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La misteriosa muerte del sobrino del barón Heini Thyssen

El conde Federico Zichy-Thyssen era uno de los hombres más ricos de Argentina. Sus seis hijos investigan las circunstancias de su repentino fallecimiento

La misteriosa muerte del sobrino del barón Heini Thyssen abc

martín bianchi

«A Federico no le mataron, él no lo hubiera permitido. La sola sospecha es absurda», se lamenta un aristócrata argentino que conoció de manera íntima al conde Federico Zichy-Thyssen, uno de los hombres más ricos de Argentina y sobrino del barón Heini Thyssen-Bornemisza . La repentina muerte del noble germano-húngaro, dueño de una fortuna estimada en más de 500 millones de euros, ha explotado como una bomba en el mar de calma por el que navega la alta sociedad porteña. Algunos ilustres miembros de la flor y nata rioplatense están furiosos ante los últimos movimientos de los seis hijos del heredero del gigante metalúrgico ThyssenKrupp , quienes han ordenado una investigación judicial para «esclarecer las circunstancias» del fallecimiento del conde.

Zichy-Thyssen, de 76 años, murió el pasado 13 de agosto en Buenos Aires, la ciudad donde se refugió con su familia en 1942 escapando del nazismo. Laura Arce, su quinta esposa, fue quien confirmó la noticia a ABC. «Murió a causa de un paro cardíaco», se limitó a decir la bella galerista, que se divorció del empresario en 2009. Arce, veintiún años más joven que el conde, no ha querido ahondar en las causas del fallecimiento ni en la agitada vida sentimental de su exmarido.

Al igual que su tío, Zichy-Thyssen se enamoraba del amor . Se casó al menos seis veces. Su primera esposa fue la brasileña Alayde Mutzenbecher, con quien tuvo tres hijos: Alejandro, Marcia y Claudia. En 1976, el mismo año de su divorcio, volvió a hacerlo con la paraguaya María Stella Fratta Silvero, con quien tuvo a Federico Jr.. Se separaron en 1984 y tres años después dio el «sí, quiero» a la argentina María Inés Sellares. De esa relación nació Gabor. Luego llegaría un breve matrimonio con la «vedette» Norma Sebré y un affaire con una misteriosa alemana, con la que tuvo a Marlene.

El conde ya tenía 70 años cuando se divorció de Arce, pero eso no le impidió casarse nuevamente, casi en secreto, con la dominicana Raquel Román. Ella fue la última en verlo con vida en una exclusiva clínica de Buenos Aires, donde ingresó con una insuficiencia renal y cardiorrespiratoria. Al día siguiente de su muerte un juez y un fiscal irrumpieron en la sala donde se le estaba velando con la orden de realizar una autopsia al cuerpo. Fuentes cercanas a la familia indican a ABC que los investigadores «no descartan ninguna hipótesis».

Guerra parricida

«Los hijos dicen que las circunstancias de su muerte han sido dudosas. Pero creo que ha sido una reacción histérica para molestar a su última mujer», señala un exempleado del más reservado de los Thyssen. Ahora, el cuerpo del conde yace en una morgue de la capital argentina y no en el panteón familiar, en el castillo de Landsberg (Alemania), donde él quería descansar junto a sus padres y tíos.

«En los últimos años todos le dejamos de ver, incluso sus hijos. Era una familia que se quería mucho, pero él no fue fácil como padre, y eso tuvo consecuencias», revela el artista Bony Bullrich, que fue su secretario privado durante tres años y medio. En 2004, los seis hijos solicitaron la incapacidad del noble, preocupados por su frenético estilo de vida a golpe de talonario. Entre sus caprichos figuraban «La Serena», una villa en la Costa Azul donde veraneó Winston Churchill ; las míticas caballerizas de Egerton, en Inglaterra, donde se criaron los caballos de Eduardo VII; o un millonario jet Gulfstream 5.

«Federico gastaba mucho pero era su fortuna. Los hijos temían que se acabara el dinero, aunque él no iba a desheredarlos ni mucho menos. Aún así se inició el proceso para incapacitarle pero no prosperó porque llegaron a un acuerdo: no podía vender o comprar bienes sin la autorización de sus herederos. Estaba bien de la cabeza y podría haber ganado el litigio, pero no quiso escándalos», comenta otro viejo colaborador suyo. Ese fue el detonante de la ruptura en el seno de los Zichy-Thyssen.

