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Familia

Y a partir de los 21 años, ¿dónde llevamos a nuestros hijos?

En la mesa «Infancia y Discapacidad» de ABC se demandó que el Ministerio de Educación se reúna con centros escolares ordinarios y especiales para buscar soluciones a la formación de los alumnos discapacitados

Laura Peraita

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Durante el transcurso de la jornada «Infancia y Discapacidad» quedó patente la preocupación de las familias cuando llega el momento de tomar la decisión sobre dónde formar a sus hijos: ¿educación ordinaria o centros de educación especial?

Hubo posturas encontradas. Para la presidenta de la Fundación Síndrome de West , hay niños que por sus limitaciones es evidente que solo pueden ir a centros de educación especial. «Es necesario que los profesionales se centren en cada niño y consigan sacar todo su potencial porque lo que se consiga enla infancia es fundamental para su futuro. No son pocos los casos que conozco de niños discapacitados que van a colegios ordinarios y los profesores les tienen con una almohada durmiendo porque consideran que molesta o porque si le atienden no pueden seguir con el ritmo de la clase del resto de alumnos».

Revolución educativa

Para Paloma Aroca , directora del Centro de Educación Especial de la Fundación Gil Gayarre , es imprescindible buscar soluciones a esta cuestión por eso, «considero urgente que tanto el Ministerio de Educación como responsables de centros de educación ordinaria y especial nos sentemos juntos para encontrar salidas viables que mejoren la formación de estos niños».

Mientras esa reunión llega, Paloma Aroca insistió en que la escuela ordinaria debe abrir los ojos. « Debe haber una revolución del sistema educativo español. Estos niños necesitan apoyo y que sean atendidos como merecen. Igual que se presta atención a los alumnos con fracaso escolar, hay que respaldar a los que tienen una discapacidad. Pero para conseguirlo –añadió– es necesario que el profesorado tenga una formación específica al respecto porque no saben cómo afrontar la discapacidad. Tienen miedo»

Explicaron, además, que cuando los niños crecen y dejan el colegio se crea un grave problema. Terminan su formación a los 18 años. «Bien es cierto –matizó Elena Guembe , vocal del patronato de la Fundación Lukas –, que se puede ampliar su escolaridad hasta los 21, pero a partir de entonces no hay centros específicos y lo más habitual es que acaben encerrados en sus casas. Hay que facilitarles las cosas porque las personas con discapacidad tienen, afortunadamente, mayor esperanza de vida que hace unos años»

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