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Isla de Santa Cristina

Veranear como la familia Swarovski cuesta 25.000 euros a la semana

Los propietarios de la famosa fábrica de cristales ofrecen un lugar de retiro para cuerpo y alma en la laguna de Venecia

Panorámica de la isla de Santa Cristina, en la laguna de Venecia, propiedad de la familia Swarovski ABC
María Teresa Benítez de Lugo

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Cuando en 1985 la isla de Santa Cristina fue adquirida por Gernot Langes-Swarovksi, nieto de Daniel Swarovski fundador de la manufactura de cristales, estaba prácticamente abandonada. Aunque las razones que llevaron a Swarovski a enamorarse de esta isla son una incógnita -seguramente tuvo que ver la tradición que existe en esta zona por el arte del cristal-, lo cierto es que algo le llevó a reconstruir las ruinas del convento benedictino de Santa Cristina y a convertirlo en la actual villa Ammiana , una construcción moderna y espaciosa, sin grandes pretensiones, con habitaciones blancas inundadas por la luz del Veneto. Fueron necesarias varias décadas para reconstruirlo y plantar cientos de árboles frutales que le devolvieran su anterior encanto .

Después de 32 años disfrutando de esta propiedad, los Swarovski han decidido compartirla con aquellos que buscan el lujo de la tranquilidad y el contacto con la naturaleza. Todo ello a media hora en barco de Venecia y a poca distancia en avión de las principales capitales europeas. La responsabilidad de acondicionar la isla para un selecto público (su alquiler asciende parte de 25.000 a la semana ) ha recaído en René Deutsch , hijastro de Langes-Sawarovski, y de su esposa Sandra. Tras varios años trabajando en empresas financieras y llevando un ritmo de vida frenético, Deutsch descubrió el yoga en Australia y desde entonces es un gran defensor de este tipo de filosofías de vida. Fue a su regreso de uno de sus viajes a este continente cuando tuvo la idea de convertir la isla en un lugar de retiro para el cuerpo y para el alma. «Le comuniqué a mi padre esta idea y él me dio luz verde inmediatamente», cuenta Deutsch a ABC. Desde la apertura este año, el proyecto ha sido un éxito y las nueve habitaciones de la villa han permanecido reservada s durante todo el periodo previsto. «La estancia mínima es de tres días y durante la misma se privatiza la totalidad de la isla».

Recursos propios

Precisamente por el nuevo estilo de vida que defiende, Deutsch no se conforma con que la isla sea autónoma únicamente a nivel energético, sino que también se abastezca con su propia agua, frutas y hortalizas e incluso su propio vino, excelente a pesar de que las viñas están al borde del mar. Al mismo tiempo, si el marido de su madre rehabilitó el convento, Deutsch ha tenido que proteger la isla ante el peligro de que se eleve en exceso el nivel del mar : «Hubo que construir una especie de barrera de rocas para que la isla, la mayor de la laguna veneciana, no corriera el peligro de quedar sumergida bajo las aguas».

Con tan solo dos edificaciones en sus treinta hectáreas de terreno, para llegar a Santa Cristina hay que atravesar la laguna en una lancha sin quilla debido a la poca profundidad del agua, sorteando rocas e islotes que los expertos pilotos italianos consiguen identificar incluso en la oscuridad. Este paraíso del Veneto dista mucho del ritmo trepidante de Venecia y de sus millones de visitantes anuales.

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