El regreso Sergio Scariolo al banquillo de la selección creaba ciertas dudas. Volver a estar a la misma altura de su primera etapa parecía complicado. Casi imposible. Dos oros europeos (2009 y 2011) y la plata olímpica de 2012 obligaban a escalar una montaña para igualar aquel éxito y tocaba hacerlo, además, sin jugadores que habían sido clave durante ese ciclo.
La realidad invitaba a rebajar la euforia. Sin disfraces. Exponiendo desde el primer momento que iba a tocar sufrir para lograr el objetivo. Que se habían acabado los años del talento puro. Que tocaba remangarse para llegar a la gloria, pero que ésta era posible. «Hay que ser ciego para no darse cuenta de que este equipo tenía menos talento, pero eso no era lo más importante. Había que inculcar a los jugadores que en la historia del deporte hubo equipos –como la Dinamarca de la Eurocopa 92– que ganaron sin ser los más dotados y que ese tenía que ser nuestro camino», reconoce el italiano.
Consciente de tener que trazar un plan específico para cada partido, Scariolo se rodeó de técnicos consagrados como Vidorreta o Ponsarnau. «Siempre veo la labor del entrenador como un coordinador de esfuerzos. Que cada uno cumpla bien con su papel es fundamental en todos los éxitos y no hacerlo es importante en los fracasos. Estoy agradecido a todos mis colaboradores por el trabajo que hemos hecho y a los jugadores por su disciplina y respeto», asume.
El italiano sí cuenta con ese respeto, ganado a base de horas de trabajo. De soluciones tácticas en momentos importantes. De asumir decisiones complicadas. Sus variantes defensivas han salvado al equipo en más de una ocasión durante este Eurobasket. «Ver el respeto con el que estos jugadores escuchan mis indicaciones –cuando algunos son alguno de los mejores del mundo– es mi gran recompensa», apunta. Cuando llegó a la selección en 2009, le costó mucho que los jugadores le tuvieran en cuenta y ahora muchos le ven como un líder. Un estratega que ha cambiado el destino de España.
Mirando a Río 2016
Apesar del buen rendimiento del equipo en este torneo, el día de su presentación como técnico de España, Scariolo no apuntó hacia el Eurobasket. De hecho, si no le hubieran prometido un plan de futuro a medio plazo, no habría aceptado el cargo. Su idea es liderar desde el banquillo la transición de la canasta española y por eso eligió a Mirotic en lugar de Ibaka o a Guillem Vives por Colom.
En el caso del montenegrino, era ahora o nunca. Un jugador especial, quizá aún no al nivel del congoleño, pero con opciones de serlo. En el del base, porque el futuro de España tiene que estar en sus manos. Como en las de Willy Herngómez. Los minutos que ambos han tenido en el torneo son una experiencia brutal de cara a 2017, cuando su presencia en el equipo comience a ser determinante. Entonces, no serán unos recién llegados y la idea es que se conviertan en los pilares del futuro. Transición controlada bajo la supervisión de un técnico que se ha ganado el corazón de España.