«A Isabelita la muerte de Videla le ha dejado indiferente»
La viuda del general Perón vive discretamente a las afueras de Madrid, protegida por su chófer y un ama de llaves
El pasado 17 de mayo, en una celda ubicada en el pabellón de condenados por delitos de lesa humanidad del complejo penitenciario de Marcos Paz, a las afueras de Buenos Aires, moría solo y a los 87 años de edad Jorge Rafael Videla . Un día después, a más de 10.000 kilómetros de distancia, en un chalet adosado de la calle Valle de Ulzamade Villafranca del Castillo (Madrid), María Estela Martínez de Perón , Isabelita, se enteraba del óbito a través de la prensa. La muerte de quien fue su «verdugo», quien la desalojó de la jefatura de Estado argentino enviándola a una reclusión de cinco años en la Patagonia, no le produjo «ni frío ni calor, solo la dejó indiferente», nos cuenta uno de sus amigos más cercanos, quien la trata desde hace más de 20 años. «Dijo que había leído la noticia en los periódicos, pero no hizo ningún comentario más» , detalla.
Las ventanas de la casa que habita la tercera esposa de Juan Domingo Perón , quien fue presidenta de Argentina entre 1974 y 1976, están cerradas y con las persianas bajadas. Es como si la vivienda guardara un gran misterio. Isabelita llegó a España en 1981, donde hizo una vida más o menos pública hasta que el 12 de enero de 2007 fue detenida en su domicilio cuando el Gobierno de Néstor Kirchner intentó tramitar su extradición, acusándola del secuestro y desaparición de un militante político durante su mandanto. Por aquel entonces tenía 77 años. Y de aquel episodio le quedó una fractura en el brazo derecho tras caerse en las escaleras de la Audiencia Nacional; también, le llegó la soledad. «Se aisló –relata su amigo–. Su vida no ha sido fácil».
«Isabelita es una persona muy discreta, defiende mucho su intimidad» , continúa su confidente, al tiempo que añade que, ahora, la expresidenta argentina tiene una existencia «muy tranquila». Vive con su ama de llaves, se levanta por las mañanas muy temprano y sale dos o tres veces a la semana para hacer algún recado. Es entonces cuando Martín, su chófer y persona de máxima confianza, va a buscarla en un Audi A6 gris con las ventanas traseras tintadas para que no la reconozcan los vecinos de la urbanización. «Aquí nunca la hemos visto», explica el encargado del café que está junto a su casa.
«Cuando Isabel sale, le gusta sentarse en la cafatería de El Corte Inglés a tomarse un sándwich o ir a su peluquería de toda la vida», señala su amigo. Los domingos por la mañana solía asistir a misa en la iglesia de Villafranca del Castillo , «aunque cada vez va menos, por ciertos problemas de salud». También acude con regularidad al fisioterapeuta para tratarse el brazo que le fue intervenido tras la caída a las puertas de la Audiencia, así como el talón de Aquiles. Pese a ello, a sus 82 años muestra un aspecto bastante rejuvenecido tal y como se comprueba en sus más recientes fotografías, a las que ha tenido acceso ABC. Sus amigos, sin embargo, niegan que Isabelita haya pasado por el quirófano.
Una de esas amigas es Ana María García Miranda , presidenta de la organización benéfica Nuevo Futuro (la Infanta Doña Pilar de Borbón es su presidenta de Honor), con la que Isabel colabora de manera habitual. «Isabelita es muy detallista –cuenta–. Me regaló un broche por mi cumpleaños, que me hizo mucha ilusión, y siempre me trae pastitas».
El Rasputín peronista
«Sobre la señora se han dicho muchas mentiras, como que practicaba exorcismos al cadáver de Eva Perón », insiste de nuevo su confidente. Durante la dictadura militar, conocida como Revolución Libertadora que derrotó al gobierno peronista, un comando robó el cadáver embalsamado de Evita, la segunda mujer del expresidente, en 1955. El cadáver viajó desde Buenos Aires hasta el Cementerio Mayor de Milán. Más de dos décadas después, en septiembre de 1971, fue desenterrado y devuelto a Perón, quien lo instaló en su domicilio madrileño en Puerta de Hierro, conocido como la «Quinta 17 de octubre». Allí, Perón vivía con Isabel, acompañado por el enigmático José López Rega , quien ejerció una gran influencia sobre el matrimonio. Isabel era la encargada de limpiar el cadáver de Eva, que estaba guardado en la buhardilla, y de cambiarle el sudario. Hasta que las hermanas de Eva Perón vinieron por el cuerpo y reemplazaron el sudario por uno nuevo «que habían hecho ellas con unas sábanas». Años más tarde, el empresario Mario Rotundo, quien reclama ser el heredero de Perón, vendió «un sudario, que dijo ser el de Evita, en una subasta», señala el allegado de Isabel.
López Rega, a quien llamaban «El brujo» («algo de oscuro debía tener, porque los embrujaba a todos», añade), fue ministro de Bienestar Social durante el tercer mandato de Perón. Desde su cargo organizó la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), un grupo terrorista paramilitar que asesinó a numerosos intelectuales de izquierda. Su interés por el esoterismo coincidía con el de Isabelita.
Suerte, Cristina Fernández
«Hace unos años sí que podías ver alguna vela o estampita en la casa de la señora, pero ahora ya no tiene nada de eso. La decoración de su residencia es sencilla, casi diría espartana. Tiene algunas alfombras y muebles clásicos, pero poco más», detalla su amigo. El vidente Octavio Aceves, otro íntimo de la viuda de Perón en el pasado, pero a quien ya no ve de manera habitual desde hace cinco años, reconoce que «el esoterismo» la llevó hacia él.
Isabelita, que declaró ante el exjuez Baltasar Garzón que había llegado al poder «por mandato divino», también tiene palabras para Cristina Fernández , la segunda presidenta en la historia de Argentina. «Ojalá tenga mucha suerte, la va a necesitar».
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