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El reto demográfico, ¿está la solución en políticas públicas «natalistas»?

Mª Teresa López López, directora de la Cátedra Extraordinaria de Políticas de Familia UCM-AFA, explica el análisis de la comparecencia en el Senado para abordar el reto demográfico

S. F.

El reto demográfico al que se enfrenta España, por fin, ha sido incorporado a la agenda política. En la Conferencia de Presidentes del pasado 17 de enero, se acordó que todas las Administraciones Públicas trabajaran de manera coordinada en la elaboración de una Estrategia Frente al Reto Demográfico , haciendo mención explícita a los efectos económicos y sociales que está teniendo el importante y significativo envejecimiento de nuestra población, combinado con la caída de la fecundidad . También se acordó que para su elaboración se tendrían en cuenta las recomendaciones del Senado, que se están recogiendo en una Comisión extraordinaria creada para ello y es en este marco en el que se realiza mi comparecencia, centrada en el comportamiento de la fecundidad, siendo consciente de que estamos ante un problema complejo y que esto es una visión muy parcial.

En sólo cuatro décadas, la esperanza de vida en España al nacer ha aumentado más de 9 años situándose en casi 83 años . Pere esto no es un problema, sino un importante logro, fundamentalmente derivado de algunas políticas públicas –sanidad, pensiones, servicios sociales…-. Además de vivir más años, otros indicadores del INE también muestran que se ha producido un aumento de la esperanza de vida con buena salud, vivimos más años y lo hacemos con más calidad de vida . Otra cuestión son los efectos que puede tener la combinación de este aumento en la esperanza de vida, con el descenso de la fecundidad, sobre las políticas y el gasto público, que hay que abordar, como se está haciendo en la Comisión del Pacto de Toledo. Por ello es necesario abordar esta cuestión teniendo claro que las personas de mayor edad no son los responsables de los problemas demográficos que hoy tenemos. No colaboremos con ciertos discursos a crear tensiones o enfrentamientos entre generaciones ni a culpabilizar a unas de los problemas que deben afrontar otras, que además son las más débiles.

Y junto a este envejecimiento se produce una notable caída de la fecundidad, que constituye probablemente uno de los cambios sociales y demográficos más significativos de las últimas décadas, especialmente importante dadas sus consecuencias económicas y sociales .

Tener hijos, una cuestión cultural

El número de hijos por mujer experimenta un importante descenso, y aún presentando una leve recuperación en los últimos dos años, se sitúa en tan sólo 1,33 en datos de 2015, aunque en las mujeres extranjeras, siempre está por encima del alcanzado entre las españolas, lo que nos lleva a pensar que detrás de la decisión de tener hijos también hay un elemento cultural que debemos tener en cuenta. Esta reducción de la fecundidad, sitúa a España en cifras de «fecundidad muy baja», reflejándose en la forma que ha ido adoptando nuestra pirámide de población casi invertida.

Pero si el hecho de que las parejas, decidan o no tener hijos, es un asunto estrictamente privado, no podemos olvidar que tiene consecuencias públicas y por tanto los poderes públicos y la sociedad en general no deben ni pueden ser indiferentes ante esta realidad. La composición de la población y el capital humano juega un papel clave en el crecimiento económico; tiene implicaciones sobre las políticas públicas y afecta al actual estado de bienestar, muy especialmente al sistema de pensiones , ya que al tratarse de un modelo de reparto, exige un crecimiento de la población para su sostenibilidad; y la caída en el número de nacimientos también afecta al bienestar de la sociedad y de las familias.

Existe consenso a la hora de aceptar que hay razones económicas y sociales que justifican la necesidad de intervenciones públicas en relación a la natalidad, pero sobre lo que ya no existe tanto consenso es sobre las medidas o actuaciones que deberían ponerse en marcha, porque se trata de una decisión con un fuerte componente político , que dependerá de lo que cada grupo político valore el bienestar social.

