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Mirtha Legrand, la última diva cumple 90 años

El fenómeno de la actriz argentina ha sido estudio de tesis universitarias y su palabra puede lograr un puñado más de votos

Mirtha Legrand junto a su hermano José Antonio Martínez Suárez EUKENE OQUENDO
Carmen de Carlos

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Recordar en Argentina que Mirtha Legrand cumplió ayer 90 años sería como advertir lo mismo si Audrey Hepburn viviera o Ava Gardner existiera para poder soplar las velas y disfrutar de su afición a los toros. Las tres fueron algo más que actrices, las tres fueron –y ella es– artistas de otra época, de un tiempo donde pocas estrellas de cine llegaban a ser divas y éstas formaban parte de un Olimpo más allá del celuloide.

El nombre de Mirtha basta para que en Argentina todo el mundo sepa que se trata de ella. Rosa María Juana Martínez , nombre de pila de «la Chiqui» o «Chiquita», como se refieren a «la señora» sus amigos, es una leyenda en vida. Arrancó en el mundo del cine con películas que mostraban su extraordinaria belleza y talento frente a las cámaras y se termino convirtiendo en juez y verdugo de la clase política.

«Los martes orquídeas» (1941), su primer gran éxito, fue «el inicio de todo», reconoce en las entrevistas. Después, entre sus favoritas, figuran «La patota» (la banda o pandilla) en 1960, «La vendedora de fantasías» (1950) y «Claro de luna» (1942). En España –también tiene pasaporte de aquí– rodó, allá por 1953, «Doña Francisquita».

Después de protagonizar una treintena larga de películas le dio un portazo al cine y se instaló en la televisión argentina, donde llegó a sufrir censura del Gobierno y formó parte de alguna lista negra que la dejó un tiempo de brazos cruzados.

En la pequeña pantalla, tras aquel paréntesis, siguió triunfando con «Los almuerzos de Mirtha Legrand», un programa que arrancó en el siglo pasado, que podría estar en el libro Guinnes, y con los años, cada temporada que pasa, renueva impulso y vitalidad. El fenómeno «Mirtha Legrand» derivó, incluso, en tesis universitarias. Los políticos, sin excepción , están atentos a sus intervenciones. La palabra de Mirtha puede ser la palabra de Dios en las urnas o la que logre un puñado más –o menos– de votos.

Todos dicen que la aman pero, quizás, sea temor el sentimiento que cale más hondo entre diputados, senadores, presidentes y los que aspiran a serlo. El difunto Néstor Kirchner y su esposa, Cristina Fernández , no se atrevieron en las primeras elecciones a decirle no a una invitación suya a la TV. Su estampa de dama de alta alcurnia (aunque no naciera en cuna de oro), sus comentarios afilados, esa extraña habilidad que tiene para quitarle la palabra al más pintado y la definición de «dictadora» que hizo de la expresidenta, cuando a ésta le sobraban aduladores, le valió ataques brutales del kirchnerismo.

Mirtha presume de joyas, de trajes largos, de familia (la actriz Juana Viale es su nieta) y de rostro rejuvenecido por el arte de un bisturí que merece un Oscar. « Como te ven te tratan , si te ven mal, te maltratan». La frase es de su cosecha y ayer, al cumplir los 90 se ocupó de que el mundo la viera como está, más que bien.

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