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relato de verano

Los taxis de Nueva York son amarillos

En una ciudad en la que más de un tercio de la población es inmigrante, el turista continúa siendo un ente fácil de distinguir y difícil de disimular

Los taxis de Nueva York son amarillos

adrián mateos

Nos ha vuelto a sorprender el calor, que no es cualquier cosa. Los vientos del sur, además de soflamar el asfalto y broncear la piel, son capaces de despertar nuestro más básico instinto aventurero. Tras largos meses de rutina y estrés, a lo mejor decide usted darse un capricho y cambiar de aires durante unos días. Muchos de los que lo hacen eligen como destino Nueva York , la «capital del mundo», que ofrece un amplio abanico de alternativas turísticas. La ciudad estadounidense fue la escogida por una persona muy cercana a mí, un familiar que, al regresar, me vino más cosmopolita, más sabio y con una serie de consejos para no perecer en el intento al cruzar el gran charco. He aquí algunos ejemplos testados que le ayudarán a sortear los peligros de uno de los lugares más carismáticos del mundo .

Lo primero que debe de tener en cuenta la primera vez que pise Nueva York es que en su frente llevará tatuada inevitablemente la palabra «extranjero». En una ciudad en la que más de un tercio de la población es inmigrante, el turista continúa siendo un ente fácil de distinguir y difícil de disimular . Generalmente, cualquier ser humano con una cámara de fotos soldada a la mano que vaya tarareando «New York, New York» es susceptible de serlo. En cuanto asome la cabeza por la Séptima Avenida, un eminente haz de luz hará saber a todo transeúnte, policía, tendero, taxista y cleptómano que no es usted nativo. Y puede que tenga la mala fortuna de que alguien quiera hacer negocio ante tal oportunidad. No acepte obsequios «gratuitos» de personas desconocidas. Desconfíe de todo aquel que quiera ofrecerle un crédito de interés fijo a las puertas del metro. Su objetivo es disfrutar de las vacaciones, no convertirse en la inspiración de la próxima película de Scorsese.

En la mayoría de las ocasiones, las artimañas callejeras se pueden revelar utilizando simplemente el sentido común. Un perrito caliente no puede costar 25 dólares , por mucho que le digan que la carne procede de las mejores granjas de Montevideo. De la misma forma, es incauto pensar que un perfume original de Dolce & Gabbana cueste lo mismo que sellar una quiniela en el estanco. El instinto puede convertirse en su mejor aliado .

A la hora de moverse por la ciudad de los rascacielos, quizá pueda pensar que la mejor forma de ahorrarse unos cuantos dólares es ir andando. Es una forma ideal de no rasgarse el bolsillo y, a la postre, hacer algo de ejercicio. Sin embargo, recorrer a pie los 1.200 kilómetros cuadrados de Nueva York puede llegar a convertirse en una tarea ardua e innecesaria. Lo mejor para ir de A a B es coger un taxi , aunque llegados a este punto nos encontramos con otro dilema. Los taxis locales son, salvo en contadas excepciones, de color amarillo. Si no desea arriesgarse a despertar en una bañera con mucho hielo y una cicatriz en su costado, lo idóneo es que utilice los vehículos oficiales. Pese a todo, viajar en dichos coches no está exento de riesgos . Si se montó en un taxi a las 12:00 del mediodía y al mirar por la ventanilla observa que ya está atardeciendo, es posible que el taxista esté intentando alargar el trayecto para engrosar la factura.

Por otra parte, no es aconsejable adentrarse en ciertas zonas una vez que ha anochecido. Nueva York es una de las ciudades más seguras del planeta, pero este hecho no quiere decir que pasear a las dos de la madrugada por el Bronx sea lo más acertado . Después de haber ingerido a lo largo del día cinco porciones de pizza, dos hamburguesas, un pastel de manzana y varios «cupcakes» (y un «smoothie» a media tarde, para equilibrar) es prácticamente imposible que su cuerpo le permita esprintar más de 10 metros ante una situación de peligro. Aunque puede que el mayor peligro sea usted mismo.

Las propinas pueden llegar a convertirse en un verdadero quebradero de cabeza para todo aquel que no haya estado nunca en los Estados Unidos. Si bien en España es un acto voluntario y claramente venido a menos, en el país norteamericano es toda una tradición. Una tradición que bien puede costarle un disgusto si no se anda con algo de cuidado. Porque aunque es totalmente legal pagar solo lo especificado en la factura, lo cierto es que el hecho de hacerlo puede propiciar algunas situaciones peliagudas que es mejor evitar. Lo primero que hay que tener en cuenta es qué cantidad hay que dejar. Lo más normal es que comprenda entre el 15 y el 20% del precio final , aunque dependiendo del caso puede haber leves variaciones.

Pese a todo, no hay por qué convertirse en una calculadora humana. Ponerse a hacer cuentas de la vieja delante de un mostrador puede ser una situación bastante lamentable que es mejor evitar. Por otro lado, hay ciertas situaciones en las que no es necesario dar propina. Podría traspasar la línea de la legalidad dejarle un par de «pavos» a un policía . Tampoco es conveniente excederse en el detalle. Dar 15 dólares de propina por un menú que cuesta 20 no resulta normal en ningún lugar del mundo.

Tal vez viaje a «la ciudad que nunca duerme» algún día, o que ya lo haya hecho. Puede ser que no le sucedan ninguno de los pequeños infortunios anteriormente mencionados. Puede que sí. Y aún en el caso de que los sufra, es incluso probable que desee volver . A mí me han dicho que merece la pena.

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