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Memorias de Marina Castaño: «Una venganza contra los que me traicionaron»

Hace años que la viuda de Cela prepara un libro en el que habla de los bastardos del Nobel

Memorias de Marina Castaño: «Una venganza contra los que me traicionaron» josé garcía

a.l. jiménez

Ya hay sentencia firme. El Tribunal Supremo ha puesto orden en el controvertido asunto de la herencia del escritor Camilo José Cela . El alto tribunal rechaza el recurso de su viuda, Marina Castaño (57 años), contra la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid que otorgaba dos tercios del legado al hijo del fallecido. Camilo José Cela Conde deberá recibir 5,2 millones de euros, cantidad que no se cubrió con la donación de un cuadro de Joan Miró (El cuadro rasgado), la única herencia que recibió en un primer momento.

Para la viuda de Cela - hoy flamante señora del prestigioso cirujano Enrique Puras - era una resolución asumida, pero ¿acaso intentando menoscabar la legitimidad a percibir dos terceras partes de la herencia por parte del único varón reconocido del escritor, lleva varios años amagando con publicar unas memorias que no terminan de ver la luz? ¿O hay motivos que se nos escapan a todos? En aquel libro que «iba muy avanzado» y que «retomaba a ratos», tal y como adelantó a diferentes medios, se hablaba de la intensa vida sexual del Nobel así como de la indeterminada cantidad de retoños bastardos que podría haber concebido el autor.

Tal vez por ello, en un primer momento Marina Castaño anunció que aquel texto -construido a partir de sus notas, las agendas de ambos y los recuerdos era «una venganza hacia todos aquellos que la traicionaron». Tiempo después se cuestionaba; «¿para qué contarlas?», para terminar añadiendo que le gustaría «que se supiese que nos amamos intensamente durante 17 años». El caso es que por motivos desconocidos, la vendetta en tinta de Castaño no termina de ver la luz.

De aquellos capítulos ya escritos en el 2012, año del décimo aniversario de la muerte de Cela, la propia periodista avanzaba el contenido bomba de algunos episodios. Por ejemplo, que hasta 1985, cuando la conoció, el septuagenario que presumía de no haber amado: «¡Jamás! ¡ Siempre he dicho que lo a mí me gusta es joder!». Terminó recibiendo clases particulares de una jovencísima Marina, con la que se licenció en ternura. «Yo le enseñé a mi marido a decir te quiero. No lo había dicho en la vida. No se había enamorado nunca», resumía la maestra.

Durante los años en los que estuvo casado con su primera mujer, Rosario Conde -la misma que rescató el manuscrito de «La Colmena», de la chimenea a la que el escritor lo había arrojado-, no tuvieron más relación que la exigida por su «contrato matrimonial», ya que sentimentalmente nunca estuvieron unidos, según confesaba ella a la revista «Interviú» en 1989. De ahí que el «hombre que sabía tratar muy bien a las mujeres y que gozaba de la esencia del seductor», según la propia Castaño, tuviera no sólo múltiples amantes sino un número indeterminado de hijos.

«Era un hombre muy mujeriego hasta que me conoció y él mismo me habló de algún que otro hijo natural -rememoraba su viuda-; en un viaje a EE.UU se le presentó un muchacho y le dijo que era su hijo. Se llamaba Camilo». Algo que también recordaba Paco Marquina, biógrafo del escritor: «Decía que tenía un hijo en Fredericksburg dedicado al lucrativo negocio de las grúas», historia que el mismo Cela literaturizó en su «Nuevo Viaje a la Alcarria». Pero las simientes bastardas son más y la propia Marina hablaba de otra hija en Mallorca: «Es una mujer bellísima que tuvo con la mujer de un médico de Palma. Sin embargo, no voy a aportar ningún detalle sobre su identidad, aunque la he conocido».

Su versión parece sustentada en el excelente «Retrato de Camilo José Cela», de Marquina, donde el poeta aporta más pistas para descubrir a la prole ilegítima de Cela. «Tuvo en Mallorca otras [relaciones y amoríos] prolongadas y fructíferas con M.R. y con E.K. Luego tuvo otra, también seria y duradera, con T.M., una dama de Barcelona, a la que la propia Charo Conde trató como una señora "guapa, elegante y discreta"». Marina Castaño aseguraba en sus traídas memorias que ella «tuvo conocimiento de tres o cuatro de sus múltiples relaciones pero el número había sido muy superior, como también lo era el número de hijos naturales, en su mayoría eran varones, y todos, o casi todos, llamados Camilo o Camilo José».

Entre algunos de sus affaires confesos que contaba la propia Marina, había: «una conocida actriz en activo que me abstengo de nombrar... Aunque la verdad es que fueron varias las actrices con quienes mantuvo relaciones puramente sexuales, ya que otro tipo de vínculo no le interesaba». No obstante, la viuda de Cela guardaba buenos recuerdos de alguna de las queridas de su esposo, como Amelia, venezolana de origen, «por la que sintió algo especial pero no suficiente para dejarlo todo». Según Gustavo Guerrero, autor de «Historia de un encargo: La Catira de Camilo José Cela», reconducía la realidad de esta dama: En realidad, se llamaba Amelia Góngora Parker y frecuentaba el círculo del dictador Marcos Pérez Jiménez.

Casadas, solteras, mises, traductoras, actrices, amas de casa... Parece innegable que don Camilo fue un hombre de intenso apetito sexual aunque «el alarde de presumir de haber llenado el mundo de hijos podría ser una de esas hipérboles que le ayudaban a encubrir al Cela más íntimo», como manifestaba su amigo el escritor Francisco García Marquina, lo que no obsta para que él mismo admitiera la posibilidad de «que tuviera otros hijos no reconocidos», o hijos bravos, como los denominaba el Nobel. Así las cosas, de aparecer algún otro Camilo José en escena, ¿daría un nuevo vuelco su controvertida herencia?

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