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«Hemos sido abuelos cuidadores de los nietos y ahora no somos nada»

Cada vez más abuelos reclaman en los tribunales ver a sus nietos

M. J. PÉREZ-BARCO

Cuando uno de sus cuatro hijos se divorció, a Julia se le cayó el mundo encima. Mientras tenía lugar esa ruptura tan conflictiva, durante más de siete meses no pudo ver, ni siquiera llamar por teléfono, a su nieto, un niño ya con siete años al que había cuidado desde que nació. «Mi marido y yo hemos sido abuelos cuidadores y ahora no somos nada. Recogíamos a mi nieto del colegio, le llevábamos a las fiestas de cumpleaños, dormía con nosotros... Incluso los fines de semana también nos encargábamos de él porque mi hijo trabajaba y la madre de mi nieto también».

Julia es uno de tantos ejemplos de abuelos que un día de repente dejan de ver a sus nietos. Las desavenencias y rupturas entre los padres, la muerte de un progenitor y muchas veces las rencillas familiares apartan a los más mayores de la casa del cariño de los más pequeños del hogar. Como le ocurrió a esta mujer de 74 años y con la experiencia de seis nietos a sus espaldas. Hay casos, en los que las personas mayores se deciden a demandar ante los tribunales para logar que un juez les permita relacionarse con sus nietos.

Con el divorcio de su hijo, a Julia le llegó una larga espera hasta que el padre del niño consiguió un régimen de visitas más amplio. Mientras tanto, Julia ha sido una de esas abuelas que no ha podido demandar ante los tribunales para ver a su nieto porque iría en detrimento de las visitas del padre. «Ahora mi hijo recoge al niño en el colegio los miércoles y está con él durante fines de semana alternos. Yo veo a mi nieto cuando mi hijo no puede recogerle y algún sábado o domingo. Queremos que esté sobre todo con su padre y tengan su intimidad, que disfruten su tiempo. A veces me paso hasta 20 días sin estar con el pequeño, pero ya puedo llamarle por teléfono».

Pero las desavenencias que ha causado este divorcio en la familia han pasado a Julia una factura. Esta abuela cuenta que está en tratamiento psicológico y con mediación para calmar su angustia y para dormir por las noches. «Mi doctora me dice que debo adaptarme a la nueva situación. Ahora estoy más contenta porque veo a mi nieto menos triste y más alegre y cariñoso. Pero sigo con el temor de que un día, de nuevo, no pueda verle».

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