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Danjou, el héroe mutilado de la Legión Extranjera Francesa que humilló a un gigantesco ejército mexicano

Jean Danjou, famoso por usar una mano de madera tras haber perdido la suya en batalla, honró los valores de esta unidad de élite gala combatiendo contra 2.000 enemigos. Aunque fue derrotado, su gesta es a día de hoy un símbolo para el país

Batalla de Camarón Vídeo: Así fue la Batalla de Camarón
Manuel P. Villatoro

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Jean Danjou fue un veterano galo de batallas tan sonadas como Magenta o Solferino . Un oficial mutilado que se hizo fabricar una mano de madera tras perder la suya en combate (todo ello, para poder seguir en primera línea de batalla). Y, finalmente, un soldado que se negó a rendirse en la que fue la contienda más cruenta y desigualada en la que participó la Legión Extranjera Francesa : la batalla de Camarón (acaecida entre el 29 y el 30 de abril de 1863).

Aquella triste jornada, su unidad -de apenas 65 hombre en total- logró defender su posición al otro lado del Atlántico durante 11 horas contra nada menos que 2.000 mexicanos (aunque las cifras varían dependiendo de los historiadores a los que se acuda).

Para desgracia de Francia, poco pudieron hacer los legionarios más allá de morir como héroes combatiendo contra innumerables enemigos. Sin embargo, el arrojo demostrado por Jean Danjou fue tan llamativo que, cuando la batalla terminó, sus hombres transportaron su cadáver con todos los honores hasta el campamento y rescataron -como si de una reliquia se tratase- su mano de madera. Una prótesis que, durante años, permitió a este galo seguir luchando contra los enemigos «la France» y que, en la actualidad, se venera como un tesoro en el museo de Aubagne .

«A día de hoy, la mano es el trofeo más preciado de la Legión Extranjera», explicaba el general Luis Garfias Magaña , especialista en Historia Militar, en una conferencia ofrecida en 2013 en el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México .

Legio patria nostra

La Legión Extranjera vino al mundo con el objetivo de ser un cubo al que arrojar todas las manzanas podridas que, de otra forma, estropearían el resto del cesto. «El 9 de marzo de 1831 el soberano francés firma le ley autorizando la formación de una Legión Extranjera . […] El objetivo de constituir una unidad de combate no era lo esencial […] se trataba de reagrupar a los extranjeros que deambulaban por el territorio», explica el experto español Emilio Condado Madera en su obra « La intervención francesa en España; 1835-1839 ».

A su vez, se estableció que estos hombres se ubicarían siempre en la primera línea de batalla para, así, lograr reducir las bajas de las unidades del ejército regular (diezmadas sobremanera tras las guerras napoleónicas ).

Uniforme de la Legión Extranjera Francesa en México

En un intento de animar a los militares a unirse a las filas de la Legión Extranjera Francesa , los mandos establecieron unas condiciones irrisorias de enganche. Para empezar, y en un intento de que sus filas se llenasen a rebosar de criminales y personas sin oficio ni beneficio, se estableció que no importaría el pasado de todo aquel que vistiera el uniforme. Los crímenes quedarían olvidados y su identidad original sería olvidada. Condado Madera resume estos beneficios como « la ventaja del anonimato ». Y no le falta razón al experto, pues al nuevo cuerpo se unieron incluso viejos oficiales del ejército perseguidos por haber conspirado contra sus mandos .

Para facilitar todavía más las cosas, la edad para alistarse se estableció entre los 18 y los 40 años . Un amplio rango que, según creían los mandos, permitiría al ejército recibir miles de voluntarios en poco tiempo. «La Legión creció deprisa al absorber gran número de aventureros y refugiados políticos , así como desertores de los diferentes ejércitos europeos», explica el historiador español Juan Bautista Vilar en su obra « Los españoles en la Argelia francesa ».

«La Legión creció deprisa al absorber gran número de aventureros y refugiados políticos, así como desertores de los diferentes ejércitos europeos»

En poco tiempo, la Legión Extranjera Francesa se llenó de proscritos, belgas , italianos , alemanes , polacos y hasta españoles . Estos últimos, liberales ávidos de escapar de las garras de Fernando VII . Así pues, a principios de octubre de 1832 el número de soldados que se habían «enganchado» ascendía en Argelia hasta los 5.538 . Curiosamente, en ellos se desarrolló un sentimiento de camaradería que, a la postre, derivaría en el famoso lema « Legio patria nostra » (« Nuestra patria es la Legión »).

