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El monopatín conquista el corazón del viejo París

Los llamados «ramperos», artistas del skateboarding, salen de los suburbios para ocupar los espacios públicos más venerables de la capital francesa

El monopatín conquista el corazón del viejo París j. p. quiñonero

j. p. quiñonero

Ha salido de los suburbios para instalarse en el corazón de París. El skateboarding (monopatín) ocupa los espacios públicos más nobles de la capital francesa , al pie de monumentos, iglesias medievales y barrocas, y plazas de venerable historia secular. El fenómeno tiene su origen en la huida de los guetos urbanos de los llamados «ramperos» (los usuarios del monopatín, que realizan acrobáticas figuras a modo de expresión artística), cuando descubrieron otros escenarios en el centro. La catedral de Notre Dame, con sus ocho siglos de historia, fue su primera localización .

Las piruetas de los primeros skaters ante millares de turistas que hacían cola para entrar en el templo pronto fueron un problema para las autoridades, que se resolvió de manera expeditiva: ordenando el destierro del monopatín de la inmediaciones de la gran catedral gótica . Así que se instalaron en los puentes próximos a Notre Dame. De ahí han ido conquistando cada vez más asfalto.

Posar y cobrar

En Montmartre, a las puertas de la basílica, los «ramperos» llevan a cabo sus acrobacias sobre exíguos espacios, ganándose unas monedas por dejarse fotografiar con París al fondo. Son individuos más o menos folclóricos, alejados del «rampero» de rompe y rasga, defensor a ultranza de un arte más puro del sakteboarding. La explanada de Trocadero, por su parte, tiene una de las vistas más impresionantes, con la Torre Eiffel y los jardines. Ese lugar congrega a jóvenes de muy distinta procedencia suburbial.

En la plaza de la República se encuentra una simbólica estatua, una «Marianne» en bronce de 9,5 metros de altura en lo alto de un pedestal de mármol de otros 10 metros de alto . Ese monumento, en esa plaza, ha presidido incontables mítines y manifestaciones de la cólera o el júbilo popular. Ahora preside las no menos incontables acrobacias de la legión de skaters procedentes del departamento 93, el más multicultural y problemático de la periferia parisina.

Seguimos por el corazón del viejo París. En las antiguas Halles (mercados de abastos), inmortalizadas por Émile Zola, se encuentra la venerable iglesia de Saint-Eustache, cuyos cimientos datan del siglo XIII y cuyo desarrollo tuvo lugar en el XIV. Es la iglesia donde fueron bautizados Richelieu, Moliére y Madame de Pompadour; la misma iglesia donde Luis XIV, el Rey Sol, recibió su primera comunión. Tan augusta historia preside hoy las variaciones acrobáticas de los más selectos jóvenes de la periferia parisina.

«¿Qué encanto tiene saltar en monopatín ante la puerta de Saint-Eustach?». «Es una pasada, tío», me dice Tony, «rampero» y rapero procedente de Brétigny-sur-Orge, al sur de la capital. Y añade: « En Brétigny lo tenemos todo muy visto. Así que tomas el metro, vienes aquí y da gusto . Tenemos mucho público, no solo franceses, sino también chinos, rusos, españoles... Nos fotografían. Esta iglesia nos da un “chute” que tiene lo suyo».

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