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Curiosidades de Madrid

Torres Blancas, el sueño truncado que Madrid dejó sin su edificio gemelo

Pese a ser una de las construcciones más emblemáticas, el proyecto fracasó en varios sentidos. El hormigón revestido de blanco no era de fiar y acabó como un edificio gris del que la constructora apenas sacó beneficios

Edificio Torres Blancas de Madrid A. B.

ÁLVARO BERMÚDEZ

Torres Blancas se alza en los antiguos límites de Madrid como un árbol de hormigón que domina Avenida de América. La historia de su diseño y construcción es la de la frustración de unas ideas atrevidas, las de unos soñadores que proyectaron una ciudad en un solo edificio.

Fue construido entre 1964 y 1969 por encargo de la constructora Huarte. Tiene 81 metros de altura divididos en 23 plantas, y cuenta con una de las mejores vistas de la ciudad. Está a pocos metros de la sede de UGT, otro mastodonte de hormigón, y del Hotel Silken Puerta de América, uno de los trabajos más sonados de la pasada década. Sin embargo, hay algo en Torres Blancas que llama la atención sobre los demás, parece retorcerse mientras asciende, como si fuese un árbol.

Juan Huarte encargó el edificio a Francisco Javier Saénz de Oiza en 1961. Le pidió que fuese vanguardista, «es lo peor que te pueden decir cuando te encargan un proyecto», afirma Antón Capitel , arquitecto y amigo de Sáenz de Oiza, ya fallecido. Trabajó varios años hasta que diseñó Torres Blancas de manera lo suficientemente vanguardista como para causar polémica.

El peso y la bendición del Franquismo

Julián Laguna fue un arquitecto del régimen franquista que buscaba jóvenes talentos de la arquitectura a mediados del siglo XX. Estaba interesado en obras que rompieran con el oficialismo historicista del régimen. Hizo concursos para diseñar viviendas sociales y se fijó en los arquitectos más llamativos, en los que rompieran con lo establecido. Entre ellos estaba Sáenz de Oiza.

Así empezó el autor de Torres Blancas, en los proyectos de Laguna para los inmigrantes del campo. Eran construcciones con materiales pobres y espacios reducidos , pero Sáenz de Oiza «fue de los mejores» dice Antón. En los 80 los llevó al extremo con las viviendas sociales de la M-30, según uno de sus alumnos en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid.

Cuando se construyó Torres Blancas fue uno de los mejores edificios organicistas del momento, «si no hubiera sido español sería mucho más conocido», asegura Antón. «En Inglaterra no tienen un edificio así, e incluso en Estados Unidos, donde hay muchos, no los hay tan buenos». La arquitectura española llegó lejos y hoy es lo que es gracias, en parte, a estos arquitectos que aparecieron de la mano de Laguna. Sin embargo, los proyectos en la España franquista no consiguieron el reconocimiento mundial que habrían tenido en un país democrático.

La complejidad de lo bello

Detalle de las terrazas y ventanas de Torres Blancas A. B.

En aquel Madrid Torres Blancas fue criticado, como ocurre todavía. Era «difícil de entender para una sociedad inculta», en opinión de Antón. Sáenz de Oiza quiso hacer un edificio que agrediera al paisaje, que quien mirase su proyecto dijera «pero, ¡caramba! ¿Tanto mal o tanto bien se puede hacer con la arquitectura?». «Estamos cansados de hacer paisajes grises , ambientes monótonos en los cuales a lo mejor no es penoso vivir, pero tampoco es gratificante», tal y como rescató su hijo en Escritos y Conversaciones. Francisco Javier Sáenz de Oiza.

El edificio es muy parecido a su autor. Él era «visceral y reflexivo, técnico y creativo», como lo recuerda Antonio Vallejo Acevedo, arquitecto cercano a Sáenz de Oiza. Era capaz de captar a su audiencia con los detalles. En sus clases a veces hablaba sobre cómo pensó en el vestíbulo de Torres Blancas «tras una terrible noche de dolor de muelas », como recuerda uno de sus alumnos. Antón también coincide en que era alguien «popular pero con cierta mala leche en ocasiones».

Conseguía «desterrar la indiferencia» con su obra, aunque «su capacidad de polemizar estaba sustentada en el respeto, la cultura y la inteligencia», asegura su antiguo alumno. Antón piensa que ahí quizás se excedía, «en la arquitectura lo bello es lógico, sensato y está bien hecho. Se pueden hacer cosas bonitas y novedosas , pero tienen que ser funcionales». Aunque la arquitectura funcional no suele ser la mejor, «la condición artística en la arquitectura no da al usuario lo que pide, le da más, y eso lo violenta, le exige».

Escenario cinematográfico

Torres Blancas es un edificio creado al borde de lo conocido que huye del conformismo. Por eso Jim Jarmusch lo eligió como uno de los escenarios de su película Los límites del control, en la que narra una historia en círculos que al final rompe en línea recta. Así es el edificio, un conjunto de círculos atravesado por líneas rectas que pretende marcar la diferencia en un paisaje monótono.

El arquitecto unió en su proyecto dos ideas diferentes de arquitectura. Por un lado, el racionalismo de Le Corbusier , basado en viviendas autónomas en altura con zona colectiva en la azotea; y por otro lado el organicismo de Frank Lloyd Wright , también con viviendas en altura y grandes terrazas, pero con una complejidad formal mayor muy ligada a la naturaleza. Para Antón Capitel esta síntesis es lo que lo convierte en uno de los mejores edificios del momento, con un «plasticismo exacerbado» propio de la época, que lo llevó a ganar el Premio de la Excelencia Europea en 1974.

Un sueño truncado

El proyecto fue un fracaso en varios sentidos. Debido a que el Ayuntamiento no estaba convencido del tipo de arquitectura, se quedó en una sola torre. Y como el hormigón revestido de blanco no era de fiar para ese tipo de estructura, acabó como un edificio gris, quizás digno de una sociedad gris. Pero más allá, la construcción fue un fracaso económico para Huarte. Tanto que obligó a Sáenz de Oiza a aceptar un piso como parte del pago. Antón recuerda cómo el arquitecto bromeaba sobre su dúplex quejándose por el ruido que venía de la autovía, «es un castigo divino por hacer el edificio aquí».

Tiempo después algunos vecinos han cerrado sus terrazas. La zona comunitaria de la azotea no es lo que era sin el restaurante de sus primeros años, que distribuía comida a las viviendas en un montaplatos creando una sociedad viva, orgánica. Ahora un cartel de «Prohibido del paso» cuelga de la entrada, rechazando a los curiosos y admiradores que quieren contemplar cómo es un dolor de muelas según Sáenz de Oiza.

Torres Blancas mantiene en su nombre la esencia de su propósito. El sueño truncado de Huarte y Sáenz de Oiza , un edificio que no dejara indiferente a nadie, en el que todo el mundo se fijara. Una sociedad orgánica organizada en una torre casi autosuficiente, como un árbol que emerge de las entrañas de Madrid e invita a los vecinos a vivir en él. Pero quedó en una sola torre gris , porque su sociedad era demasiado cuadriculada para sus círculos.

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