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estilismo

El look del Pequeño Nicolás

Con un estilismo que parece sacado del videoclip «Amo a Laura», Francisco Nicolás fue capaz de mimetizarse con sus ídolos del Partido Popular

El look del Pequeño Nicolás abc

ana ureña

En los años 70, las estrellas del rock tenían a la gran Bebe Buell, una modelo que les perseguía sin cesar por los conciertos y se colaba en todos los «backstages». En la actualidad el Partido Popular tenía a Francisco Nicolás Gómez Iglesias, que al igual que Buell es un «groupie», pero de políticos. Y no le quitemos méritos, es EL «groupie» de los políticos del partido de la gaviota.

Con unos 20 añitos, y cara de pánfilo, este estudiante del Centro Universitario de Estudios Financieros (CUNEF) de Madrid, se hizo pasar por varios cargos públicos y fue capaz de infiltrase desde los pasillos de Génova, hasta en una reunión de Ibex-35, pasando por el palco del Santiago Bernabéu y el besamanos de la Coronación del Rey Felipe VI, armado tan solo de una cosa: su look infalible que parece sacado del videoclip «Amo a Laura».

Para aquellos que no recuerden este video/parodia cantado por un grupo ficticio como arma de marketing de la MTV, el estilismo de sus protagonistas era calcado de los de las «Nuevas Generaciones». Y este es el aspecto que mejor definiría al ya bautizado «Pequeño Nicolás». Pijo, sí, pero pijo rancio con olor a naftalina. Para visualizarlo mejor: jersey azul de pico de lana gruesa (de esos que pican), camisa azul celeste con el cuello blanco almidonado (dentro del pantalón cuando lleva chinos, y fuera del pantalón si son vaqueros y va de «sport»), corbatas con el nudo un poco suelto, chaquetas que le quedan un poco grandes (estilo las de uniforme de colegio que los padres te compran una talla más para que te duren dos cursos escolares), cinturón de marca blanca, y zapatos negros de cordones, con calcetines de colores (en algo hay que arriesgar).

A eso añadimos un peinado antiguo con patillas, raya lateral y aderezado con gomina (posiblemente de marca asequible como Giorgi, que además suena a internacional), pero dejando los rizos de las puntas intactos.

Y si con su imagen ya tenía el 90% de éxito de infiltración asegurado, al mimetizarse con sus víctimas, remataba el 10% restante con su «divismo», o lo que es lo mismo, una seguridad en sí mismo casi enfermiza que le abría las puertas de todas las fiestas privadas a las cuales se presentaba, posiblemente escoltado, porque él sabía como engañar a veces solo con actitudes. Más de uno le habrá oído decir indignado eso de«¿No sabe usted quién soy yo?».

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