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El truculento anillo de la muerte de seis magnates de Londres

La Justicia no aclara si la muerte de Young fue un suicidio o un asesinato de la mafia rusa

El truculento anillo de la muerte de seis magnates de Londres

LUIS VENTOSO

Es como una versión posmoderna e inquietante de los «Diez negritos» de Agatha Christie en el Londres plutocrático del siglo XXI. Seis magnates londinenses, amigos entre sí, todos muertos en el plazo de once años, y ninguno por enfermedad. En principio, se trata de cinco suicidios y un accidente de helicóptero. Pero al grupo lo unía algo más que sus cenas de lujo en el restaurante Cipriani de Mayfair, hoy C London. Todos mantenían negocios secretistas con el capital ruso que eclosionó bajo Yeltsin y Putin.

En la nómina de fallecidos figuran un magnate exiliado que huyó de Rusia, un jugador de polo conocido del Príncipe Carlos, un batería de rock que ejercía de contable de la élite, dos triunfadores del ladrillo y un abogado que fue el enlace con los rusos. La justicia británica no acaba de ver una acción criminal. Pero los familiares, e incluso algunas de las víctimas antes de morir, apuntan a la mafia rusa.

La vida del escocés Scot Young podría resumirse en dos vuelos. Uno es metafórico: el increíble ascenso que lo llevó desde un piso de protección oficial de Dundee, donde nació en el hogar de un exfutbolista modesto, a convertirse en un magnate multimillonario, con un patrimonio de más de 600 millones de euros. En sus días boyantes, Young poseía seis mansiones palaciegas, jet privado, yate atracado en Mónaco y una colección de coches epatante. En el 40 cumpleaños de su mujer, la agasajó con un collar de la joyería Graff valorado 1,4 millones de euros. Un rey del mundo. Un plutócrata del ladrillo y los negocios digitales. Un tipo calvo, de porte rudo y mirada algo desconcertada, entregado a la ostentación más impúdica del nuevo rico.

El otro vuelo de Scot Young es más crudo y literal: el pasado 8 de diciembre, a las cinco y cuarto de la tarde, cayó desde una ventana de su cuarto piso de Marylebone, barrio caro de Londres, a la valla en forma de lanzas de la calle. Allí quedó empalado, de una manera tan truculenta que un bombero veterano declaró que no había visto «nada tan horrible»en su carrera.

¿Suicidio o asesinato? A priori, Scot, que tenía 52 años, conforma un buen candidato a suicida. En 2007 se declaró en quiebra, tras fracasar el misterioso «Proyecto Moscú», un plan inmobiliario y comercial en terrenos industriales de la capital rusa, en el que se envolvió con Boris Berezovsky, millonario ruso exiliado en Inglaterra por su antagonismo con Putin, y con otros promotores ingleses de su círculo amical, varios también muertos.

A mayores, Scot Young vivió en 2009 uno de los divorcios más agrios y sonados del Reino Unido. Su ex mujer, Michelle, cuyo padre había ayudado a Scot en sus inicios con dinero y contactos, lo acusó de ocultar su fortuna en paraísos fiscales para no compensarla. Durante la vista, el empresario declaró que estaba sin blanca, que incluso debía 30 millones . Al final el juez le ordenó a pagar 20 millones de libras a su ex. Al no cumplir, fue encarcelado durante los seis primeros meses del 2014.

El último dato que habla a favor de la tesis de un suicidio es la titubeante salud mental de Scot. En la mañana de su muerte acababa de ser dado de alta en una unidad de salud mental, donde había estado ingresado por trastorno bipolar y consumo abusivo de alcohol y cocaína. Además al llegar a su casa -un piso de lujo valorado en 3 millones de euros, por el que pagaba 13.000 al mes de alquiler y donde tenía como vecino al beatle Ringo Starr- se encontró con que su novia de un lustro, Noelle Reno, una modelo estadounidense de aire Barbie, de 30 años, había decidido plantarlo. Incluso había cambiado las cerraduras. Noelle es un personaje televisivo en el programa espectáculo «Ladies of London», en el que llegó a aparecer con Young en una ocasión.

A la luz de todos esos datos, el trágico salto de Scot Young, que se investigó la semana pasada en un juzgado de Londres, parecería un suicidio de libro. Pero la juez de instrucción ha concluido su indagación dejándolo todo abierto . Asegura que la policía actuó bien al considerar que la muerte del magnate «no fue sospechosa». Pero añade que tampoco hay pruebas absolutamente concluyentes para hablar de un suicidio. En la vista, el abogado de las dos hijas de Young, de 21 y 19 años, aseguró que fue arrojado por la ventana y acusó a la policía de no investigar a fondo y concluir precipitadamente que se había quitado la vida.

Noelle Reno asegura que Young le telefoneó justo antes de morir y le dijo: «Voy a saltar por la ventana. Mantente al teléfono y me oirás». Pero no hay grabación. Sí existe un mensaje de texto previo de Scot a ella: «He tocado fondo, como se verá. Te quiero siempre y para siempre». La modelo asegura que «estaba desesperado, de un modo que en jamás lo había visto, pero sobrio, y por primer vez le vi llorar».

Michelle , la exmujer, cree fue asesinado y recuerda que padecía fobia a las alturas, «ni siquiera se asomaba a un balcón cuando íbamos a un hotel de viaje». Los amigos del magnate cuentan que vivía aterrorizado, después de que hace dos años unos sicarios lo suspendieron sobre el vacío en lo alto del hotel Dorchester, en Park Lane, una de las calles más caras de Londres. Estaba convencido de que lo iban a matar. «Decía que debía un montón de dinero a la gente equivocada», ha contado a la prensa inglesa desde el anonimato un amigo.

Su psiquiatra declaró en la vista judicial que «creía que había una conspiración para matarlo, con gente que lo seguía, y pensaba que su novia era cómplice». La autopsia no reveló drogas en la sangre, aunque el cabello si delató un consumo de cocaína en su día.

La ola de muerte en el círculo de Young comenzó en 2004, con la muerte en accidente aéreo de Stephen Curtis, el abogado que los puso a todos en contacto con los rusos. Su helicóptero, nuevo y con un piloto experimentado, cayó en pleno vuelo. Curtis, que había mantenido una dura disputa con el multimillonario ruso Roman Abramovich, el dueño del Chelsea de Mou, declaró una semana antes de su muerte: «Si algo me pasa no será un accidente».

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