Avión, la remota fortaleza estival del multimillonario Carlos Slim
El segundo hombre más rico del mundo volvió a escoger este pequeño pueblo de Orense para disfrutar, en la intimidad, de unos días de descanso
Cristina pichel
La segunda mayor fortuna del mundo ya no está en Avión. El mexicano Carlos Slim partió el lunes desde el aeropuerto vigués de Peinador a bordo de su jet privado tras pasar cinco días en casa -por no decir mansión- de su buen amigo Olegario ... Vázquez Raña, hijo de emigrantes gallegos que, como muchos, hicieron riqueza en México para después exteriorizarla en su pueblo. El pequeño ayuntamiento orensano de Avión, de apenas 2.000 habitantes y cinco sucursales bancarias, es la historia del éxito millonario a base de esfuerzo .
Se podría considerar el Miami gallego, aunque sin playa, pues Avión está tan dentro del monte que mientras se intenta llegar cuesta pensar que allí, en medio de la nada, pueda existir algo más que una frondosa vegetación. Es precisamente su tranquilidad y el contacto con la naturaleza lo que ha cautivado a Slim. Lo segundo lo tiene asegurado. Lo primero, no obstante, es algo más complicado. No por los vecinos, que lo acogen como a uno más, sino por los medios de comunicación, deseosos de saber qué hace en este recóndito lugar el segundo hombre más rico del planeta.
El dueño de la telefónica Claro resguardó su intimidad dentro de los impenetrables muros de la vivienda de su anfitrión. Salió en contadas ocasiones para ir a una romería con amplia presencia de emigrantes gallegos en México o para jugar alguna partida al dominó en el bar Moncho. De lo último, al contrario que durante su visita en 2013, no hay fotos. Un Slim más reservado se aseguró primero de comprobar que los periodistas habían desistido.
Festividad por todo lo alto
Tampoco con los vecinos se prodigó en demasía, aunque su presencia, a veces, puede incluso llegar a pasar desapercibida. Ningún guardaespaldas le acompaña. Sus gustos tampoco parecen extravagantes. «¿Qué come? Pues comerá lo normal porque aquí caviar no tenemos», remarca una joven trabajadora del ultramarinos del pueblo -que sí vende, «por encargo», jamón de bellota 5 Jotas-, asqueada de tanta presencia mediática. Todos en Avión lo están, pero saben que es lo que toca cuando llega el primer fin de semana de agosto: San Roque, patrón local.
Y en casa de Olegario Vázquez Raña, el 2 de agosto es casi festividad nacional. El cumpleaños de su esposa, María de los Ángeles Aldir, se convierte todos los años en un punto de encuentro de empresarios llegados desde ambas partes del Atlántico, buenos amigos y escasos políticos . Comida gallega y jolgorio hasta altas horas de la madrugada.
El bullicio del sábado contrastaba con la calma de ayer. Ya sin libreta de por medio, todo es más sencillo. Porque la vida en Avión es eso, sencillez. Al menos durante once meses al año. En julio ya empiezan a subirse las persianas de las decenas de mansiones que se rifan el poderío y los coches de lujo se amontonan por las estrechas calles de un pueblo golpeado por la miseria de principios del siglo XX que buscó «vida» fuera de España.
La encontró en Alemania, Suiza, Venezuela, Cuba, pero sobre, en el país azteca. Los Vázquez Raña son el vivo retrato de una familia sin blanca que antes de la guerra se embarcó sin pasaje de vuelta a su Galicia natal y, tras años de sudor, construyó un negocio boyante en el sector del comercio al tiempo que sus hijos se abrían paso en el mundo de las finanzas, sanidad, etc. Como ellos, muchos otros vecinos . Los sucesivos balcones con banderas gallegas, españolas y mexicanas les recuerdan siempre de dónde son y dónde se ganaron el pan. A sus descendientes les toca ahora mantener vivos los lazos.
Pueblo de contrastes
En ocasiones, la morriña tiró por algunos de los que se fueron, que aún guardan el acento y un mal recuerdo. «Allí es todo muy peligroso», cuenta un emigrante retornado ya en 1985. Y después están los de siempre, los oriundos que se quedaron para trabajar la tierra. Miran sin envidia la riqueza ajena porque lo suyo también es un triunfo. Lo dice la señora Carolina, que a sus 94 años todavía recuerda aquel tango que bailó de joven con un argentino que la quiso conquistar. «Era pobre, sí, pero el que venía quería esclavizarme». «Pero yo triunfé, bailé y no me casé». Vive en la misma casa humilde de siempre. Enfrente, más mansiones. Todas ellas, vacías.
Avión, la remota fortaleza estival del multimillonario Carlos Slim
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete