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Ana Curra: «Con Alaska acabaré colaborando si las agendas lo permiten»

Icono de la Movida madrileña, acaba de cerrar una etapa llevando al directo «El acto», disco clave de los ochenta

Ana Curra: «Con Alaska acabaré colaborando si las agendas lo permiten» Eduardo P.V.Rubaudonadeu

a.l. jiménez

La fatalidad llegó un 14 de mayo de 1983. Mientras Madrid era un hervidero de vanguardia y se abría a la Nueva Ola musical, pictórica, literaria y fílmica, moría en accidente de tráfico Eduardo Benavente, considerado uno de los artífices de aquella sacudida contracultural. Quien fuera el amor de su vida, compañera de Los Pegamoides ( junto a Alaska , Canut y Berlanga) y después en Parálisis Permanente, es hoy profesora de conservatorio, ex pareja del fotógrafo Alberto García-Alix y amiga de quienes integraron aquel soplo de aire fresco que cambió la pana por estrass en España. «El acto», disco de culto ochentero, se escenificó por última vez el sábado en la sala Shoko. Nadie con afán de «búsqueda», debió perdérselo.

-El viernes en la Sala «El Sol» y el sábado en Shoko. ¿Cómo es este réquiem-resurrección de «El Acto»?

-Es la idea de traspasar los límites de una experiencia posible, de un legado de canciones que han trascendido y que por los resquicios más underground han penetrado.

-Van tres «Actos»: El del 1982 presentado en Rock-Ola, el del 2012 y el de la pasada noche, que pone punto y final a la aventura. ¿Y ahora...?

-¡Es lo malo y lo bueno de acabar una aventura!: Que hay que comenzar otra.

-Subirá nombres de los seguidores que conformarán un álbum limitado deluxe e incluirá sus fotos en una performance...

-Esta gira termina con la proyección de un video que incluye a muchos de los que han seguido y hecho posible esta criatura, un deseo, una duda que el espejo del público ha conseguido hacer realidad. Con la canción de «Unidos» queremos dar las gracias.

-¿El Acto se refiere: al acto sexual, es una metáfora, o ha cambiado su intención a día de hoy?

-En aquel momento y a esa edad (año 82), la parte sexual lo inunda todo, las hormonas mandan y el sexo es tan revolucionario que lo explica todo, pero yo era consciente que tenía más lecturas.

-31 años sin Eduardo Benavente (ex Pegamoide, ex Parálisis Permanente). ¿El accidente en que murió –y cuyo coche conducía- fue el inicio del fin de la Movida?

-Para mí fue vivir la certeza de la muerte, lo cambió todo. De un día para otro tuve que hacerme mayor y no tenía suficientes herramientas, me pudo. Fue el final de «mi» vida.

-El año pasado escribió: «Hoy hace 30 años que desplegaste tus inmensas alas negras y me quedé sola con tu ausencia. Han pasado miles de cosas y ya consigo reivindicar tu nombre con lágrimas de alegría y orgullo de habernos penetrado hasta los tuétanos y marcada de por vida. Nos veremos en la orgía final».

-Ya he cerrado una deuda pendiente con mi propia historia, con el amor y la muerte.

-Se la conoció como «la viuda de Madrid».

Así me decían. Yo recuerdo que a Eduardo y a mí nos encantaba descender por la escalera de la sala Sol con aquel espejo inmenso y su alfombra roja que reflejaba tanta juventud y arrogancia a partes iguales. Cuando lo hice sola por primera vez, después de su muerte, fue un auténtico duelo y el espejo lo corroboraba.

-Eduardo, el joven que aprendió a tocar la batería en una semana, ¿dónde habría llegado hoy?

Dado su gran talento y capacidad de transformación y de hacer genuino lo aprendido, las influencias, su propia experiencia que hoy sería mucha, creo que seguiría sorprendiendo siempre.

-«Tengo un pasajero» trata del síndrome de abstinencia». Aunque asegura que en aquella época ni él ni usted consumian mucho, sí has admitido que tras su muerte, fue tu mejor antidepresivo.

«Tengo un Pasajero» es eso y mucho más, cada uno que se lo tome como quiera. Nada es intrínsecamente malo ni bueno, es lo que hay. Yo lo asumo y ha sido mi camino de aprendizaje, no me arrepiento porque he podido salir y en aquel momento sirvió de bálsamo a mi locura de dolor.

-Todos lo probaban. Todos coqueteaban con ella, menos Alaska, que no salía y prefería leer revistas. ¿Qué tal se lleva con ella y con Canut, compañeros en los Pegamoides?

-Más que llevarme o no llevarme les quiero mucho a los dos, cada uno de ellos es un cachito de mí y siempre lo serán. Me siento orgullosa de ello y de ellos.