La mayoría de niños que se incorporan cada año en España a la pirámide de población provienen fundamentalmente de hogares de personas que se encuentran entre los 20 y 45 años . Esto quiere decir, como ya he señalado, que la situación de las personas en este tramo de edad resulta determinante al abordar el reto demográfico ante el cual nos encontramos.

Pero estamos ante un colectivo complejo y poco homogéneo, que presenta múltiples dimensiones, tanto de índole personal como social, pero en todos ellos se cumple la afirmación de que el trabajo y la familia se definen como los dos campos principales en los que viven y utilizan su tiempo. Sin embargo, el difícil equilibrio entre ambos aspectos de la vida, les genera importantes conflictos que ya se manifestaban en las generaciones anteriores, pero en su caso, y por sus propias características, valores, y por el momento en que se incorporan al mercado de trabajo da lugar a importantes cambios sus comportamientos.

Causas y consecuencias

Entre las características que comparte este grupo de población, destacaré sólo algunas que afectan a la hora de abordar el reto demográfico.

1. Su posición en el mercado laboral porque estamos ante una población con elevadas tasas de paro . Pero si profundizamos un poco en los datos utilizando la EPA 2016, y diferenciamos distintas situaciones atendiendo a su situación familiar, dicha tasa de paro se dispara en algunos casos. Así, por ejemplo para jóvenes entre 19 y 30 años, dicha tasa presenta diferencias muy notables entre una pareja sin hijos, que se sitúa en 10,8% para los hombres y 18,2% para las mujeres; y las parejas con hijos, donde aumenta considerablemente, a medida que aumenta su número, dando lugar además a un gap entre hombres y mujeres igualmente creciente. Evidentemente existen muchas desigualdades entre hombres y mujeres con hijos y sin hijos, que son muchas veces invisibles, y que habrá que tratar de evitar porque puede incidir en la decisión de tener o tener hijos.

2. Presentan además inestabilidad laboral , con mayor rotación en el mercado de trabajo y con salarios en ocasiones muy reducidos. Si los jóvenes no tienen trabajo y cuando lo tienen, sus salarios no son suficientes, es seguro que no tendrán hijos , aunque más del 80% de ellos manifieste que desea tenerlos.

3. La brecha salarial entre hombres y mujeres atendido a su situación familiar, aumenta en función del nº de hijos, y también de los ascendientes. Es necesario introducir en el actual debate de la desigualdad, la variable familiar como determinante de ésta, porque detrás de este gap salarial puede haber razones para no tener más de un hijo. Es necesario conocer esta realidad para abordar el reto demográfico ya que afecta a la natalidad y también tiene que ver con el envejecimiento.

Los jóvenes manifiestan que las decisiones que tienen que ver con su familia están muy condicionadas por su posición en el mercado de trabajo, pero es una decisión compleja, en el que inciden variables de muy diferente naturaleza, lo que nos debe llevar a ser muy cuidadosos a la hora de tratar estos temas.

Esta caída de la fecundidad también se explica porque en los últimos 40 años se ha producido un aumento de la edad media de la madre en relación al nacimiento del primer hijo en España, que pasa de algo más de 28 años en 1976, hasta casi los 32 años (2016) con casi 3 años más en las mujeres españolas.

Estos bajos niveles de fecundidad en España también se explican porque, aunque el porcentaje de mujeres que tienen su primer hijo sigue siendo elevado, existe una reducción del porcentaje de mujeres que transitan del 1º al 2º hijo, y del 2º al 3º.

En definitiva, ambos comportamientos - aplazamiento de la maternidad y bajo índice de progresión al 2º y 3º hijo- reflejan cambios importantes en los comportamientos sociales de las personas en edad fértil. Pero existen numerosos factores pueden estar incidiendo en las decisiones de este grupo, a la hora de elegir el número de hijos a tener y del momento vital para ello, que van desde aspectos relacionados con el mercado laboral, hasta aquellos más relacionados con los valores dominantes de la sociedad.

