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Roberto Rossellini, un conquistador entre dos volcanes

El escandaloso triángulo amoroso entre el director, Ingrid Bergman y Anna Magnani vuelve a estar de moda por la publicación de una novela en Francia

Roberto Rossellini, un conquistador entre dos volcanes archivo abc

rosa belmonte

Anna Magnani revolvió los espaguetis, añadió aceite de oliva y tomate, echó el parmesano y sonrió. Entonces, levantó la fuente y vertió todo sobre la cabeza de Roberto Rossellini. La Magnani no dijo una palabra y parece ser que esa fue la primera vez en la relación de ambos en que no abrió la boca. Lo cuenta Charlotte Chandler en su biografía de Ingrid Bergman. Y lo contó durante años el director. La pareja estaba de vacaciones en Amalfi y él esperaba de Los Ángeles una llamada de la Bergman. Aunque todavía no había nada entre la sueca y el italiano, la Magnani ya estaba mosca. El 20 de marzo de 1949 llegaría Bergman a Roma. Y Rossellini la pasearía por toda Italia. Amalfi, Capri, Nápoles… Es normal acordarse de Anna Magnani en «La voz humana» cuando dice a su amante por teléfono: «Prométeme que no las vas a llevar a los mismos hoteles a los que me llevabas a mí».

El legendario triángulo vuelve a estar de actualidad, si alguna vez ha dejado de estarlo, por la publicación en Francia de «L’année des volcans» (El año de los volcanes), novela de François-Guillaume Lorrain que evoca la famosa relación entre la actriz sueca y el director italiano, así como el rodaje de «Stromboli». Y también el rodaje en una isla vecina de «Vulcano», dirigida por William Dieterle y protagonizada por Anna Magnani. Fue como una especie de venganza de la mujer abandonada. La volcánica abandonada. Una venganza en las islas Eolias. Rossellini había prometido «Stromboli» a Magnani. Rossellini era un hombre de gusto. Ambas estrellas estaban sobradas de belleza e inteligencia.

Hace un par de años ya hubo un documental, «Bergman & Magnani: The war of volcanoes», de Francesco Patierno. En la época del rodaje, Stromboli, una tierra dejada de la mano de Dios, se convirtió en el centro del mundo. La novela de Lorrain recrea esa historia. Una de las que, como dice Clint Eastwood en «Los puentes de Madison», ocurre una vez en la vida. Una historia real que supera a cualquiera del cine . La portada de la deliciosa novela lleva inscrita la famosa frase que Ingrid Bergman puso al final de su carta al director. La que le escribió para ofrecerse: «Querido M. Rossellini, he visto sus películas ‘‘Roma, ciudad abierta’’ y ‘‘Paisá’’ y me han gustado mucho. Si necesita una actriz sueca que habla muy bien inglés, que no ha olvidado su alemán, a la que no se entiende mucho en francés y que en italiano solo sabe decir ‘‘ti amo’’, entonces estoy lista para hacer una película con usted». La carta la había pergeñado con Irene Selznick y se la enseñó a Peter Lindstrom, su marido, que dio su aprobación. Cuando recibió la carta, Rossellini preguntó quién era esa Ingrid Bergman. Luego recordó haber visto «Intermezzo».

En enero de 1949, Rossellini fue a Nueva York a recoger el Premio de la Crítica por «Paisá». Luego viajó en tren a Los Ángeles para reunirse con Ingrid Bergman: «Cuando estuve frente a ella, me pareció más hermosa de lo que había imaginado, la mujer más hermosa que había visto en mi vida. Sin maquillaje. Era más guapa al natural que en la pantalla. Resplandecía. La cámara jamás podría captar ese resplandor» (algo parecido a lo que Victoria de los Ángeles decía de Jussi Björling, que los discos nunca captaron la inmensidad de su voz).

Durante el rodaje de «Stromboli», el rumor fue constante sobre la aventura entre Rossellini y Bergman. El 13 de diciembre de 1949 se confirmó todo: Ingrid estaba embarazada de siete meses. De Robertino, futuro novio de Carolina de Mónaco. Ella seguía casada con Lindstrom. Y Rossellini, con Marcella (sí, además, tenía esposa). El escándalo fue mayúsculo. Un representante de Colorado hasta denunció a Ingrid en el Senado de EE. UU. Ella no entendía nada. Una vez obtenidos los divorcios de ambos en México se casaron por poderes en Juárez (dos hombres los representaron). A la vez, Roberto e Ingrid acudieron a una iglesia romana. Por supuesto, el matrimonio entre el director y la actriz también se acabó. Rossellini fue a rodar a la India y volvió con otra familia.

Cuando Anna Magnani murió en 1973, a su lado estaban su hijo Luca y Roberto Rossellini. Sus restos reposan en el mausoleo familiar de los Rossellini.

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