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Londres dice no al «Buckingham» de la Familia Real catarí

Las autoridades municipales alegan que faltan pisos en Londres y le prohíben unir tres casas para crear un palacio en Knightsbridge

Londres dice no al «Buckingham» de la Familia Real catarí reuters

luis ventoso

En una ciudad en la que el dinero siempre encuentra una alfombra roja , nadie lo podía esperar. Ha sorprendido el sonoro portazo de las autoridades municipales del barrio de Westminster a los planes de la Familia Real de Qatar para construirse un gran palacio en el corazón de Londres.

Hasta ahora, la política inglesa era de apertura absoluta ante las inversiones de los árabes, célebres por sus alardes de ostentación en la metrópoli londinense, que empiezan por sus ferraris de diseños imposibles pedorreando a escape suelto por las calles de Knightsbridge. La tolerancia es tal que en algunos bancos de la City, propiedad de los sultanatos petroleros, se admite que de puertas a dentro rija la «sharia», la estricta ley coránica. Esta misma semana, Qatar ha cerrado la compra del barrio financiero de Canary Warhf, el mascarón de proa del Londres más vanguardista. Ayer mismo, la aerolínea Qatar Airways subió su participación en IAG, el grupo aéreo que integran Iberia y British Airways. Los cataríes han ido adquiriendo muchos emblemas de Londres , desde Harrods hasta una parte del mercado alternativo de Camden, pasando por el 10 por ciento de la propia Bolsa. Por eso nadie esperaba un «no».

La Familia Real de Qatar quería contar con su pequeño Buckingham en Londres , un palacio reformado con vistas a Regent’s Park, la zona donde también han buscado casa los actores Brad Pitt y Angelina Jolie. El año pasado la Familia Real adquirió por 190 millones de euros los números uno, dos y tres de Cornwall Terrace, gestión que dirigió la conocida Jequesa del turbante, Sheikha Mozah bint Nasser, de 55 años. Es la segunda de las tres esposas del Emir Hamad, de 62, que abdicó el pasado año en favor de uno de los hijos de ambos, Tamim, de 34 años, formado en el Reino Unido. El nuevo soberano absoluto es un amante de lo inglés, incluido un paso por uno de los colegios de los patricios británicos, Harrow, y por la academia militar de Sandhurst, que por ecos coloniales fascina a los árabes.

La Jequesa mantenía a un tropel de arquitectos, decoradores y abogados trabajando en la unión de los tres edificios para crear su palacio. El conjunto fue concebido en 1820 por John Nash, el arquitecto del verdadero Buckingham, y por su discípulo Burton. Con la reforma se quería crear una vivienda de 3.000 metros cuadrados, con planta subterránea y tres superiores y una gran terraza, con jardín italiano en mármol con filigranas. El palacio, que servirá de residencia al nuevo emir, se convertirá en la vivienda privada más cara del Reino Unido, valorada en 254 millones. No faltaría de nada: diecisiete dormitorios, catorce salas, nueve baños, spa, gimnasio, piscina, bodega, salas de juegos, salón de fumadores. La temperatura interior sería de 23 grados.

Pero las autoridades municipales de Westminster han paralizado el plan con una seca nota: «Su planeamiento ocasionaría la pérdida de unidad de la vivienda y no se ajustaría al plan estratégico de la City de Westminster de noviembre del 2013». Y lo zanjan así: «La negociación no ha podido superar las razones del rechazo».

Aunque las casas gozan de la protección máxima, el Grado 1, no se han invocado motivos de conservación, sino que en Londres hay tal carestía de vivienda que no se puede reducir el número de pisos existentes uniendo varios. Suena a excusa rebuscada, porque lo cierto es que la zona donde se ubica Cornwall Terrace es tan prohibitiva que no va a aliviar los problemas de ningún londinense, ni siquiera de clase media alta, por la sencilla razón que se les iría de presupuesto.

Los cataríes intentaron arreglar el problema a su modo, es decir, con dinero. Ofrecieron donar 1,1 millones de euros en metálico al fondo municipal de promoción de viviendas asequibles. Pero el Ayuntamiento dijo que no. Además, poco arreglarían: con 1,1 millones de euros apenas se compra en ese barrio un apartamento de una habitación.

Unidos contra los cataríes

Westminster está gobernado por los conservadores. La oposición laborista ha apoyado su decisión: «Las historias de mega-ricos aparcando su dinero en Westminster han llegado a un punto en que lo que se estaba haciendo volviendo embarazoso para la autoridad local. No necesitamos más casas de multimillones de libras, sino viviendas para las familias de ingresos medios y bajos», explica el portavoz laborista Paul Dimoldenberg, no sin un poco de demagogia populista.

Las bombas del «Blitz» de Hitler destrozaron en su día Cornwell Terrace. En los setenta decayó y sufrió hasta una «okupación hippy». Ahora el cannabis y el pachuli iban a dejar paso al palacio de los jeques, pero no podrá ser. Ya lo decía la sabiduría popular del culebrón: los ricos también lloran.

El pequeño sultanato de Qatar, de 2,1 millones de habitantes, ostenta la mayor renta per cápita del mundo. Es una monarquía absoluta, rige la «sharia» y la familia Al Thani manda desde hace 150 años con mano de hierro. Los ingleses han venido manteniendo una polémica con Qatar por un asunto que a veces parece más grave que la política o la economía: el fútbol. Acusan a Qatar de haber comprado con sobornos el Mundial 2022, privando de él a Inglaterra. Algo ratificado por una investigación interna de la propia FIFA, que luego prefirió enterrar. Porque el dinero en algunos sitios sí abre todas las puertas.

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