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«La salud de nuestros hijos depende de su microbiota, aprendamos a cuidarla»

Advierten los autores del libro «Niños sanos, adultos sanos», de la editorial Plataforma Actual

Los autores de «Niños sanos, adultos sanos» apuestan por el cuidado de la microbiota intestinal ABC
Carlota Fominaya

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«Estamos sumergidos en una abundancia de alimentos y fármacos, que a la larga hacen que los niños sean cada vez más obesos, más asmáticos, más alérgicos, más "atópicos"... Se ha pasado de enfermar por infecciones a enfermar por el exceso de higiene y la falta de microbios. Se ha dejado de comer comida para comer productos comestibles», denuncian el psiconeuroinmunólogo Xavi Caneñas, y el dietista-nutricionista Jesús Sanchís, en su reciente libro «Niños sanos, adultos sanos» .

En esta obra explican cómo la salud de los mayores se basa en nuestra microbiota intestinal y de cómo todo se programa desde el mismo momento de la concepción y está muy influenciado por la lactancia y los primeros años de vida de vida del bebé, pero a la vez tranquilizan a las familias dando consejos para reprogramar nuestra salud.

—¿Qué hacemos tan mal para que haya tantas enfermedades hoy en día?

—X. C.: Las enfermedades no aparecen por arte de magia. El boom de las «-itis» en los más pequeños —otitis, bronquitis, faringitis, dermatitis, laringitis, etcétera, no es normal, aunque así se acepte. Nosotros creemos que tratar estas patologías con fármacos supone poner parches al problema, pero no solucionarlo. Pensamos que el estrés, el clima familiar, y escolar, la alimentación, el estilo de vida, los microorganismos que albergamos en nuestro cuerpo, y en gran parte todo lo que sucede durante la gestación, el parto y la lactancia tienen mucho que ver con que tú y tus niños tengáis una mejor salud física, psicológica, emocional y social presente y futura.

—En este sentido, ustedes concretan en su libro que uno de los pilares más importantes en la salud está en mantener una buena microbiota intestinal (los microbios que residen en nuestros intestinos), algo que surge durante la embarazo. ¡Menuda responsabilidad para las madres!

—X. C.: En este sentido se ha roto un mito. Antes se creía que el intestino del bebé en el momento de nacer era estéril. Ahora no. Parece que la primera relación con las bacterias sucede dentro de la barriga de mamá. La segunda gran colonización se realiza en el momento del parto. Pero por suerte, si aquellos primeros compases de la vida no fueron los ideales, existen herramientas a nuestro alcance para mejorar, o reconstruir nuestra salud.

—¿Cuál es su teoría respecto a la «reprogramación» de la microbiota? ç¿Qué posibilidades tenemos?

—X. C.: Tu hijo y tú no estáis condenados a padecer osteoporosis, malas digestiones, alergia o asma. El organismo humano tiene una enorme capacidad de adaptación, de cambio, y de mejora. Para bien o para mal, hay dos cosas que pueden variar muy rápidamente la microbiota intestinal: la alimentación que llevemos y la gestión del estrés.

—J. S.: En efecto, estos serán tus grandes aliados, y pueden hacer que la epigenética (nuestro entorno) gane a la genética. O que lo que rodea al gen gane al gen. Menos fármacos, ejercicio a diario, alimentación a base de productos de calidad, suficiente descanso, vivir cerca de la naturaleza, cuidar la salud emocional... en general levar un estilo de vida saludable puede modificar tu programación y la de tu pequeño.

—En su libro advierten, entre otras muchas cosas, del excesivo consumo de azúcar, que aseguran que empieza bien pronto en nuestros niños.

—X. C: En efecto. El azúcar es legal, pero también un dulce veneno. Y en España empezamos a introducirlo en la dieta de nuestros niños a los seis meses con algunos potitos llenos de azúcar. Deberíamos revisar nuestra despensa y nuestra nevera y vaciarla inmediatamente de productos procesados, la mayoría llenos de azúcar. Da igual que sean dulces o salados, galletas, o rosquillas, cereales o jamón cocido, los productos procesados en la inmensa mayoría son ricos en azúcares.

—J. S.: No podemos obviar que el azúcar es el responsable de multitud de patologías que se podrían evitar o, al menos, reducir. Consumirlo altera el sistema inmunitario, provoca hipoglucemias reaccionales, y altera nuestra preciosa microbiota intestinal, entre otras miles de cosas.

—Ustedes tampoco aconsejan el consumo de pan...

—¿Qué cree usted que mantiene el pan sin moho? Si hicieran el pan como se hacía hace cincuenta años, con masa madre y una larga fermentación, aguantaría sin necesidad de ningún adititivo. De todas formas, es mucho más fácil: no compres pan blanco, de molde, con leche, bollitos, etcétera. De verdad, por tu salud, no comas pan altamente procesado.

—También apuntan a que la leche no es tan necesaria como nos cuentan pero, ¿y el calcio? ¿de dónde lo obtenemos?

—J. S.: En primer lugar, más que preocuparnos por la ingesta de leche, deberíamos preocuparnos por las pérdidas de calcio. Resulta que, aunque posiblemente Los lácteos no son necesarios ni tan siquiera ideales para la fisiología humana. Y para eso debemos alejarnos de los azúcares y sales refinadas, de asegurarnos una correcta digestión, y de realizar actividad física. Y por otro lado centrarnos en obtener minerales y, en especial el calcio, de las crudíferas, como el brócoli, la coliflor, las coles, etcétera.

—¿Cuáles serían, en definitiva, sus mejores consejos alimenticios?

—X. C.: Todo se podría resumir en uno: dejar de comer porquerías y comer alimentos, no productos. Quitar la bollería, los refinados, todo lo que viene en paquetitos o envuelto en plástico de nuestra despensa... En casa, los padres deben dar importancia a la alimentación. En vez de darle al niño una salchicha procesada, que le den verdura hervida. Si la nevera tiene fruta verdura, tubérculos, huevos, pescados y carnes de calidad... La mayoría no tiene este nivel de conciencia. En cuanto a las administraciones, estas deberían deberían dejar de poner máquinas dispensadoras en los trabajos, en los hospitales, en instituciones de salud y, por supuesto, en los colegios.

—J. S: En nuestra sociedad, los ultraprocesados rellenan las estanterías, neveras y despensas de la casa, y al final, esto hace que aumente la palatabilidad y el deseo de comerlos. Vivimos en una sociedad obesogénica (lo que vemos en las tiendas, en la publicidad...), pero en casa NO tiene que haber ultraprocesados , tiene que haber comida de verdad. Nuestros hogares tienen que ser un templo de salud. Tendremos que tener fruta, verdura fresca de temporada y de proximidad... No tiene sentido ponerse de melón hasta arriba cuando es la época de las naranjas. Además, cuando comemos comida de calidad no hay que mirar tanto las kilocalorías. Lo que tenemos que fijarnos es en la calidad.

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