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Las velas que iluminan la Casa de Alba desde hace más de medio siglo

La cerería Ortiz mantiene vivo uno de los oficios casi desaparecidos en la capital. En su pequeño taller se atienden encargos de las familias más importantes de España

La cerería Ortiz está situada en la calle de La Paloma BELÉN RODRIGO

BELÉN RODRIGO

Hubo un tiempo en el que las velas eran un bien necesario en cualquier hogar para alumbrar en la oscuridad. A finales del siglo XIX surgieron en la capital española varias cererías, casi siempre próximas a las iglesias ya que por aquel entonces el mundo eclesiástico eran muy buen cliente. En 1887 Eusebio Ortiz Román fundó una cerería en la zona de Atocha, próxima a la capilla del antiguo hospital de San Carlos. El segundo local quedó situado en la calle Embajadores, junto a la parroquia de San Cayetano y el tercero y último, el único que todavía hoy está abierto, en la calle de la Paloma, junto a la iglesia que lleva el mismo nombre. El sobrino de Eusebio, Manuel Ortiz Gallego , es quien abrió esta tercera tienda a la vez que heredó el negocio familiar, al que dieron continuidad algunos de sus varios hijos.

Yolanda Florín Ortiz comenzó jugando en la trastienda con las velas. Sus padres no trabajaron allí pero sí acudían con frecuencia a visitar a la familia materna. «Para mí lo de las velas empezó siendo un juego, respetaba los lugares que no podía tocar para no quemarme. No sé muy bien como acabé por quedarme con el negocio. Mi tía ya era mayor y fue algo muy natural», explica a ABC. Tiene 36 años y lleva más de una década ocupándose de esta tienda, «las otras las cerraron la anterior generación» y manteniendo uno de los oficios casi desaparecidos en Madrid. Yolanda entiende que la extinción de este negocio «se debe a la evolución social». Nació cuando las velas servían para dar luz, evolucionaron por la tradición eclesiástica y hoy es un bien decorativo . «Por mucho que nos esforcemos en vender no podemos olvidar que son velas», puntualiza.

Las velas lamparillas fueron muy populares hace unas décadas B.R

Los tiempos han cambiado pero aquí se siguen fabricando igual las velas, en la trastienda que siempre ha sido un taller . Lo que le caracteriza a este en concreto es la variedad de moldes existentes para realizar velas de distintos grosores y medidas «algo que no es muy fácil de encontrar». Utiliza la llamada técnica del noque , «un sistema de poleas que permite ir rodando e ir remojando en cera las mechas hasta engordar las velas al grosor demandado. Se logra por inversión, capa a capa y según va rodando se va secando cada capa», relata Yolanda. De esta forma lograr crear velas con un diámetro de hasta 12 cms y lo largo que uno quiera. Es un preso lento, que requiere su tiempo.

El material utilizado es una mezcla de parafina y cera a orgánica porque la cera de abeja «es muy cara, 15 euros el kilo, y para tener velas a buen precio es imposible», cuenta Yolanda. Sn embargo, son muchos los tipos de parafina, y asegura que se encuentra de gran calidad. Eso sí, la dificultad radica en encontrar un distribuidor que quiera vender al pequeño comercio . «La parafina es un derivado del petróleo y lo venden las petroleras. Como mínimo debes pedir una tonelada y no entienden que no tenemos espacio para almacenar el producto». Ente las herramientas más utilizadas están los cazos para verter la cera derretida en diferentes moldes, espátulas y cuchillos, entre otras.

Tipos de velas y clientes

A pesar de la proximidad de la cerería a la iglesia de La Paloma, Yolanda apenas recibe pedidos de clientes eclesiásticos. La razón es sencilla, «es raro encontrar velas de cera en las iglesias, casi todas son eléctricas». En Semana Santa recibe encargos para realizar los cirios pascuales y en noviembre comienzan los pedidos de la corona de adviento , aunque más a título particular. Yolanda recuerda que su familia llegó a hacer mucho dinero con las velas lamparillas , para cuya fabricación trabajaban seis personas. En este taller se realizan las velas blanco por dentro y si el cliente lo desea, se da color por fuera, «tres baños de cera en color». También pueden llevar olor, «introduciendo esencias».

Entre sus clientes están las empresas de catering , sobre todo para bodas y eventos de empresas. «Normalmente necesitan velas y recipientes con olor, lo integran en la decoración», cuenta la propietaria. Por ejemplo, la reciente boda de Sara Verdasco y Juan Carmona contó con sus velas. La Casa de Alba lleva más de cincuenta años comprando velas en esta casa, así como otros marquesados y títulos mobiliarios de España . Clientes antiguos quedan poco, «han ido falleciendo como mi abuelo», y además ya no es tan normal «tener candelabros en casa».

Un negocio con los días contados

El sector del cine también acude a la cerería Ortiz para adquirir velas para el rodaje de producciones de épocas al igual que el mundo esotérico, «un buen cliente porque utiliza muchas velas, ya que las queman». A raíz de este público «introduje una nueva máquina de sencillo que permite realizar las velas de forma más sencilla y barata».

Yolanda Florín Ortiz recibe pocos encargos del mundo católico pero sin embargo tiene muchos clientes rumanos que encargan velas ornamentadas para los bautizos. En época navideña muchas empresas acuden a esta tienda para confeccionar los regalos para sus empleados, «y hay mucha creatividad».

Yolanda compagina su trabajo con la labor de educar a sus dos hijos y en los próximos meses llegará el tercero. El local es alquilado y el declive de este negocio dificulta su tarea de que sea rentable todos los meses. Por eso espera que no se llegue a la quinta generación e incluso no descarta echar el cierre en cinco años. « El cierre de este negocio está cercano debido a varios factores. La culpa no es de nadie, la sociedad tiene que evolucionar», asegura Yolanda. Mucho deberían cambiar las cosas para que el negocio no acabe. «Necesitaría un buen cliente fijo todos los meses que permitiera dar estabilidad al negocio », puntualiza. Mientras sigue disfrutando de su oficio que comenzó siendo un juego y no le teme al futuro, «me gusta trabajar y podré hacer otras cosas».

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