entrevista a John Dickie

«Mussolini jamás acabó con la Mafia. Eso fue un mito de la propaganda fascista»

Uno de los mayores expertos sobre la historia de la Mafia italiana desmonta muchos de los mitos que rodean a las tres principales organizaciones, la Cosa Nostra, la Camorra y la ‘Ndrangheta, en una entrevista con ABC

Fotografía de John Dickie Editorial Debate
César Cervera

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Después de explorar en profundidad los entresijos de la Cosa Nostra, el historiador escocés John Dickie reedita estos días en castellano el libro « Historia de la Mafia » (Debate, 2015), que añade las dos piezas que faltaban –la Camorra napolitana y la ‘Ndrangheta calabresa– a una obra que sirve para entender el origen del crimen organizado en Italia. «Los grupos de la Mafia van más allá de ser un grupo de delincuentes. Necesitan ganarse con propaganda y leyendas el apoyo de al menos una parte de la población», advierte el investigador escocés durante una entrevista con ABC, precisamente en un restaurante siciliano de Madrid.

–Inicia el prólogo de su libro «Historia de la Mafia» (Debate, 2015) comentando la leyenda de que tres náufragos españoles fueron los remotos fundadores de las tres grandes mafias italianas. ¿Qué intenciones hay detrás de esta leyenda?

–Los italianos saben bien que solo es una leyenda. La primera vez que aparece registrada la historia de los tres náufragos españoles fue en un juicio de 1890, como parte de la mitología interna de la Mafia calabresa. Quieren con este relato dar a su organización un aura de antigüedad y de nobleza que en realidad no tienen.

–Porque, en realidad, el origen de las tres organizaciones es relativamente moderno.

–Exactamente. Los mafiosos han reinventado una y otra vez su tradición y han cuidado mucho la propaganda. Es el rasgo más distintivo de la Mafia frente a otros grupos criminales: su necesidad de crear una versión romántica de la historia. Uno de los ejemplos más claros lo encontramos en el mito de que Mussolini acabó con la Mafia, y que fueron los aliados quienes volvieron a introducir estas organizaciones tras la Segunda Guerra Mundial.

–Entonces, ¿la guerra de Mussolini contra la Mafia es un completo mito?

–Es un relato que convenía al gobierno fascista, a los nostálgicos del régimen que quedaron tras la guerra, e incluso a ciertos sectores de la izquierda. Muchos de ellos culpaban a los americanos del retorno de los mafiosos, porque así podían responsabilizar a la CIA y a los extranjeros del resurgimiento de un problema crónico. También los propios gánsters querían que la gente lo creyera porque así hacían ver que la nueva Mafia era un grupo violento, al estilo americano, que estaba desplazando a las buenas tradicionales que ellos encarnaban. No obstante, lo que realmente sucedió es que el fascismo nunca consiguió acabar con la Mafia.

–¿Por qué la Mafia ha tenido esta necesidad de propaganda si su mayor esfuerzo debería ir dirigido a delinquir?

–Las organizaciones de la Mafia van más allá de ser un grupo de delincuentes, o al menos a eso aspiran. Son sistemas jerárquicos de poder que necesitan ganarse el apoyo, aunque sea pasivo, de una parte de la población. Los abogados que los defienden en los juicios siempre dicen, a un nivel más sofisticado, «es que la Mafia es solo un mito. Solo son unas familias que defienden los intereses de sus territorios». Necesitan por tanto presentarse como tradicionalistas y suavizar los bordes del poder que ejercen. Requieren una mitología propia para legitimarse en el exterior. Y más allá de la propaganda exterior, requieren una ideología para adoctrinar a nivel interno a sus hombres.

–¿Es la Mafia una consecuencia, o más bien una causa del subdesarrollo del sur de Italia?

–Es las dos cosas. Es la causa y es la consecuencia, pero tampoco podemos ver a la Mafia como un producto directo del subdesarrollo. Si nos fijamos en dónde la Mafia ha ganado más poder en el siglo XIX encontramos las áreas agrícolas al norte de Nápoles, las regiones vinícolas, las zonas productoras de aceites y, en Palermo, la zona de cítricos y de mayor actividad comercial. Se ha calculado así que, en 1870, las tierras agrícolas donde surgió la Mafia era la zona agrícola más potente de Europa. Eso difícilmente se puede llamar subdesarrollo. Otra cosa es que hablemos de subdesarrollo desde una perspectiva de la debilidad de las instituciones y del Estado de Derecho.

