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abusos sexuales

¿Sabes cuáles son los límites del contacto físico entre profesor y alumno?

El último caso denunciado en un colegio de Madrid abre el debate sobre si es permisible o no el contacto físico en el aula

¿Sabes cuáles son los límites del contacto físico entre profesor y alumno?

c. fominaya / L. peraita

No son pocos los que opinan que el docente es una figura a la que hay que respetar, no es un amigo, y, por ello, el contacto físico no debe existir. En la otra cara de la moneda están los que defienden que son muchas horas las que los profesores pasan con los alumnos y que entre ellos debe existir una relación de confianza, por lo que una mano en un hombro no es un gesto a sancionar. «No existe ninguna ley que diga si se puede o no tocar al alumno –asegura Gloria Gatarcos, directora del área de Educación del Centro Universitario Villanueva – y, por ello, cuando formamos a los futuros docentes les decimos que pregunten por el protocolo del colegio al que van a trabajar. En cualquier caso, les pedimos que extremen las precauciones por los casos cada vez más numerosos de abusos».

En opinión de Javier Urra, psicólogo y ex defensor del Menor en la Comunidad de Madrid, no se debe prohibir todo contacto físico. «Sería una locura: ¿y si el niño se cae?, ¿y si le sangra la nariz?, ¿y si no para de llorar?... No debemos caer en la paranoia». Lo corrobora Félix López, catedrático de Psicología de la Sexualidad de la Universidad de Salamanca (USAL) , y autor del libro «Sobre abusos sexuales y otras formas de maltrato sexual», de Síntesis. «La fobia del contacto anglosajón es, a mi juicio, una desviación en la prevención. Los niños necesitan la cercanía, ser queridos, y la mayor parte de los adultos actúan bien. Por este tipo de casos no podemos volvernos miedosos y distantes».

Para Urra, lo que sí deben ser los profesores es cautos para no dar lugar a equívocos. «Si son personas cariñosas deben estar con los alumnos en lugares siempre públicos, habitáculos acristalados, y nunca a puerta cerrada. En ocasiones, el profesor es cálido y los niños se dejan querer. Los alumnos saben muy bien cuándo un contacto físico no les gusta y es desagradable. En cualquier clase se puede preguntar quién es el profesor más exigente, cariñoso... Todos coincidirán en las respuestas. No son tontos».

Miedo a denunciar

Para muchos es llamativo que varios de los implicados en el caso del colegio madrileño no hubieran puesto una denuncia previa. Pero según todos los expertos consultados esta forma de actuar es la habitual: el mayor enemigo del abuso sexual infantil es el silencio. Según el catedrático de la USAL , el 70% de las víctimas se lo cuentan a alguien, sobre todo a un amigo, y en segundo lugar, a la madre, y en ambos casos estos dos confidentes lo silencian. «¿Por qué? Por miedo, para que el niño no vuelva a sufrir, para que no lo tenga que volver a contar, porque temen que el proceso judicial ralentice la recuperación del pequeño, o reabra heridas cuando estas estaban a punto de cerrarse...». En el otro 30% de las ocasiones la víctima mantiene el más absoluto de los secretos.

Aunque la diferencia entre recibir tratamiento pronto o con el paso del tiempo es crucial, según Margarita García Marqués, psicóloga especializada en abusos sexuales y fundadora de la Asociación para la Sanación y Prevención de los Abusos Sexuales en la Infancia (Aspasi) . Esta experta es tajante: «Si se actúa en el momento se puede llegar a no tener secuelas o a que estas sean mínimas. En cambio, cuanto más tiempo se mantenga el secreto, los efectos se agravan».

Los acosadores

No parece existir un perfil del abusador tipo. «Pueden ser introvertidos, controladores y manipuladores, o encantadores y maravillosos, tal y como se ha descrito al profesor del colegio madrileño», afirman desde Aspasi. En cambio, sí que hay un modus operandi común a casi todos ellos, que describe la psicóloga de Aspasi : «Al principio, no suelen ser agresivos. “Conquistan” y “seducen” al niño, que se deja porque le gusta ser especial, único, y que un adulto le reconozca y le valide».

Cualquier niño puede ser objeto de este tipo de abusos, prosigue García Marqués. «Aunque es más habitual que caigan en ello niños con retraso mental, algún impedimento físico o carencias afectivas». Por contra, prosigue el pediatra Jesús Garcia, presidente de la Asociación Madrileña para la Prevención de los Maltratos en la Infancia (Fapmi) , «si el pequeño tiene buena autoestima, una asertividad que le permite contar lo que le pasa, o detectar lo que le hace sentir mal, buena relación con los padres, y una buena socialización en general, es más difícil que le ocurra, porque sabe decir no. Y si pasa, como tiene armas para defenderse, lo contará a la primera y no se volverá a repetir».

De ahí la importancia de la prevención. «Tampoco se trata de asustarlos, pero es crucial enseñarles a expresar sus sentimientos a través del juego», añaden desde Aspasi, especialistas en impartir charlas sobre prevención en colegios y familias. «Hay que romper el silencio: en casa las familias deben hablar abiertamente de sexualidad, de afectos, amor... y en la escuela se debería tratar el tema desde Infantil», indica Félix López, autor del programa de prevención sexual editado por Amaro y que la Asociación para el Maltrato Infantil ha tomado como propio.

Lo que queda por hacer

Como presidente de la Comisión Deontológica del Colegio Oficial de Psicólogos , por haber sido el primer Defensor del Menor y por sus más de treinta años trabajando en estos asuntos, Javier Urra asegura que para evitar casos de abuso sexual a menores hace falta poner en marcha tres medidas urgentes. «En primer lugar, generar un listado de los pederastas, porque si se encarcela a una persona que ha abusado de menores, llegará un día en que salga a la calle y la gente tiene derecho a saber su pasado y que, por ejemplo, no debe contratarle para cuidar niños en un campamento, dar clases de deporte...». En segundo lugar, considera que hay que aumentar la edad de consentimiento sexual con un adulto hasta los 16 años», asegura. Por último, destaca la importancia de crear la figura de un «agente encubierto» en las redes sociales que se haga pasar por un niño y que detecte actos delictivos.

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