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El efecto Pigmalión de Hillary Clinton

Detrás de los muchos cambios de estilo de la candidata a la presidencia de EEUU está el mismo hombre: Oscar de la Renta

El efecto Pigmalión de Hillary Clinton afp

maría luisa funes

El efecto Pigmalión tiene origen en un mito griego en el que un escultor se acaba enamorando de su propia obra, una escultura de mujer que acaba cobrando vida. Algo así ocurrió platónicamente a Oscar de la Renta con Hillary Clinton. La política estadounidense era más bien una chica americana del Chicago de principios de los 60: tradicional, republicana y bien peinada. Cuando estudió Ciencias Políticas en el emblemático pero controvertido centro femenino Wellesley College -donde gran parte del alumnado confirma su tendencia homosexual- Hillary cambió de look, adoptando los pantalones, una melena caoba larga y gafas de miope.

Tras Wellesley se marchó a Yale. Allí estudió derecho y conoció a Bill Clinton . Se convirtió en demócrata y destacó como una alumna aventajada, aunque sus atuendos dejaban mucho que desear. Ya en Arkansas y casada con Clinton, dejó su imagen progre y descuidada para llegar a la neutralidad militarizada típica de los años 80. Convertirse en primera dama de Arkansas le hizo retomar los collares de perlas falsas, los trajes sastre de falda, las mechas rubias y la melena corta y lisa. Destacaban una nariz algo sobresaliente y unas cejas muy frondosas, rasgos que más adelante quedarían suavizados. Aunque daba clases de Derecho y formaba parte de un bufete, prevalecía su imagen de esposa y madre.

Y así llegó a la Casa Blanca. Hillary y De la Renta se conocieron en Washington, durante una recepción en el primer año de mandato de Clinton. Ella llevaba un vestido de De la Renta comprado en un gran almacén y el diseñador no dudó en ofrecerle sus servicios. Se convirtió para Hillary Clinton en lo que Oleg Cassini había sido para Jackie Kennedy , un Pigmalión, figura que da seguridad y autoestima a otra persona, produciendo una notable mejora en su aspecto. Comenzó a llevar sus vestidos y seguir sus consejos. Confiaba en que la creatividad y el sentido de la elegancia de Oscar de la Renta mejorarían su paupérrimo sentido del estilo, algo con lo que incluso ella misma ha llegado a bromear. Era de Oscar el vestido amarillo del baile de inauguración del segundo mandato de Clinton.

Los Clinton visitaban con frecuencia la magnífica casa colonial de De la Renta en República Dominicana (hay quien dice que la política decidió postularse a la presidencia en esa casa). Oscar la ayudó a tomar muchas decisiones, como la de aparecer en la portada de «Vogue» tras el escándalo Lewinsky.

Al dejar la Casa Blanca, fue senadora durante ocho años y poco a poco, volvió a sus trajes de pantalón. De hecho, en su biografía de Twitter, actualmente se describe como adepta a los trajes de pantalón («pantsuit aficionado»). El peinado, corto y bien cuidado, era fiel reflejo de una vida tranquila y acomodada. Comenzó a utilizar collares vistosos y maquillaje de labios rojo.

Después de perder en las primarias demócratas contra Obama en 2008, fue elegida secretaria de Estado. De la Renta continuaba a cargo de sus vestidos más importantes, como el del día de la boda de su hija Chelsea. Hillary se dejó la melena más larga, explicando que era la única manera de llegar a un país extranjero y ocuparse personalmente de su cabello sin que los servicios de seguridad tuvieran que investigar al peluquero de turno.

Cuando dejó su cargo tras un ictus, volvió a cortar su melena, adoptando un peinado más sofisticado. Hillary confesó haberse dado cuenta con los años de la importancia de representar adecuadamente al pueblo norteamericano, como primera dama, senadora o secretaria de Estado. Según sus propias palabras, combinaba «glamour con un toque de comodidad maternal». Oscar declaraba: «Me encanta Hillary. Espero que pronto tengamos una mujer presidente».

Ahora Clinton anuncia su candidatura, con el deseo de convertirse en la primera presidenta de los Estados Unidos. La ausencia de un rival claro por ahora, el hartazgo estadounidense de soportar dirigentes «novatos», la naturaleza disciplinada de Hillary, su experiencia a nivel internacional, su conocimiento de las cloacas de Washington y unas inagotables ansias de poder, pueden otorgarle su eterno sueño. A buen seguro que este Ave Fénix sabrá volver a utilizar la moda como le convenga.

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