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Manuel Filiberto de Saboya: «No envidio a los monarcas de mi generación. Yo siempre supe que no reinaría»

El nieto del último Rey de Italia habla con ABC sobre su nuevo proyecto: Prince Tees, una colección de camisetas «deluxe»

Manuel Filiberto de Saboya: «No envidio a los monarcas de mi generación. Yo siempre supe que no reinaría» prince tees

martín bianchi

Manuel Filiberto de Saboya (42 años), nieto del último Rey de Italia, pisó su país por primera vez en diciembre de 2002. Por entonces, el Príncipe de Venecia y de Piamonte tenía 30 años y triunfaba en el mundo de las finanzas y la banca suiza. Pero el «ritorno» a la patria reescribió por completo el cuento del príncipe exiliado . «Estuve fuera durante tanto tiempo, y se dijeron tantas cosas sobre mi familia, que decidí que era hora de acercarme a los italianos. Y qué mejor manera de hacerlo que a través de los medios de comunicación», explica en una conversación telefónica con ABC.

Su incursión en la versión italiana de «Bailando con las estrellas» lo catapultó al «star system» de la RAI. Tras enseñar sus pasos de tango y chachachá a millones de telespectadores, el hijo de Víctor Manuel de Saboya cantó en el Festival de la Canción de San Remo, compitió en «La isla de los famosos» y presentó «Miss Italia». «Era la única manera de que se dieran cuenta de que soy normal», aclara. Hace dos años decidió saltar al otro lado de la cámara y fundó dos productoras de televisión y cine con base en Londres y París.

Su última criatura es Prince Tees, una línea de camisetas 100% «made in Italy» que arrasa en su país. Está muy entusiasmado con esta colección de t-shirts en algodón y cachemir confeccionadas en una fábrica de Padua, en la región del Véneto, antiguo dominio de los Saboya. Su socio es el magnate textil Enzo Fusco, propietario de firmas como Blauer y C.P. Company. «Me visto de manera sencilla: vaqueros y camisas blancas. Pero me faltaba algo en mi armario y decidí fabricarlo», explica. «Siento que he encontrado mi camino, estoy haciendo algo que realmente me gusta».

No siempre fue así. Durante sus primeros años en Italia, Manuel Filiberto se sintió discriminado. «La gente me juzgaba antes de conocerme. Nunca entendí por qué tuve que estar en el exilio cuando yo ni siquiera había nacido en 1946», dice. Por eso se entregó a los medios, para «limpiar» el nombre de su familia, manchado por los lazos de su bisabuelo y su abuelo con el fascismo y las leyes raciales del nazismo. «No lo he hecho solo por el pasado, sino también por el futuro, por mis hijas, que viven en Italia», dice.

Incluso se sumergió en la caótica política de su país, presentándose a las elecciones europeas de 2008. «Lo hice con la esperanza de lograr un cambio. Pero la política es algo único y extraño», admite. Aquel fallido sometimiento a las urnas fue una «cura de humildad». «Descubrí que hay otras personas que lo hacen mejor que yo». Por ejemplo, el primer ministro Matteo Renzi, en quien ha depositado su confianza: «Es joven, dinámico, tiene buenas ideas y cuenta con el respaldo del 40 por ciento del electorado. Tenemos que apoyarlo».

El príncipe rebelde

Manuel Filiberto no es un príncipe al uso. Jamás tuvo intenciones de exigir sus derechos dinásticos e incluso pidió disculpas por la demanda millonaria que presentó su familia contra el gobierno italiano por «los daños sufridos durante el exilio». «Podía haberme quedado en mi casa, mirando a través de una ventana y pensando en los viejos tiempos de la monarquía. O podía seguir adelante. Elegí lo segundo», dice.

A veces seguir adelante implica romper moldes. Como cuando se casó con la actriz francesa Clotilde Courau , a la que define como una mujer «de izquierdas y progresista» . «Muchos me criticaron por no casarme con una princesa, pero mire el ejemplo de su Rey, Felipe VI, que está casado con la mujer que ama. Letizia no es noble, pero es bella e inteligente. Eso me parece maravilloso. Hay que seguir los propios instintos. Gracias a ellos yo he conseguido que los italianos me quieran, algo que otros Saboya no pudieron lograr».

El Príncipe de Piamonte es de la misma generación que Don Felipe e incluso es amigo de esta nueva hornada de reyes europeos. «Pero no envidio a los monarcas de mi generación. Yo siempre supe que no reinaría. Está bien tener referentes, siempre y cuando sean personas a las que realmente puedes imitar. Uno tiene que saber cuál es su lugar en la vida, y yo sé que soy un ciudadano italiano, como cualquier otro».

No cree que ser una «celebrity» sea más o menos difícil que ser rey. «No tengo una vida difícil. Soy feliz porque todo lo que tengo lo he conseguido solo. Cuando llegué a Italia no era fácil llevar el apellido Saboya. La historia la escriben los ganadores y mi familia quedó en el bando de los perdedores. Pero ahora los italianos entienden que no soy culpable de los errores de mis antepasados».

En 2012 su felicidad se tambaleó cuando le diagnosticaron un tumor maligno en el tabique nasal. «Me lo extirparon y ahora me hago revisiones periódicas. Estoy muy bien. Para mí fue una lección. Los hombres solemos evitar las consultas médicas y al final terminamos metidos en la mierda. Perdón por la expresión, pero es así. A veces nos sentimos invencibles y este tipo de avisos nos traen de vuelta a la realidad».

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