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El Cordobés, entre dos mujeres

Manuel Díaz va a por todas en su demanda de paternidad contra Manuel Benítez. La madre de uno y la esposa del otro son piezas clave

VÍCTOR ABRIL

Mediado el pasado mes de diciembre, en conversación con este periódico y a propósito de su «esperanza» de ser reconocido por Manuel Benítez «El Cordobés» como hijo suyo, Manuel Díaz se refería al maestro de Palma del Río con desencanto: « En estos momentos he dejado de hacerme ilusiones. Estoy decepcionado. No sé lo que me deparará la vida, pero por el momento lo dejo. Tengo la seguridad de que soy hijo suyo y no entiendo su comportamiento. Yo solo pretendía estrechar su mano y estar unos momentos con él».

Aquellas palabras sonaban a renuncia, a que Manuel Díaz «El Cordobés» había tirado la toalla en sus pretensiones. Pero nada más lejos de la realidad. Lo que el diestro madrileño calló fue que, días antes, el 1 de diciembre, había presentado en el Juzgado de Primera Instancia de Córdoba una demanda de paternidad contra Benítez. Aportaba un documento con varias informaciones y, entre ellas, el resultado de un test de ADN, fechado el 1 de noviembre de 2015. Dicha prueba se llevó a cabo gracias a las pesquisas de un detective privado, quien, tras un seguimiento a Benítez, pudo hacerse con una servilleta de papel que el maestro utilizó para secarse la boda después de beber un vaso de agua en un hostal de Almodóvar del Río. Así lo ha relatado Manuel Díaz «El Cordobés» en una entrevista exclusiva a la revista «¡Hola!».

La pregunta que todo el mundo se hace es por qué Manuel Díaz inicia precisamente ahora este proceso judicial, cuando su carrera como torero está más que consolidada y no necesita reconocimiento ni dinero. Cuenta, además, con un sólido patrimonio, en el que se incluye su magnífica finca de 150 hectáreas Cerro Negro, que adquirió en 1993 en la sevillana sierra de Guillena. « Yo no quiero nada de él, solo poder pasar unos momentos a su lado, conocerle y saber cómo piensa », contaba el diestro a ABC.

Pero no es en Cerro Negro donde se ha refugiado El Cordobés tras el bombazo informativo de esta semana, sino en Portugal. Aislado del mundo, con el teléfono desconectado y en compañía de su segunda esposa, la venezolana Virginia Troconis , el diestro madrileño se entrena de cara a la próxima temporada –eso aseguran personas de su confianza– y, de paso, evita dar explicaciones sobre su reciente exclusiva.

Vidas paralelas

Dos mujeres con vidas paralelas emergen en esta historia de tintes novelescos, por más que ambas se hayan esforzado durante décadas en proteger su intimidad. Una se llama María José Díaz González y es la madre de Manuel Díaz, nacido en Arganda del Rey el 30 de junio de 1968. La otra es Martina Fraysse Urruti , natural de Biarritz (Francia), casada con Manuel Benítez en 1975 y madre de sus cinco hijos legítimos; la mayor, Maribel, precisamente nació en el 68, el mismo año en el que Manuel Díaz vino al mundo.

Manuel siente auténtica devoción por su madre, quien lo sacó adelante contra viento y marea, y de quien lleva con orgullo sus apellidos. Ella lo es todo para él. Siempre ha creído, sin la menor duda, que es hijo de Manuel Benítez Pérez porque así se lo aseguró su progenitora.

María José conoció al maestro de Palma del Río a mediados de la década de los 60 , cuando él estaba en la cumbre de su carrera taurina y ella trabajaba en la casa de unos amigos del torero, en la madrileña calle de Alcalá. Tras ser cortejada por el diestro y con la intención de poner tierra de por medio, María José abandonó aquel trabajo y se colocó en una cafetería. Pero Benítez consiguió localizarla. En aquel tiempo, él ya conocía a Martina: su primer encuentro con la bella francesa fue en 1964, tras una grave cogida que sufrió el torero en la Feria de San Isidro, donde confirmaba su alternativa. Martina Fraysse, gran aficionada, consiguió visitarle en el sanatorio de toreros a través de un amigo común.

Según el testimonio que en su día dio a quien esto escribe una de las personas que mejor conoció a Benítez, el fotógrafo taurino Pepe Rubio, María José abandonó precipitadamente una vivienda propiedad de Manuel Benítez cuando se encontraba en avanzado estado de gestación de su hijo. De camino hacia la casa iban Manuel y Martina, quien ya era el gran amor de El Cordobés. El reportero gráfico, testigo de la salida de María José, contó que «la francesita que le tenía enamorado le prohibió que tuviera ninguna relación con ella y con el niño», en referencia a Manuel Benítez.

En busca de intimidad

Tras este episodio, ambas mujeres siguieron con sus vidas, con desigual suerte, aunque dominadas por el común empeño de pasar desapercibidas. María José Díaz fue abandonada y olvidada por El Cordobés, y repudiada por su propio padre, por la vergüenza del embarazo siendo soltera. Con el tiempo, se casó, tuvo otros hijos y se separó. Martina Fraysse, por su parte, se convirtió en esposa de El Cordobés en 1975 y en aguerrida guardiana del hogar familiar en Córdoba. Volcada en la crianza de sus hijos y el cuidado de su marido, es una figura clave en la administración del patrimonio de los Benítez, cuyas numerosas empresas agrícolas y ganaderas están repartidas entre ella misma y sus descendientes. Entre otros cargos, Martina figura como secretaria de la sicav Mirabel 08 Inversiones, con un capital de más de 24 millones de euros.

La esposa de Manuel Benítez «El Cordobés» siempre renegó del papel cuché. Tal y como explicó a ABC Córdoba en 2009, en una de las escasas entrevistas que ha concedido, nada quiere saber de la prensa rosa: «Respeto a la gente que vive de la farándula, pero creo que es un comercio en perjuicio de ellos».

Sin embargo, ahora su nombre vuelve a estar en boca de muchos. ¿Qué papel juega en la resistencia de Manuel Benítez «El Cordobés» a reconocer como descendiente a Manuel Díaz «El Cordobés»? Puede que no tarde en ver cómo el apellido de sus hijos comience a llevarlo el hijo de una humilde camarera, por mucho que este haya reconocido a ABC: «Un apellido es solo un papel y yo lo único que deseaba era tener la oportunidad de tomar un café con él y conocerle mejor. Saber por qué se comportó así conmigo».

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