Cómo abordar el reto demográfico

Para abordar este reto demográfico, se proponen unas reflexiones finales a tener en cuenta a la hora de elaborar la citada estrategia, así como alguna actuación a poner en marcha con carácter prioritario:

- Abordar el reto demográfico no corresponde sólo a los poderes públicos. Exige también la implicación de empresas ; sociedad civil; interlocutores sociales… Aunque el papel de cada uno es muy diferente, todos son complementarios. Los poderes públicos deben tomar la iniciativa, no sólo para poner en marcha actuaciones y medidas que entren en sus ámbitos competenciales, sino para impulsar medidas a desarrollar por los otros agentes.

- A la hora de priorizar actuaciones, uno de los argumentos más frecuentes señala como prioridad un aumento del gasto público en medidas de apoyo a la familia . Siendo la cuantía del gasto social muy importante, resulta más relevante saber a que se destina ese gasto, y sobre todo que objetivos se persiguen con él. No todas las medidas tienen la misma eficiencia y el aumento del gasto, por si mismo, no garantiza que sean las idóneas para alcanzar los objetivos.

- El reto demográfico se asocia, e incluso se identifica casi exclusivamente, con la sostenibilidad del sistema de pensiones. Y por ello se pone la atención en el grupo de mayor edad , llegando a afirmar que el gasto a ellos destinados es el responsable de la caída de la natalidad. Pero reduciendo el bienestar de nuestros mayores, no mejoraremos el de los más jóvenes, y no resolveremos el problema demográfico. Tendremos que poner en marcha actuaciones dirigidas al grupo de población en edad fértil , a quienes tenemos que prestar especial atención, incluyendo medidas que tengan que ver con especialmente con mercado de trabajo, entre otras.

- Para abordar el reto demográfico no necesitamos políticas natalistas, que fomenten o promuevan la maternidad/paternidad. El papel del Sector Público debe limitarse a eliminar las limitaciones y obstáculos que impidan tener el número de hijos deseado, no a provocar cambios en los comportamientos. Además no debería «fomentarse la natalidad» porque necesitemos tener hijos para financiar las pensiones , que podría ser una consecuencia pero no un fin en si mismo, porque si no estaríamos “utilizando a los niños” para que pagaran nuestras pensiones y esto no parece muy ético, ni propio de una sociedad desarrollada. Los necesitamos primero como personas y después, si es posible, también como cotizantes, no al revés.

- Resulta imprescindible trabajar para facilitar el acceso y permanencia al mercado de trabajo al grupo de población de jóvenes en edad fértil, así como para mejorar su situación laboral, lo que les ayudará a tener el número de hijos que desean. Igualmente el facilitar la flexibilidad horaria , que constituye una de las demandas más generalizadas, incluso más que alargar los períodos de maternidad y paternidad, debería ser una de las medidas prioritarias a poner en marcha.

- Deberíamos repensar la cultura laboral todavía anclada en un modelo presencialista, que desconoce las ventajas que puede aportar a las organizaciones el hecho de considerar la situación personal y familiar de sus trabajadores. Igualmente deberíamos revisar la valoración y percepción que tenemos de nuestros propios compañeros de trabajo, que se acogen a algún tipo de medida de conciliación –permisos por maternidad/paternidad, reducción de jornada, etc-. Todavía existen «limitaciones invisibles» , pero reales, que inciden en las opciones de los trabajadores, y que provienen de su entorno laboral. Estas actitudes provocan una valoración social negativa de la maternidad/paternidad y de los hijos, pero a la vez, las encuestas ponen de manifiesto que esa valoración social no coincide con la valoración que cada familia, tiene en relación a sus propios hijos. ¿Vivimos como realmente queremos o como la cultura y la sociedad poco a poco nos va imponiendo?. Quizá esa valoración social negativa es también la consecuencia de un exceso de valoración social del éxito profesional. Quizá porque hemos perdido la capacidad de reflexionar sobre las bases antropológicas del ser humano y hemos dejado fuera del debate aspectos claves para su desarrollo y crecimiento personal y social.

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