El conde, hijo de Gabor Ladislao Zichy, chambelán del Emperador Francisco José de Austria, siempre prefirió la compañía de sus caballos árabes al bullicio de las fiestas. Gracias a la fortuna de la ThyssenKrupp –vendió sus acciones en 1995 por 1.000 millones de euros–, se convirtió en uno de los mayores terratenientes de Argentina. Poseía más de 60.000 hectáreas de tierra en ese país, además de fincas en Paraguay y España, donde acababa de comprar la Hacienda Vadillo, de Miguel Báez «El Litri», por 7,5 millones de euros.

«Federico vivía por y para sus caballos árabes. Era uno de los mejores criadores de árabes del mundo», reconoce la princesa Laetitia D’Arenberg, gran confidente del conde. «En 1968, cuando me instalé en Buenos Aires con mi marido, el Archiduque Leopoldo de Habsburgo-Lorena, Federico fue nuestro ‘‘ancla’’, nuestro amigo, nuestro guía. Inmediatamente nos abrió las puertas de su grupo de amigos, fundamentalmente europeos que vivían allí», evoca la princesa, que ahora reside en Uruguay, donde cría sus propios caballos en las cuadras que alguna vez pertenecieron al conde.

Un pasado oscuro

«Era muy retraído, le gustaba estar con su esposa y sus íntimos. Iba a algunas fiestas, pero era hipersensible. Existe el mito de que tenía mal humor, pero en realidad era muy inseguro, solo buscaba afecto real», explica Bullrich. «Era muy ingenuo y muy desconfiado, ambas cosas. Eso se debe a su historia. Llegó de niño a Argentina y la alta sociedad porteña no le recibió con los brazos abiertos. Heredó mucho dinero, pero también un ‘‘karma’’», detalla quien fue su mano derecha en momentos críticos, como cuando sufrió un aparatoso accidente automovilístico en Cap-Ferrat que le dejó en cama durante seis meses.

El «karma» de Zichy-Thyssen tenía forma de esvástica. Su abuelo, Fritz Thyssen, financió al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Hitler le nombró miembro del Reichstag y del Consejo de Estado. Según la historia oficial, el empresario comenzó a distanciarse del nazismo tras la «Noche de los cuchillos largos» de 1934, aunque siguió formando parte del partido y del Parlamento. El 1 de septiembre de 1939, cuando el Reichstag aprobó la invasión de Polonia , envió un telegrama a Göring en el que decía: «Estoy en contra de la guerra». Escapó con su mujer y su hija, Anita Thyssen (madre de Federico), a Francia, pero fue atrapado y confinado al campo de concentración de Dachau.

«Federico se crió pensando que era el nieto de un héroe», asegura Bullrich. Aunque no todos coinciden con esa versión. «El abuelo de Federico no huía del nazismo, sino de los inspectores de Hacienda», explica a ABC el periodista David R. L. Litchfield , autor del libro «La historia secreta de los Thyssen» (Planeta). «Los nazis mataban a los defraudadores y por eso Fritz intentó escapar. La historia oficial dice que estuvo en un campo de concentración, pero lo cierto es que permaneció recluido en una cómoda unidad VIP. Su mujer, Amélie, la abuela de Federico, fue miembro del Partido Nazi desde los inicios del Tercer Reicht. Y fue la mujer más poderosa de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial», añade el escritor, que también fue biógrafo de Heini.

Tanto Litchfield como Bullrich coinciden en que la relación entre Federico y el barón Thyssen nunca fue buena. «El pasado nazi de los Zichy-Thyssen tuvo mucho que ver en la rivalidad entre ambas familias», señala el periodista, aclarando que la rama de Heini no quería saber nada de sus primos nazis. Y viceversa. «La madre de Federico era agresiva con Heini, decía que era un playboy y que no servía para nada», concluye Litchtfield. «El conde sentía que la rama fuerte de los Thyssen era la de él y no la de los Thyssen-Bornemisza», desvela Bullrich. Pese a todo, tío y sobrino tuvieron vidas parecidas. El gen Thyssen.

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