–Entonces, ¿qué características han hecho que en Italia se haya desarrollado estos grupos mafiosos y en otras regiones de Europa no?

Portada del nuevo libro de John Dickie

–Es un proceso histórico derivado de la unificación de Italia. La Mafia es un subproducto de la creación del Estado Italiano. Sobre todo en el sur de Italia, el proceso de reunificación consistió en destruir las estructuras del régimen absolutista de los Borbones, que gobernaban desde el Reino de las Dos Sicilias, para sustituirlas por instituciones todavía más débiles. Los jóvenes que se organizaron originalmente contra los Borbones lo hicieron a través de sociedades secretas, un poco inspirada en el modelo de la masonería, para protegerse de posibles espías e informadores. Sin embargo, para que una revolución tenga éxito se necesita algo más que un grupo secreto. Requirieron de un brazo armado que reclutaron en las cárceles y en el submundo de la delincuencia. Los revolucionarios integraron a los delincuentes poco a poco en las sociedades, y con el tiempo éstos entendieron lo útil de organizarse a modo de masonería para cometer sus crímenes. Se puede decir así que la Mafia en su origen fue una cofradía de criminales, una logia, que aprendió lo imprescindible para organizarse contra la autoridad.

–La relación entre política y Mafia ha sido siempre muy estrecha, ¿es esa la razón por la que estos grupos criminales han logrado sobrevivir hasta hoy?

–Es una de las muchas razones de la longevidad de la Mafia. Hay una estrecha relación con la Policía, hay lazos con la Iglesia y por supuesto una relación íntima con lo político. Sin ir más lejos, los políticos se han aliado continuamente con la Mafia para eliminar a sus rivales políticos o para espiarlos. Además, han colaborado a un nivel cotidiano para mantener bajo control la delincuencia común. Cuando la gente empezó a darse cuenta de que el capo de la Mafia iba por la plaza pública casi del brazo del comandante de los Carabinieri, la credibilidad de las instituciones quedó herida de muerte.

–¿Qué diferencias podemos encontrar en la forma de ser y en los métodos de las tres organizaciones, la Camorra napolitana, la Cosa Nostra siciliana y la ‘Ndrangheta calabresa?

–La Camorra no es actualmente una organización única y mucha gente defiende que ni siquiera es una mafia. Es un archipiélago informe de diferentes grupos, entre los cuales algunos de ellos no son más que pandillas pequeñas de narcotraficantes, mientras que otros sí tienen más capacidad para influenciar en la economía y en la política. En Nápoles y sus alrededores, la Camorra es hoy como una forma de crimen proletario, esto es, un grupo vinculado al pueblo. Han tenido mucha más penetración entre las clases populares que por ejemplo en Sicilia, donde es más habitual lo que llamaríamos delincuentillos de clase media.

–Por el contrario, la Cosa Nostra y la 'Ndrangheta sí son organizaciones muy jerarquizadas.

–Son como hermandades o masones del crimen. Emplean prácticamente los mismos métodos desde hace un siglo y medio. Ya sea robo de ganado en el siglo XIX o tráfico de droga en el siglo XXI, los mafiosos actúan igual. Una mezcla de extorsión para gobernar el territorio crítico y de tráfico de influencia en busca de toda clase de beneficios.

–La 'Ndrangheta es el grupo más poderoso hoy y, sin embargo, sigue siendo el más desconocido. ¿Cómo ha logrado pasar inadvertido hasta hoy?

–La región de Calabria políticamente tiene muy poco peso. En cambio, la Camorra y la Cosa Nostra han operado siempre en grandes ciudades y en sus regiones adyacentes. Si no controlas Palermo y Nápoles es imposible que ambiciones controlar Italia algún día. Históricamente, además, Calabria está mucho más atomizada y no tiene peso político. No en vano, desde que la actividad de la 'Ndrangheta comenzó a detectarse en los años setenta, este grupo ha sufrido distintas transformaciones que le han dado fuerza y han revelado sus grandes similitudes con la Camorra, incluyendo sus raíces en el sistema carcelario y en el tráfico de blancas. En su origen fue una organización de proxenetas que con el tiempo se dieron cuenta de que la mejor forma de explotar a las mujeres no es ejerciendo la prostitución, sino a un nivel más sofisticado: usaron a las mujeres como peones de ajedrez en un juego de matrimonios dinásticos similar al que hacían los monarcas de la Europa medieval y del Renacimiento. Emplearon a las mujeres para crear alianzas endogámicas con otros mafiosos. Eso les dio su impulso actual. Lo que más sorprende, en cualquier caso, es que la historia de la 'Ndrangheta rompe con el mito de la Mafia como una estructura familiar, puesto que eran simples proxenetas.

