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Los cinco verbos que hay que conjugar para comprender al adolescente

Jaume Funes, psicólogo y autor de «Quiéreme cuando menos lo merezca... porque es cuando más lo necesito», asegura que educar en la adolescencia es aceptar que los conflictos son inevitables

Laura Peraita

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Jaume Funes, psicólogo y autor de «Quiéreme cuando menos lo merezca... porque es cuando más lo necesito», asegura que la adolescencia hoy es más compleja que la de hace unos años . Explica que las variables, las influencias que conforman sus vidas adolescentes son muchas más que las de hace tres o cuatro décadas. «Pero, eso no las hace más problemáticas, ni más difíciles —aclara—. Tan solo complica la vida a sus adultos porque no pueden dar respuestas simples , de manual, y han de descubrir, aprender a conocer buena parte de los escenarios de sus vidas (que no son los que ellos vivieron)».

¿Por qué es tan complicado mantener la calma ante la dureza de las respuestas de un hijo adolescente? ¿Cuál debe ser la reacción correcta de los padres?

Nos cuesta considerar que uno de los principales mecanismos de afirmación del adolescente es la confrontación con el adulto. Necesitan «rebotarse» para demostrarnos que ya no son el niño o niña que eran. Pensamos que se enfrentan con nosotros, pero es con el adulto que somos y representamos.

Por eso, educar en la adolescencia es aceptar que los conflictos son inevitables, aprender a no confundir conflictos con problemas, a saber seleccionarlos (la mayor parte de ellos no son importantes) y a acertar con las respuestas. Pero nuestras vidas adultas tienen poca calma y no siempre los conseguimos. En la adolescencia convivimos con personajes que dicen saberlo todo, controlarlo todo y ser invulnerables…

Hay familias que aseguran, muy a su pesar, que no aguantan a sus hijos a esta edad (sus gritos, su desorden, su distancia...). ¿Qué pueden hacer los padres?

Si decidieron ser padres… han de continuar. Están en una nueva etapa educativa. No tienen por qué hacerlo siempre bien. Pero tienen la obligación de seguir a su lado (en la distancia adecuada y no siempre fácil…).

A veces hay que controlar la angustia. Alejarse, hacer ver que no nos enteramos…, pero seguir con cierta flexibilidad de «cintura». También hay que recordar de vez en cuando que tienen virtudes, capacidades, que hay cosas que hacen bien y, sobre todo, no olvidar que nosotros fuimos adolescentes y hemos salido bien. A ratos sirven para recordarnos otras formas de vida más coherentes, sin los condicionantes que hemos ido aceptado como adultos.

¿Es adecuado dejar pasar el tiempo y no tomar decisiones bajo la cláusula del «ya madurará»?

No se trata exactamente de dejar que maduren, sino de saber esperar activamente. La adolescencia no es una enfermedad que cura la edad, sino una etapa de provisionalidades, pruebas, avances y retrocesos… Y, hay que saber no desesperarse. Los resultados aparecen…, pero no si los hemos dejados solos, a su aire. A veces hay que saber hacer no hacer nada. Seguir presentes y esperar el momento oportuno.

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