Desde el primer momento, la Legión Extranjera Francesa fue también sinónimo de trabajo duro y sufrimiento. De hecho, tras algunas batallas sucedidas en regiones como Orán y Annaba los hombres de esta unidad cambiaron los fusiles por los aperos y se les ordenó realizar tareas como construir senderos, levantar campamentos o sanear caminos. Quizá por ello la mayoría de sus integrantes no perdió el tiempo y, allá por el año 1835, aceptaron ser enviados a España y combatir el carlismo en el bando de la reina Isabel.

Mano de madera

Cuando la Legión Extranjera se formó, Jean Danjou apenas era un niño que, allá por el 13 de abril de 1828 , había nacido en Chalabre (Francia). A partir de entonces su biografía es escueta, pero define perfectamente su predeterminación a acabar sus días en el frente.

Tal y como afirma Emmanuel Duvignau en « El Capitán Danjou y su mano de madera », nuestro protagonista cursó sus estudios en la Escuela Militar de Saint-Cyr (fundada por el mismísimo Napoleón Bonaparte ). «A la edad de 20 años fue asignado al 51º Regimiento del Frente y, posteriormente, en 1852, al 2º Regimiento de Extranjeros », añade el experto. El cambio se hizo después de que el galo llevase combatiendo ya cuatro años por su país. Tiempo más que suficiente para ganarse los galones.

A partir de entonces, Danjou comenzó un recorrido por medio mundo que, a la larga, le llevaría hasta México. Su primera parada fue Argelia , donde luchó por los intereses colonizadores de Francia. Buena falta que hacía, pues la población de la región guardaba un gran rencor a los galos por haber extendido su dominio en el territorio a base de sangre y fusil durante 18 años (de 1839, a 1848).

Imagen del capitán Danjou

Fue entonces cuando la desgracia cayó repentinamente sobre Danjou. Según desvela Jean-Denis Lepage en su obra « The French Foreign Legion: An Illustrated History », nuestro héroe tuvo un percance que le cambió la vida mientras se hallaba en una expedición: « Perdió su mano izquierda […] y se diseñó una prótesis articulada de madera para sustituirla».

Con todo, hasta en este punto existe controversia. Mientras que la mayoría de autores coinciden en que quedó mutilado en Argelia después de su mosquetón explotase (uno de los defensores de esta teoría generalizada es Carl Cavanagh Hodge en « Encyclopedia of the Age of Imperialism, 1800-1914 », otros como el propio Lepage destacan que la tragedia se sucedió en Sebastopol .

La pérdida de su mano, lejos de acabar con su ánimo, le llevó a distinguirse nuevamente en la guerra de Crimea contra Rusia y, allá por 1859, en contiendas de tanta importancia a nivel internacional como Magenta y Solferino (esta última, famosa por ser la lucha en la que se creó la Cruz Roja después de que más de 40.000 soldados franceses, piamonteses y austríacos quedasen tendidos en el campo de batalla sin ningún tipo de ayuda sanitaria).

Nueva frontera

Mientras la Legión andaba por medio mundo haciendo valer los intereses de Francia, al otro lado del charco las relaciones entre «La France» y México se volvían más y más difíciles. Y es que, desde que la región se independizara en 1821, los expertos galos habían elaborado multitud de informes aconsejando la intervención por las bravas en el país.

«Desde 1826 hasta 1861 , una larga serie de informes, consejos, proyectos e invitaciones familiarizan a París con la idea de un “ intervención francesa ”; “l'expedition du Mexique” de Napoleón III no fue el fruto de una nueva idea, como tampoco lo había sido la campaña de Egipto encargada por el Directorio a su tío Napoleón Bonaparte», explica Jean Meyer en su dossier « Dos siglos, dos naciones: México y Francia, 1810-2010 ».