–¿La 'Ndrangheta es hoy en día la organización más teatral de las tres?

–La Camorra es la más histriónica, en su vestimenta son exagerados y van repletos de medallas de oro, pero han abandonado un poco el simbolismo. La Cosa Nostra y la 'Ndrangheta siguen siendo teatrales y tradicionales, aunque más bien hay que precisar que son tradicionalistas. Se van inventando constantemente las tradiciones.

–¿Por qué el Estado Italiano no ha conseguido vencer nunca por completo a la Mafia?

–El problema es la falta de continuidad. Los operativos que organizó el fascismo en los años 20 fueron con intenciones propagandísticas y con detenciones que se limitaron a 3 o 4 años. Sin embargo, en 1932, como parte de la celebración del décimo aniversario de la Marcha sobre Roma, Mussolini hizo una amnistía a la mayoría de mafiosos detenidos y echó por la borda todo el trabajo. En 1935, hubo un operativo contra la mafia calabresa que duró solo tres meses. La lucha contra la Mafia siempre se ha visto subordinada a objetivos políticos como en el caso fascista. El objetivo de Mussolini no era realmente acabar con los mafiosos, sino dar credibilidad internacional a su propio régimen.

–En los últimos años parece que la situación ha cambiado.

«Parte de los fondos para la producción de "El Padrino" procedieron de la Mafia»

–En la actualidad se está dando la continuidad que antes faltaba. Las estructuras y las leyes que el juez Giovanni Falcone puso en marcha han permitido cierta continuidad en la lucha contra la Mafia desde los años 90. Estos procedimientos incluyen un equipo especial de investigadores en cada ciudad y una coordinación a nivel nacional de policías, que funciona como el jurado de investigación de EE.UU, dedicados exclusivamente a destapar los crímenes de la Mafia. Puede ser este el intento definitivo, pero, aunque la Mafia desapareciera de golpe, el problema no se disolvería. La corrupción y los problemas de mal gobierno de Italia son un caldo de cultivo de otros grupos, como hemos visto recientemente en Roma. Acabamos de vivir el nacimiento en Roma de una nueva mafia que nada tiene que ver con la Mafia siciliana o la napolitana. Si algo la distingue de las otras mafias es precisamente la falta de continuidad dinástica con los grupos históricos, pero por lo demás tiene un funcionamiento idéntico al servir de puente entre el mundo de la delincuencia callejera y el submundo de la corrupción política. Es algo que se destapó después de terminar este libro y queda mucho por descubrir.

–En EE.UU. la Mafia italiana adquirió gran notoriedad a partir del siglo XX, ¿Cómo era la relación entre los grupos de ambos lados del mundo?

–El primer asesinato del que se tiene memoria en EE.UU tuvo lugar en Nueva York durante la década de 1870, que es prácticamente el inicio de la historia de estos grupos en Europa. Ambas mafias se desarrollaron casi a la vez y muchos de ellos pertenecían a las mismas familias. Otros tenían lazos con Italia más tenues, pero siempre se ha mantenido ese viaje de ida y vuelta.

–En relación a EE.UU, su cine y su literatura contribuyó a mitificar a la Mafia.

–Parte de los fondos para la producción de «El Padrino» procedieron de la Mafia y, por supuesto, necesitaron del visto bueno de las grandes familias para rodar una película como esa llena de mitos. La verdadera Mafia no aparece en «El Padrino» y sí las mentiras más comunes a lo largo de la historia de estos grupos: por ejemplo, no es una organización criminal, es una familia. Ellos se presentan como una familia real y ni siquiera lo son en realidad. La familia solo es una metáfora para explicar lo estrechos que son los nexos entre los miembros de la organización.

–Usted trabaja a un nivel histórico y parece menos expuesto a las posibles presiones de la Mafia que otros investigadores modernos, pero, ¿se ha sentido alguna vez amenazado por escribir sobre estos temas?

–Afortunadamente no. Trabajo como historiador y al no hacer periodismo de investigación no resulto una amenaza para ellos. Conozco a muchos amigos que si han sufrido atentados contra su vida, que reciban cartas con balas continuamente y que están amenazados de por vida.

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