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Hubertus de Hohenlohe: «Mi madre teme que termine como Schumacher»

El hijo de los príncipes Alfonso de Hohenlohe e Ira de Fürstenberg cambia el sol de Marbella por las pistas de esquí de Sochi

Hubertus de Hohenlohe: «Mi madre teme que termine como Schumacher» efe

martín bianchi

¿Qué hace un príncipe alemán criado en España representando a México en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi? «Divertirme», responde sin complejos Hubertus Rudolph de Fürstenberg y de Hohenlohe-Langenburg (55 años). Para más inri, el hijo artista de Alfonso de Hohenlohe e Ira de Fürstenberg saldrá la próxima semana a competir en la prueba de eslalon enfundado en un traje de charro .

«Elegí el look mariachi porque me siento como Antonio Banderas en ‘‘Desperado’’, el hombre solitario que sabe que no podrá ganar. Solo podría ganar si mato a todos en la largada», confiesa a ABC entre risas. «Además estoy un poco gordo y los mariachis tienen un poco de panza, así que este estilismo es perfecto para mí».

—No conozco a otro príncipe que se ría de sí mismo. ¿Es una «rara avis» del Gotha?

—Las convenciones nunca me han frenado. Mi madre está cambreadísima por mi participación en Sochi, cree que es muy peligroso. Pero si hubiera escuchado a mi madre no sería la persona que he llegado a ser. He conseguido sacar partido de quién soy, de mi identidad y de mis orígenes, pero haciendo lo que me gusta.

—O sea, su madre está aterrada por su vena de esquiador profesional.

—Sí, el esquí es peligroso y teme que termine como Michael Schumacher. Haciendo eslalon te puedes romper una pierna, pero el riesgo es menor que haciendo descenso.

A Hubertus no le gusta que le digan lo que tiene que hacer. Pese a ser descendiente de la Familia Real de Württemberg, nunca fue un príncipe «al uso». Cantante, fotógrafo y empresario, en 1981 fundó la Federación Mexicana de Esquí y en 1984 representó a su país en los Juegos Olímpicos de Sarajevo. Así comenzó su carrera olímpica, en la que nunca ha ganado una medalla. «No espero obtener medallas. Mucho menos ahora. No tengo edad para competir, pero como ya no hay nada normal, pues a ver hasta dónde llego», dice el aristócrata afincado en Marbella, la ciudad que su padre convirtió en patio de juegos de la jet-set en los años 60 y 70.

Todavía tiene algo de estrella pop de los años 80. Hace unos días visitó la Plaza Garibaldi de México D. F. para que los mariachis escribieran las letras de sus canciones en el casco con el que competirá. «Así podré cantar las rancheras que me gustan mientras esquío. Supongo que soy un poco la mascota de Sochi, porque en mi vida no solo hago esquí».

El príncipe de Marbella

Pese a que nació en México, Hubertus se crió en España y estudió en los mejores internados de Europa. «Soy ciudadano del mundo. Tengo muchas raíces. Lo que está claro es que si hubiera sido el típico mexicano no sabría esquiar para competir». España es su segundo (o tercer) hogar y el de su novia, la italiana Simona Gandolfi, con quien lleva ya dos décadas de relación.

—Hace unos meses su familia se enfrentó con la Alcaldía de Marbella por un proyecto urbanístico que incluía la construcción de rascacielos de 50 plantas. ¿Cuál es su posición?

—A mi me gusta mucho la alcaldesa Ángeles Muñoz. La encuentro una mujer que ha hecho mucho por la ciudad. Obviamente se equivocó al pensar que los rascacielos serían un buen proyecto para Marbella, pero ha dado un paso atrás y eso dice mucho de ella, sabe escuchar. El edificio más bonito de la ciudad es el Marbella Club, que construyó mi padre. Y ese es el estilo que hay que proteger y promover. Para rascacielos ya están Estepona, Fuengirola y Torremolinos. Unas torres no van a salvar Marbella.

—¿Marbella sigue conservando el glamour de antaño?

—Mi familia quería vender la casa de mi padre y la compré yo. O sea, apuesto por Marbella. Pero no puedes compararla con la Marbella de mis padres, que era mucho más glamurosa y también más simple. Ahora ha llegado dinero nuevo de todos los países y ha cambiado. Pero todavía hay gente de mucha calidad. Eso sí, es más difícil encontrarla.

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