Napoleón III, el artífice de la intervención francesa en México

Bajo este contexto no resultó raro que, cuando el gobierno mexicano informó a Europa de que no podía pagar sus deudas externas a los países del viejo continente, «La France» montase en cólera y decidiese intervenir. «La suspensión en 1861 del pago de la deuda externa provocó el enfado de España , Inglaterra y Francia . Ingleses y españoles aceptaron negociar, pero Francia decidió romper relaciones y enviar una pequeña fuerza armada que fue derrotada en Puebla en 1862», añade el experto.

Ese mismo año, Danjou partió como parte de la Legión Extranjera Francesa hasta México bajo el mando del coronel Jeanningros . Para desgracia de este cuerpo, no cruzaron el Atlántico como una tropa de élite dispuesta a combatir hasta la extenuación, sino más bien como una fuerza auxiliar de apoyo a la que se encargó llevar a cabo los trabajos más duros y sofocantes. Y es que, todavía se mantenía esa esencia original de unidad prescindible a pesar de que sus integrantes ya habían protagonizado grandes gestas como la de Guimerá , en España.

El convoy

Desde el comienzo de la intervención francesa, una de las prioridades del ejército francés fue la conquista de Puebla . Una ciudad ubicada aproximadamente a 300 kilómetros de Veracruz y todo un enclave estratégico para la región. Después de que fuese derrotado su primer contingente, los galos enviaron un nuevo ejército (esta vez reforzado con 25.000 hombres ) que sitió la urbe el 16 de marzo de 1863 .

A día de hoy podría parecer fácil hacer caer las defensas de una urbe con unas tropas tan numerosas para la época. Sin embargo, con lo que no contaban los militares europeos era con la decisión de Jesús González Ortega , al frente de los mexicanos.

En los meses siguientes el asedio supuso un desgaste de fuerzas y suministros para los galos. De hecho, tal era la necesidad de provisiones y dinero que, en abril, los mandamases franceses se decidieron a enviar un gigantesco convoy cargado con todo tipo de materiales desde Veracruz hasta la zona asediada.

«Al no haber oficiales disponibles, el capitán Danjou junto con dos tenientes asumieron la responsabilidad de la misión»

Concretamente, y según desvela Duvignau, fueron enviadas 64 carretas cargadas con «tres millones de francos, municiones y otros recursos dirigidos a Puebla para el mantenimiento de las tropas que ocupaban dicha ciudad». El problema, según desvela Garfias, es que debían recorrer más de 300 kilómetros a través de una región en la que las carreteras brillaban por su ausencia y los guerrilleros mexicanos podían caer sobre los uniformados en cualquier momento.

En palabras del general, los franceses establecieron que el convoy avanzaría e iría recibiendo el apoyo de las unidades galas acantonadas en los diferentes puntos del trayecto.

Así fue como, varias jornadas después de su salida, el 29 de abril de 1863 las carretas pasaron por una región defendida por la Tercera Compañía del Segundo Batallón de la Legión Extranjera . La de Danjou. «Esta unidad estaba diezmada por las enfermedades. Tenían poco más que 60 efectivos. El resto, 40 soldados, estaban enfermos o muertos», añadía el general en la conferencia.

Capitán Jean Danjou

A pesar de que la compañía no estaba en su mejor momento, fue designada para proteger el buen viaje del convoy. Sin embargo, las enfermedades habían acabado con los oficiales. ¿Qué hacer? «Al no haber oficiales disponibles, el capitán Danjou junto con dos tenientes asumieron la responsabilidad de la misión, partiendo el 30 de abril de 1863 junto a otros 62 hombres más », explica Duvignau en su artículo.

Para desgracia de los bravos legionarios (entre los que había españoles o alemanes), se iban a enfrentar a un inmenso ejército a las órdenes del coronel mexicano Francisco de Paula Milán . Según el parte oficial de la contienda escrito por este militar, partió de su acantonamiento con « seiscientos cincuenta infantes y doscientos caballos ». Sin embargo, la mayoría de autores elevan este número hasta 2.000, pues contó con la ayuda de multitud de guerrilleros locales.

