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Madrid

El timador de los tertulianos de televisión

Un hombre que se hace pasar por un antiguo operador de cámara aborda a periodistas a los que asegura que conoce y les embauca con la terrible historia de su joven hija: tetrapléjica tras sufrir una enorme paliza por ser lesbiana. Y todo, para generar lástima y sacar unos euros

CARLOS HIDALGO

Desde hace unas semanas, a algunos periodistas que acuden con cierta regularidad a tertulias televisivas les une una curiosa anécdota: un tipo que, haciéndose pasar por excámara de un canal, les aborda para contarles una tragedia familiar por la que está pasando y, finalmente, consigue sacarles unos euros, tras varios minutos de conversación.

Ha ocurrido ya en varios puntos de la ciudad de Madrid, como la plaza de la Independencia y la de Moncloa. El tertuliano camina por la calle cuando el timador le aborda, llamándole por su nombre. «¡Hola, cómo estás!», saluda, como si le conociera de toda la vida.

Se trata de un individuo de pasados los 50 años y viste con una pulcritud que nada hace sospechar de él. Cuando la víctima no puede disimular el hecho de que no le recuerda (ha habido casos en los que el periodista no ha dudado en decírselo), le asaetea: «Sí, soy Antonio, el cámara de [aquí dice el nombre de un canal, no siempre el mismo, dependiendo del caso]». Incluso puede que para reforzar su embuste diga que conoce a otros profesionales del sector.

La cuestión es que en ese momento el anzuelo ya está lanzado y es difícil no picar. La curiosidad mata al periodista , y más cuando el tal Antonio empieza a contar lo siguiente: «Vengo de ver a mi hija del Hospital de Toledo. Te acuerdas de lo que le pasó, ¿no?». Aquí, nueva cara de extrañeza del abordado.

«Le dieron una paliza horrible el año pasado. Salió en los periódicos. Verás, es que mi hija, que tiene 24 años, es lesbiana. Iba un día por la calle Isaac Peral y dos chicas le dieron una paliza. Le reventaron el cráneo con bates de béisbol y ha quedado tetrapléjica ...». Es entonces cuando el o la periodista (ha habido víctimas de ambos sexos) levanta la ceja de sorpresa. ¿Y no las detuvieron? «Sí, pero ya sabes cómo son estas cosas. A los dos días estaban en su casa de La Moraleja».

Lo normal, entonces, es que el tertuliano se interese por el estado de la chica : «Bueno -responde-, ahí va... Los médicos esperan conseguir que al menos pueda volver a mover los brazos y la cabeza».

¿Y cómo lo llevas? «Pues fíjate, todo para mí. Porque mi mujer murió de cáncer hace tres años ... Menos mal que está Cristina, la pareja de mi hija, que se encuentra ahora mismo con ella en el Hospital de Tetrapléjicos, así puedo venir yo a Madrid, darle una vuelta a la casa y ducharme. Ahora llego de Atocha (o de Moncloa, según el lugar donde se produzca el encuentro con el periodista) y esta tarde regresaré a Toledo. No sé si en la moto, porque como llueva tomaré el autobús», suelta, así, todo seguido.

«¿Te vas ahora a casa o a la redacción?» , inquiere el tal Antonio. El encuentro es al mediodía. El periodista responde que a seguir trabajando, que esta profesión es así, una jornada intensiva e intensa de la mañana a la noche, y demás tópicos reales del oficio.

Llega la despedida. O eso parece. El o la periodista, con el corazón compungido, le desea lo mejor. Antonio lo agradece y se da la vuelta. Pero segundos después, vuelve: «Disculpa... Me da mucha vergüenza... Pero es que solo llevo 55 céntimos encima, y voy a almorzar [o «tengo que coger el autobús a Toledo», que es otra derivada del timo]... ¿Tienes tú algo por ahí y te lo devuelvo la próxima vez que coincidamos? O te lo llevo a tu empresa...».

Más desconcierto. ¿Cómo no echarle una mano? Caen unos euros, 3, 5 o incluso 12, dependiendo del caso. Antonio hace como que la vergüenza le invade: «De verdad, que si no quieres no hace falta...». Pero cómo decirle que no. «Te invito otro día a un café o a una cerveza» . Vale, vale, responde el periodista, que no ve el momento en salir del trance.

Y ambos se despiden, esta vez para siempre. Uno, con el bolsillo más lleno. El otro, con la sensación de haber hecho el tonto y el nudo aún en la garganta de la terrible historia que acaba de escuchar... ¿verdadera o falsa?

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