-¿Habéis hablado de colaborar juntas?

-Siempre queda abierta la posibilidad y lo haremos tarde o temprano. El otro día lo hablamos pero la situación tiene que fluir, a veces las agendas lo impiden.

-Costus, Berlanga, Alaska, Fabio, Bonezzi, Almodóvar, Bibi, Pozzi, Auserón, ¿cómo era aquel espacio-tiempo madrileño?

-Tiempos de color, de ebullición, de electricidad, de juventud, de creación , de ruptura, de héroes por un día.

-McNamara les presentaba los directos... ¿Qué te parece su conversión a la fe?

-Las presentaciones de Fabio eran para quedarte perplejo, su capacidad para improvisar y epatar no tenían parangón. Su conversión a la fe creo que «ha salido de Málaga para meterse en Malagón», pero los caminos de la iluminación son inescrutables.

-Estaban, también, los cavernícolas –como los llamaba Tena-, Leño, Burning, Barricada, Coz, Obús... ¿Cómo les sentaba que les llamaran «los modernos»?

-Lo decían de forma peyorativa porque éramos mas jóvenes y les habíamos desbancado y no les faltaba razón. A mí nunca me ofendió porque era la verdad, traíamos aires nuevos de ruptura con olores mucho mas frescos e innovadores, sin tantos tópicos y con mucho nihilismo.

-Todo se cocía entre el Penta, El Sol, la casa de Costus, Rock-Ola, y el rastro.

-Era la ruta obligada para nutrirnos cada día y saciar nuestra sed. Incluía también local de ensayo que en nuestro caso fue Tablada, esenciales para moldear nuestros deseos, íbamos cada tarde.

-Lugar, por cierto, donde como Pegamoides tuvieron una pelea estupenda por culpa de Ramoncín, durante la presentación de «Los helechos arborescentes de Umbral», ¿qué pasó?

-Umbral hacía referencia a nosotros en sus columnas periodísticas y no sé cómo acabamos tocando en la presentación de su libro y mira por donde todo el mundo habló de nosotros y nadie de su libro (risas). Ramoncín tuvo cero sentido del humor ante la frase de una canción en que le nombrábamos, tiró la copa que estaba bebiendo al escenario (entonces se bebía en cristal, por supuesto) y Eduardo salió a por él, se lió parda.

-Eduardo y usted montaron el sello «Tres cipreses», que absorbió DRO –sin pagarle nada tras su muerte- y después se lo quedó Warner. ¿Aquí se lucraba todo el mundo menos los que tenían la iniciativa?

-Lo que ocurrió es que no firmábamos nada, no teníamos conciencia de gestión ni de futuro y fuimos fagocitados y ninguneados. Sólo éramos músicos, no se puede saber de todo, tampoco teníamos a nadie que nos asesorase y, a decir verdad, tampoco me interesa perder mi tiempo en pleitos con una industria ya moribunda.

-Entre otros muchos, en su sello apostaron por Loquillo. Alejado su rockabilly de vuestro new-punk, ¿por qué lo hicieron?

-No lo veíamos alejado. Los Trogloditas eran de los nuestros, musicalmente hicieron canciones legendarias y sus influencias musicales, comunes.

-Después fue musa y compañera de García-Alix. ¿Era inevitable terminar compartiendo vida con otro integrante de aquella mágica «melé»?

Alberto es una de las personas de esta ciudad con quien mejor lo he pasado y a quien sigo admirando por su trabajo de riesgo y honestidad. Siempre fue un francotirador con su máquina de precisión y su mirada audaz y sin artificio. Siempre he tenido una suerte inmensa en el amor.

-Organizó una sección de poesía en el Festimad, por donde pasaron Panero, Agustín Goytisolo, Ferrero, e incluso contó con una grabación del Comandante Marcos... ¿cómo lo recuerda?

-Fue toda una experiencia de catarsis tras la muerte de mi pareja. Incluso viajamos a la selva Lacandona con Santi Camuñas a conocer al Subcomandante Marcos, vivir el levantamiento zapatista. Fue la última revolución romántica y sin armas. A la vuelta sufrí otra crisis existencial.

-Hoy, ¿qué diferencias ve entre este Madrid y el que vivió con veinte años?

-Veo diferencias y también similitudes, veo mucha estafa y la gente no sabe bien dónde está el enemigo.

-Siempre ha dicho que hubo dos Movidas. Una light, que se ha vendido, y otra que no, ¿el lado salvaje y el posturero?

-Es cierto, pero carece de importancia para mí. Hoy me importa un bledo porque sigo a lo mío: no me interesa vender ni que me vendan.

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