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Estar en la picota no era una frase hecha

En estas columnas de piedra que aún subsisten en pueblos castellanos se exponía a los delincuentes para escarnio público

La picota de Cebreros, del siglo XVI AYUNTAMIENTO DE CEBREROS
Mónica Arrizabalaga

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Hoy forman parte del paisaje de un buen número de pueblos españoles, como emblema de que fueron villas que podían administrar su propia justicia, pero muchas de esas columnas rematadas en una especie de capitel evocan un negro pasado de escarnios públicos . Serafín Fanjul lo recordaba este martes en su Tercera de ABC titulada « La picota ».

«Las Partidas de Alfonso X recogen como una parte de la punición de los delincuentes su exposición a la vindicta pública en la picota o el rollo , a veces en fragmentos, después de descuartizados o decapitados en casos graves o, en los leves, enteros pero desnudos y bien enmelados y emplumados para que casi se los comieran las moscas y sujetos a los garfios y argollas encastrados en el rollo», explicaba el prestigioso arabista y académico de la Historia antes de añadir que «al daño físico se agregaba el escarnio del condenado que, por supuesto, quedaba estigmatizado y apartado de por vida, caso de conservarla».

Rollo de Casas de Don Antonio (Cáceres) WIKIPEDIA

La picota era el lugar donde se cumplía la justicia en la Edad Media, donde se exponía a la vergüenza pública a los delincuentes, donde se azotaba a los malhechores y donde, con una finalidad ejemplarizante, se exponían los restos de los ajusticiados. Levantados en un principio en madera y posteriormente en piedra, se situaban normalmente en las afueras de los pueblos, para que sirviera de advertencia a los forasteros.

Aún en el siglo XVI las cabezas de los comuneros Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado , ejecutados en 1521, se expusieron en lo alto del rollo de Villalar , cuyo pináculo aún se conserva en el Ayuntamiento. En 1889 fue sustituido por el monolito conmemorativo de la batalla de Villalar .

Así como la picota era la columna destinada a la ejecución pública, en su origen los rollos eran símbolos de que la plena jurisdicción que tenía dicha localidad, como villa sometida a un señor, bien eclesiástico o civil, por concesión real. De ahí que estuvieran emplazados normalmente en el centro de los pueblos. Constancio Bernaldo de Quirós apuntaba en « La Picota » que en Oviedo debieron de coexistir rollo y picota porque existieron dos vías separadas entre sí así llamadas, aunque normalmente en Castilla ambos estuvieron fundidos en uno solo.

Los rollos vivieron su época de mayor esplendor en los siglos XVI y XVII . «La Corona precisaba de cuantiosos ingresos para hacer frente a las necesidades de las guerras y una de las fuentes era la derivada de las concesiones de villazgo y de exención a los lugares que hicieran una adecuada aportación pecuniaria», relata el investigador José María Ferrer González . Es entonces cuando algunas villas aumentan su importancia y arrinconan la rústica picota, para erigir un rollo ornamental que hiciera olvidad el primitivo carácter funcional del monumento.

Las Cortes de Cádiz ordenaron la destrucción de rollos y picotas por el Decreto de 26 de mayo de 1813. «Los Ayuntamientos de todos los pueblos procederán de por sí y sin causar perjuicio alguno a quitar y demoler todos los signos de vasallaje que haya en sus entradas, casas capitulares o cualesquiera otros sitios», rezaba la orden.

Poco efecto debió de tener el decreto porque en 1839 hubo otro intento de derribarlos , durante la regencia de María Cristina por la minoría de edad de Isabel II. Y así fue para muchos. «Los más de ellos están demolidos. Hechos cantos, afirman carreteras y caminos, o bien, transportados a otra construcción, resisten su peso», constataba Bernaldo de Quirós en 1907.

Otros fueron convertidos en cruceros o en fuentes, o sirvieron de base para imágenes religiosas y aún hoy, pese a otras destrucciones llevadas a cabo durante la República y la Guerra Civil, hay muchos que quedan en pie. La Wikipedia recoge más de un centenar en España, aunque solo reseña dos en Guadalajara, por ejemplo, y la relación de rollos y picotas realizada por Felipe Olivier detalla más de 40 monumentos en la provincia; y en Extremadura se conservan 51 rollos y picotas en total (45 de la provincia de Cáceres y 6 de la provincia de Badajoz) según el libro de Marino González Montero.

Algunos han variado su emplazamiento bien por cuestiones urbanísticas o para ser colocados en lugar más visible e incluso en los últimos años se han erigido rollos de nueva construcción en recuerdo del pasado.

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