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educación

¿Están los caprichos de mis hijos por encima de la educación?

Los niños necesitan adquirir valores que les conviertan en personas respetables, educadas y con conciencia social

¿Están los caprichos de mis hijos por encima de la educación? fotolia

ainhoa p. ambrós

A diario se presentan situaciones en las que la buena educación juega un papel esencial. Numerosas acciones que no hace tantos años eran vistas como algo normal, ahora conforman una excepción que no deja en buen lugar a la sociedad. Por lo que el papel de los padres puede quedar en entredicho. Una vuelta a valores como la generosidad, el respeto, el altruismo, la compasión o la empatía, se presenta como solución para que los niños crezcan felices y sean respetuosos con su entorno.

Ejemplos como levantarse en el metro para ceder el sitio a una persona mayor o a una mujer embarazada, no aparcar en los sitios reservados para personas discapacitadas , respetar la fila en la parada del autobús, no tirar papeles o envases al suelo, no fumar cerca de los niños, tratar de usted a los mayores o, simplemente, saludar con un «buenos días» al entrar en algún sitio, ya no constituyen la norma y comienza a resultar una sorpresa contemplar estas actitudes tanto en adultos como en los más pequeños.

El doctor Francisco Kovacs en su libro «Aprendiendo a ser padres» ( Booket ), recomienda a los progenitores que no olviden, dentro de la educación a sus hijos, el hueco reservado para el civismo . Reconoce que «una sociedad educada en un concepto de civismo y respeto a los demás sería un lugar agradable y próspero para vivir... Nuestra sociedad no es así, pero educar a los niños en ese ideal puede sentar las bases para que un día lo sea».

Generosidad, compasión y empatía

Indica que el ejemplo que reciba de sus educadores será lo que el niño considere como «lo correcto», por lo que incide en que «para que tenga una consciencia cívica debe constatar primero que los demás existen. De hecho, los valores cívicos arrancan con el respeto al prójimo . Consignas del tipo «tu libertad termina donde empieza la del prójimo» o «haz lo que quieras pero no molestes a los demás», son fácilmente comprensibles para un niño y los padres deben garantizar su cumplimiento ».

Y es que es habitual entre muchos padres adoptar una conducta con la que más que una autoridad para sus hijos, actúan con estos como si fueran compañeros de piso o amigos y se olvidan de inculcarles valores. Del mismo modo, algunos están convencidos de que los comportamientos maleducados y egoistas que se usan con el resto de la sociedad tienen justificación porque «son niños» .

No es más que una excusa para esconder una incapacidad para educarles. Kovacs pone un ejemplo que se repite con demasiada frecuencia: «Si en un restaurante su hijo comienza a correr, chillar y molestar a los demás comensales, debe reprenderlo inmediatamente, no solo por respeto a los demás clientes, sino porque esa es su obligación como padre y educador ».

Los niños copian las acciones de los padres

Lo mismo sucede en las comunidades de vecinos en las que no se respeta el derecho al descanso de los demás . Muchos padres consideran que los niños «tienen derecho» a correr por la casa incansablemente a cualquier hora, a montar en patines, jugar a la pelota o comenzar a gritar y ver la televisión a todo volumen, incluso, desde primera hora de la mañana los fines de semana. «En mi casa hago lo que quiero» o «los niños tiene derecho a jugar» son las respuestas que suelen dar a los vecinos e incluso llegan a tratar a éstos de insensibles cuando, obviamente, los que actúan sin respeto son ellos.

«Permitir a un hijo que moleste a las personas de su entorno o reírle sus bromas pesadas es una buena manera de viciar su educación y contribuir al desarrollo de un parásito de la sociedad , carente de sentido cívico y convencido de que puede imponer sus caprichos a los demás, y de que estos deben aceptarlo» asegura el doctor.

También resulta frecuente que los padres, al ser recriminados por la conducta de sus hijos, respondan que «les llevan al colegio para que aprendan». No solo es un error, sino que denota una falta de compromiso con sus hijos y con la sociedad que les rodea. «La existencia de un modelo a imitar es fundamental para alcanzar una consciencia cívica. Si los padres tiran sus desechos a la vía pública, arrojan sus colillas por la ventanilla del coche y abusan de los más débiles, es poco probable que el hijo adquiera una consciencia cívica. En una sociedad sana, la comunidad debería atajar esos comportamientos de forma contundente» finaliza el Doctor Kovacs.

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