La batalla más épica

A la una de la mañana del 30 de abril, Danjou y sus 64 valientes de la Tercera Compañía partieron para explorar las cercanías del poblado de Palo Verde . Allí se detuvieron brevemente para descansar y tomar un buen desayuno. Pero el pan se les debió atragantar, pues aproximadamente a las siete (tras avanzar poco más de 24 kilómetros) fueron atacados por los jinetes de Milán.

Aquel podría haber sido su fin. Con todo, los galos se defendieron formando un cuadro (sumamente efectivo contra las cargas de caballería) y, con mucho esfuerzo, hicieron retroceder al enemigo a base de descargas. Así lo recuerda Milán en el parte oficial de la contienda: «Encontramos una fuerza francesa que bajaba del Chiquihuite y al momento dispuse cargar sobre ella pero, habiéndose formado en cuadro, resistió el choque, replegándose a paso veloz».

Aquella pequeña victoria no fue completa, pues las dos mulas cargadas con municiones, agua y vituallas que los legionarios llevaban consigo se asustaron y fueron capturadas por el enemigo. La situación se ponía, todavía, más difícil.

Batalla de Camarón

Danjou, entonces de 35 años, sabía que quedarse en campo abierto significaba ser derrotado, así que ordenó a sus legionarios retroceder poco a poco hasta el pequeño pueblo de Camarón (el cual toma el nombre de un tipo de flor muy característica de la zona). Tras verse obligados a llevar a cabo varias descargas más para mantener alejados a los jinetes, tomaron por las bravas una casa de campo abandonada (llamada por los militares « La Hacienda de Camarón ») y se prepararon para defenderse hasta la muerte.

«Se replegaron a una casa de material que hay en el punto del Camarón, donde se parapetaron y abrieron aspilleras en las paredes para hacer fuego. Nuestra caballería cercó la casa y, entre tanto, hice venir violentamente a las fuerzas de infantería que había dejado en el campamento y emprendí el ataque. Sin embargo, los enemigos se hallaban bien guarnecidos, y carecíamos de artillería para abrir brecha y útiles de zapa para hacer horadaciones», determina Milán en su informe. Curiosamente, y a pesar de ser solo 65 legionarios, ya causaban cierto respeto en el coronel.

«A las ocho de la mañana comenzó el sitio y, a las diez , el coronel Milán ordenó a un capitán mexicano apellidado Laisné que hablaba francés que les ofreciera la rendición. Pero Danjou se mantuvo firme y le dijo que era imposible», añade, en este caso, el general. «¡No nos rendiremos. Tenemos munición!», gritó nuestro protagonista. A día de hoy, la defensa que estos soldados hicieron a continuación es considerada como la más heroica de la Legión Extranjera. Por desgracia, el capitán no pudo ver su final, pues cayó víctima de la bala de un francotirador que, desde una vivienda cercana, acabó con su vida.

Prótesis de Jean Danjou

Tras la muerte de su líder, los legionarios se negaron a rendirse de nuevo. Aquellos « demonios » (como fueron calificados después por Milán) siguieron disparando una y otra vez sobre los enemigos hasta las seis de la tarde, cuando ya solo quedaban una decena de ellos con vida (y sin municiones) bajo las órdenes del teniente Muadet.

Cuando solo quedaban cuatro defensores capaces en la casa (y los heridos se amontonaban apoyados en las paredes), el nuevo oficial al mando les ordenó calar bayonetas en los fusiles y cargar contra el inmenso ejército enemigo. En aquel movimiento desesperado y lleno de honra pereció un hombre. Con todo, el gesto emocionó tanto a los mexicanos que detuvieron los disparos y arrestaron al resto.

Finalmente, once horas de combate después los hombres de Milán accedieron a la hacienda y ofrecieron una rendición honrosa a los heridos. Estos la aceptaron a cambio de escoltar con honores el cuerpo (y la mano) del héroe de aquella defensa: el capitán Danjou.

«De los setenta soldados que mandaban, murieron veinte; de los restantes, diez y seis fueron gravemente heridos y 24 prisioneros cayeron en nuestro poder, sin que escapase uno solo. Hemos levantado el campamento recogiendo todo el armamento y los heridos prisioneros han sido asistidos con todo esmero por la sección médica de la brigada», añade Milán en su informe.

Aquel día se perdió una batalla, pero nación un héroe.

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