En la muerte de Junior: La amarga herencia que rompió a la familia Morales
Junior y sus hijos resolvieron hace unos meses sus desavenencias en la intimidad
La muerte de Rocío Dúrcal no fue por sorpresa, dado que toda la familia se había preparado para el fatal desenlace provocado por el cáncer que sufrió la artista. Durante esos últimos meses de vida, Rocío tuvo tiempo para poner los papeles en orden y organizar la herencia con el fin de evitar disgustos o peleas a causa del dinero. Dio propiedades en vida y dejó estipulado hasta quién tenía que quedarse con sus vestidos o joyas, repartidos entre sus dos hijas. Pero lo que seguramente no imaginó es que su viudo y sus hijos iban a estar casi tres años sin hablarse, enfrentados en los juzgados precisamente por el legado de su madre. Las propiedades y el dinero que tenía en España estaban organizados, pero fue su hijo Antonio quien descubrió unos documentos a la hora de ordenar papeles y se enteró de otros bienes que había fuera de España. Tras la negativa de su padre a incluir esos documentos en la herencia, sus hijos le denunciaron en los tribunales, provocando la ruptura total con un Junior que no paraba de repetir que no tenían razón para actuar así.
Antonio y Carmen Morales estaban muy unidos en esa batalla, y tenían como abogado a David Rocasolano. Era la pequeña de la casa, Shaila, precisamente la única que vive fuera de España, quien al menos públicamente intentaba siempre mediar entre ambas partes. Pero no hubo manera. Junior se lamentaba de su soledad, de no poder ni tan siquiera ver a sus nietos a pesar de vivir a escasos metros de su casa, mientras sus hijos callaban y dejaban que su abogado peleara con uñas y dientes en los juzgados. Abrumado por la situación, Junior fue encerrándose cada vez más y llorando en su soledad no solo la falta del amor de su vida, sino la manera en la que se había roto en mil pedazos una familia que jamás había dado un escándalo. Sus problemas con el alcohol, la depresión que después vivió, la soledad, la muerte de su madre… El luto duró más de lo que debía, y únicamente vio la luz cuando su hija Carmen decidió casarse y resolver las diferencias con un padre, que no podía resistir más tiempo esa angustia. Sin abogados de por medio, la familia solucionó sus cosas en la intimidad y puso fin a unos años durísimos y amargos que hoy se vuelven más tristes ante la ausencia de un padre con el que ya no habrá que pelear por ninguna herencia. Por desgracia, hoy ya son herederos de todo.
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