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Casilda Sánchez Varela: «Mi padre ha sido mi gran fuente de inspiración»

La primogénita de Paco de Lucía se estrena en la literatura con una novela sobre la construcción del amor y su ausencia

Casilda Sánchez Varela posa para ABC MAYA BALANYA
Ana Mellado

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Sobre su cabeza siempre revoloteó la idea de escribir una novela , pero nunca hallaba el momento de enfrentarse al temido folio en blanco. El 25 de febrero de 2014, Casilda Sánchez Va rela (Madrid, 1978) sufría un duro revés. La guitarra de su padre Paco de Lucía , el eterno virtuoso del flamenco, enmudecía para siempre. Su muerte a los 66 años en México trajo consigo un largo periodo de duelo, pero también supuso el empujón definitivo para materializar aquel sueño literario que al final se acababa escurriendo entre sus manos. «Siempre quise escribir, pero empecé a trabajar en una revista, tuve niños y nunca me ponía a ello. Recuerdo que mi padre me animaba: “tírate al vacío, tienes que hacerlo”. Esas palabras cobraron más fuerza tras su muerte , él ha sido mi gran fuente de inspiración. Yo tenía ciertas obsesiones que quería tratar y un personaje literario fascinante como es mi madre. Quería que todo orbitara en torno a ella y así fue surgiendo la historia», declara Casilda, durante una entrevista con ABC, en el madrileño parque del Retiro.

En su obra «Te espero en la última esquina del otoño» narra con fluidez la historia de amor de Chino Montenegro, un gaditano de origen humilde que anhela triunfar en la literatura, y Cora Moret, una aristócrata nacida en el Marruecos colonial y criada en salones de mármoles y silencio con una imaginación y osadía desbordantes. La personalidad del primero refleja una mezcla de su padre, su marido y su hermano. El segundo es el espejo de su madre Casilda Varela Ampuero, hija del general y ministro franquista José Enrique Varela. «Disfruté mucho con el proceso de creación porque me sirvió para homenajear a mi madre y a la vez, reencontrarme con mi padre. Escribir sobre un personaje inspirado en él era otra forma de retenerlo. Cuando escribes convives con tus protagonistas y volvía a tenerlo presente».

Casilda Sánchez Varela siempre contempló con cierta curiosidad el abrumador éxito de Paco de Lucía y la relación con su público . «Soy muy observadora y me resultaba curioso cómo el mundo se relacionaba con él. Cómo la gente le llamaba “maestro” y parecía que hubiese perdido su identidad. Pero él no era divo. El éxito es un fenómeno muy particular e incluso cómo transforma al que lo padece. Hay una frase de Julio César que lo refleja muy bien: “Es imposible no terminar siendo como los otros creen que uno es”». La madrileña, por supuesto, lamenta las largas ausencias de su padre derivadas de sus continuas giras y sus interminables horas en los estudios de grabación. «Me daba pena que él estuviera tan poco en casa, su ausencia se notaba mucho. Lo eché mucho de menos tanto yo como mis hermanos» .

En la obra de Casilda confluyen tres historias en las que además del amor subyacen otros temas como el propio desamor o la soledad. A través de la novela que escribe el protagonista, Casilda desliza su versión más escéptica de las relaciones. «Hay un concepto del amor muy infantil, muy de Hollywood o Disney. Todo se reduce a ese estallido químico de cuando conoces a alguien y conectas y entras en un proceso de intimidad. Eso es solo la mecha, pero luego requiere un proceso y un sacrificio y eso ya no se contempla. Cuando el otro pasa a ser un factor común en tu vida, necesitas cambiar. Como si fuera un artículo de consumo», expone.

Temor a la soledad

La siempre denostada soledad la explora a través del personaje de Alicia, una madrileña que vive sola, nunca ha tenido novio y entabla amistad con Cora, su vecina. «La pareja es maravillosa cuando te suma, pero nunca es obligatoria y veo a mi alrededor mucha gente separada o que no encontró el amor. La soledad no es una sala de espera o un estado de tránsito, se puede ser igual de feliz . Puedes estar muy lleno de afecto, si estás reconciliado con tu soledad».

Casilda reconoce que su proceso de creación no ha estado exento de dificultades. Temía la gran exposición que suponía poner tantos sentimientos sobre la mesa. «Al fin y al cabo, descubres tus inquietudes, tu pensamiento, tus ideas y eso crea un miedo escénico». Aun así ya sueña con su segunda novela. Concibe la escritura como una lucha con uno mismo. Una estimulante batalla diaria contra las debilidades más ocultas que acaba por fortificar al autor.

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