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Música para tratar el Alzheimer

La música puede para ayudar a personas con enfermedad de Alzheimer a recuperar recuerdos asociados a experiencias positivas de su vida

Música para tratar el Alzheimer

abc familia

La música es un lenguaje universal. En todas las culturas y en todas las épocas el ser humano ha desarrollado actitudes musicales. Hoy se sabe que la música tiene beneficios terapéuticos: cuando escuchamos música se activan partes de los lóbulos temporales; en la circunvolución temporal media existe una zona que se relaciona con la identificación de una música conocida. Y si cantamos una canción que conocemos se activan zonas del lóbulo frontal relacionadas con la memoria.

Un estudio realizado en 2009 (Petr Janata, Univ. California Davis) muestra como en el córtex prefrontal medial de una persona sana existe un área que se activa cuando escuchamos una música conocida y evocamos recuerdos autobiográficos. Esta área es una de las que más tarde se deteriora en la enfermedad de Alzheimer. Este hallazgo es especialmente valioso para ayudar a personas con esta enfermedad a recuperar recuerdos asociados a experiencias positivas de su vida a través de la música.

«Podemos decir que la música tiene efectos sobre múltiples áreas del cerebro a nivel, tanto cortical como subcortical y, por lo tanto, activa una red muy extensa que tiene una amplia cobertura de funciones», explica Mónica de Castro, musicoterapéuta especializada en geriatría y demencias, durante una ponencia realizada en el 56 Congreso de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) y el 20 Congreso de la Societat Catalana de Geriatría i Gerontología (SCGG), que durante estos días se celebra en Barcelona.

Existe cada vez más evidencia que nos permite conocer los fundamentos psicológicos y fisiológicos para aplicar más y mejor la música de manera terapéutica. «El ritmo influye sobre la regulación de la motricidad, la melodía tiene impacto sobre las emociones y la armonía está relacionada con aspectos cognitivos. Otros elementos como la intensidad, el tono, el tempo, la altura y el timbre se utilizan también para ayudar a regular estados de ánimo y aspectos fisiológicos», añade de Castro.

Retrasar la dependencia

La finalidad última de la musicoterapia es mejorar la calidad de vida de la persona. «La persona con demencia mantiene la capacidad de procesar la música después de haber perdido la capacidad para procesar el lenguaje, por lo que la música se convierte, en las fases más avanzadas, en una importante vía para la conexión con su propia identidad y la comunicación con su entorno más cercano, activando la memoria biográfica, las emociones asociadas y ofreciendo la posibilidad de compartir una experiencia propia con otro ser humano. Además, puede ser un estímulo que les proporciona confort y que puede mejorar su contribución a las actividades básicas como el aseo o la alimentación, añade la musicoterapéuta», explica Mónica de Castro.

La música desvía el foco de atención de la persona de estímulos que no puede interpretar a un estímulo que tiene sentido, y por tanto tiene un efecto calmante ante estados de ansiedad en fases moderadas y avanzadas del proceso de demencia. Las actividades musicales orientadas terapéuticamente aportan un sentimiento de éxito, mejorando la autoestima en fases leves y moderadas.

«En fases leves y moderadas puede contribuir a mantener las capacidades cognitivas y funcionales preservadas, retrasando el nivel de dependencia, y en fases más avanzadas puede ser una de las pocas vías de acceso a su propia identidad, una vía de comunicación con sus cuidadores, un estímulo que les proporciona confort y que puede mejorar su contribución a las actividades básicas como el aseo o la alimentación», añade la musicoterapéuta.

Se han realizado numerosos estudios con resultado positivo sobre el beneficio de la musicoterapia para el mantenimiento de algunas habilidades cognitivas como el lenguaje, la atención y la memoria en fases leves y moderadas.

Finalmente existe evidencia de que «determinadas técnicas musicoterapéuticas pueden ayudar a reducir síntomas conductuales como la agresividad física y verbal o el deseo de deambular, contribuyendo a la mejora de la calidad de vida de la persona que padece la demencia y de sus cuidadores», agrega de Castro.

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