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El refugio secreto en la costa alicantina de Christine Keeler

Tras el estallido del caso Profumo en 1963, la modelo viajó a España huyendo del acoso de la prensa inglesa

Christine Keeler, a la salida de su casa de Londres en 1963 ABC
Ana Mellado

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De Londres a Madrid. De Madrid a Altea. Y de Altea a Benidorm, pasando por las playas de Gandía . Tras la muerte de Christine Keeler el pasado lunes a los 75 años de edad, los pormenores del notable escándalo político que sacudió el establishment británico en 1963 han vuelto a copar titulares e informaciones como ya ocurriera en el siglo pasado. Una apasionante historia de intriga en la que la modelo y escort se dejaba querer al mismo tiempo por el ministro de guerra inglés John Profumo y el espía soviético Yevgeny Ivanov , en plena Guerra Fría. El servicio de inteligencia británico MI5 empezó a sospechar que Keeler filtraba a Ivanov los secretos que Profumo le confesaba entre las sábanas. Pero sin duda, uno de los capítulos menos conocidos de esta trama tiene como escenario la costa levantina.

Tras estallar el escándalo y huyendo del acoso mediático inglés, Keeler tomó un vuelo rumbo a Madrid . La joven de 19 años, muy apuesta pero sin la menor idea de castellano, viajaba acompañada por la periodista británica Kim Froctor y un hombre llamado Paul Mann. Tras pasar unos días en un piso de la calle Alcántara de la capital, encontraron refugio en Altea (Alicante) y en tan solo unos días entablaron amistad con varias familias de Benidorm. Primero se hospedaron en un hotel, pero al no andar muy boyantes de dinero acabaron por instalarse en una casucha sita en el pueblo de pescadores, como publicó el suplemento «Blanco y Negro». «Camas y camastros, platos sucios, una baraja en la que Cristina había escrito y recuadrado su propio nombre. Todo ello muy lejos de los pisos amueblados de Londres y de la residencia de Lord Astor», en la que tuvo lugar su primer encuentro con Profumo. «Un jaguar rojo iba y venía por las carreteras alicantinas con los tres turistas a los que ya buscaban los reporteros ingleses». Desde allí, el grupo se trasladó luego a Gandía, antes de regresar a Reino Unido.

Casucha en la que se alojó Christine Keeler en Altea

La prensa sensacionalista inglesa encontró en el caso Profumo el mejor filón para disparar sus ventas. Era una historia con todos los ingredientes para enganchar a los lectores: sexo, política y traición. Keeler pasó a ser un tema de debate nacional, pero también de entretenimiento en las casas y los pubs. En mayo de 1963, el periódico sensacionalista «Sunday Mirror» llevaba a portada la icónica fotografía tomada por Lewis Morley, en la que aparece desnuda sentada en una silla, de la que obtuvo irregularmente una copia. A medida que el escándalo crecía y se diversificaba, la foto más se reproducía. Bien es cierto que al final la propia Keeler hizo caja vendiendo la historia a los tabloides y publicando hasta cinco libros sobre su vida. Un dinero que dilapidó rápido.

En prisión

Mientras Keeler se veía con Profumo e Ivanov, compartió cama también con otros dos hombres; Lucky Gordon y Johnny Edgecombe, que se enzarzaron en una gran pelea motivada por sus celos. El asunto terminó ante la Justicia. En el juicio, Keeler acusó de abusos a Gordon, que fue condenado a tres años de cárcel. Sin embargo, meses después, en diciembre de 1963, la sentencia de Gordon fue anulada y Christine fue acusada de mentir, por lo que se la condenó a nueve meses de prisión, de los que cumplió seis.

Cuando salió de la cárcel desapareció de la vida pública. Se casó dos veces y tuvo dos hijos, pero los matrimonios no funcionaron. Y los que llegaron a conocerla bien sospechan que nunca logró dejar atrás su tumultuoso pasado y ser feliz.

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