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Familia

¿Por qué fracasa el sistema educativo español?

Los buenos resultados de países como Finlandia obliga a reflexionar sobre nuevos planteamientos en nuestro sistema educativo

¿Por qué fracasa el sistema educativo español?

Gema Lendoiro

Año tras año, España se queda en los últimos puestos del informe PISA . ¿Tenemos un sistema educativo que no funciona? ¿Por qué? ¿Qué es exactamente lo que falla, el sistema o los docentes? ¿Por qué los expertos no llegan a un consenso eficaz para que los resultados sean otros?

Finlandia encabeza el ranking de los países que obtienen mejores notas y si se analiza con detenimiento su estructura se podrá comprobar cuántas diferencias hay con el español. Empezando por la formación de los docentes, pasando por el número de alumnos por clase o, algo que llama mucho la atención: el comienzo de la vida escolar, nunca antes de los 6 años. Pero no se detiene ahí, hay muchos más componentes que les hacen triunfar y, al español, fracasar. ¿Pero, por qué? ¿Cuáles son exactamente los cambios que habría que hacer?

Mireia Long creadora, junto con Azucena Caballero, de la Pedagogía Blanca , se muestra partidaria de unos cambios que nos lleven a un sistema mucho más parecido al finlandés. Sus propuestas, como las de otras nuevas voces, son cada vez más tenidas en cuenta. Y es que si el sistema falla y en otros funciona, habrá que plantearse hacerse modificaciones desde la base.

—¿Cuáles son las principales carencias del sistema educativo?

—Los jóvenes, maestros, familias y sociedad son víctimas de un sistema educativo mal diseñado, obsoleto, variable, ideologizado según quién gobierne, que tiene unos resultados vergonzosos: tasas de fracaso escolar y de paro juvenil altísimas, unas cifras de analfabetismo funcional evidentes y, sobre todo, una notable incapacidad de mantener a los estudiantes entusiasmados con su propio aprendizaje.

Para cambiar el sistema educativo español hay que dar mayor libertad a los padres y cooperativas para crear centros educativos con pedagogías alternativas, reforzar a los maestros dándoles más autonomía. También apostar por la creatividad y el aprendizaje vivencial y significativo, eliminar la memorización y los exámenes, flexibilizar el currículo, reducir radicalmente las ratios en vez de aumentarlas y dar un verdadero impulso a la educación emocional, la personalización y la atención a las necesidades individuales.

—¿Cuáles son los fallos más importantes desde su experiencia como formadora de docentes?

•En infantil: separación temprana de sus figuras de apego, mala adaptación, fichas interminables y obligación de normas que impiden al niño su actividad natural de juego, movimiento y experimentación.

•En primaria: memorización y estandarización, deberes y más deberes, exámenes que no valoran la creatividad y la curiosidad y sí la capacidad de estudiar exactamente lo que pone en el libro. Y eso sí, muchos castigos como si los castigos fueran a despertar su amor al saber.

•En secundaria: llegan hartos, forzados a seguir poniendo horas a aprender lo que otros exigen necesario y sin capacidad de preguntarse sobre ellos mismos, sin tiempo libre agotados y sin capacidad de pensamiento crítico.

Por supuesto, hay alumnos que mantienen la pasión y la capacidad de investigación y maestros con una enorme vocación dispuestos a seguir dándoles a los niños las herramientas para aprender a pensar. Pero con un currículo cerrado, contenidos prescriptivos, homogeneidad y valoración de resultados en exámenes memorísticos, con la amenaza siempre de los suspensos y la Selectividad, bien difícil lo tienen los que quieren un cambio del paradigma.

—En España se sigue priorizando la memorización por encima del raciocinio. Pero se sabe que eso no es válido, o no al menos lo más válido para la educación integral de las personas. ¿Cómo se puede solucionar esto?

—Solamente con un cambio muy profundo en el paradigma educativo, con una renovación total del concepto de enseñanza y de organización de esta. Un aprendizaje vivencial, creativo, diverso y con mucha mayor flexibilidad es lo necesario. Mayor autonomía del maestro y una mejor educación emocional de los profesionales que entiendan que lo que cuenta no es que el niño esté callado, sino que sienta pasión por lo que va a aprender y que se le permita trabajar con la idea de que no todos deben aprender lo mismo a la vez.

La que fomentara el placer por leer, cada uno a su ritmo. La que ofreciera una verdadera enseñanza personalizada, orientada a las áreas de interés del alumno y a sus necesidades reales. La que aprovechara las horas lectivas y no precisara dos o tres horas de trabajo adicional en casa. La que permitiera aprender sin memorizar libros de texto. La que consiguiera que los niños disfrutaran aprendiendo y lo hicieran, sobre todo, mediante la experimentación, la vida y el juego.

Aprender de los sistemas alternativos, analizando las ventajas con las que trabajan y escuchar a los grandes expertos que opinan que el sistema educativo es obsoleto y está acabado.

Un reto que no es imposible, pero que solo se podría lograr con mayor inversión en medios materiales y humanos, una preparación continua de los maestros, clases reducidas y un concepto el éxito educativo que no se midiera en exámenes memorísticos sino en el conocimiento diario. No más horas de clase, sino mejores clases. No más autoridad del maestro, sino más respeto por el saber y sus trabajadores.

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