El tesoro de Cervantes que apareció por sorpresa a unos pasos del Congreso

La última rehabilitación de la Plaza de las Cortes, situada frente al Congreso de los Diputados, deparó una agradable sorpresa para los activos históricos y culturales de Madrid . A los pies de la estatua de Miguel de Cervantes , como si fuera una máquina del tiempo, en 2009 se halló un cofre cuyo contenido era desconocido. Ningún documento o archivo conocido hablaba de que bajo la figura del escritor se hubiese escondido algo en su origen, pero las obras alumbraron el tesoro . El enigma se resolvió en mitad de especulaciones y un enorme revuelo mediático.

La caja, de plomo y herméticamente sellada, contenía cuatro volúmenes del Quijote, un ejemplar del Estatuto Real de 1834 (el equivalente a la Constitución actual) y otros vestigios de la época, como dos diarios de la época, la Gaceta de Madrid y el Diario de Aviso. Además, en la vieja urna se halló un manuscrito y un libro titulado «Guía del Forastero».

Según informó en la fecha ABC, el contenido del cofre fue revelado por el entonces vicepresidente de la Comunidad de Madrid y Consejero de Cultura, Ignacio González, y el director del Museo Arqueológico Regional, Enrique Baquedano. Se determinó que el tesoro , con el tamaño de una caja fuerte, fue depositado en la estatua de Cervantes en 1834, cuando se levantó el monumento.

La fecha del Estatuto Real, así como el resto de documentos, dieron una pista de la intención que hubo para colocar la caja. Aquellos años del siglo XIX se caracterizaron por la lucha de los sectores liberales por consolidar un sistema parlamentarista en España ; se cree que fueron depositados para dejar una huella política e ideológica, como el citado estatuto, guía del Estado durante la regencia de María Cristina ante la minoría de edad de la futura Reina Isabel II.

La valiosa colección de objetos, que desde entonces forman parte de los fondos del Museo Arqueológico Regional , contó además con retratos de la Reina Isabel II y de Manuel Martínez Varela, el notable que financió las obras de la Plaza de las Cortes, junto a otros libros relacionados con la vida de Cervantes. Lo cierto es que enterrar obras del pasado bajo monumentos e inmuebles importantes era una costumbre relativamente habitual, algo que con el tiempo se denominó como «cápsulas del pasado» . Otros ejemplos de esta práctica son como la fundacional descubierta en el Congreso de los Diputados, la del Asilo de Lavanderas en Príncipe Pío y la que acompañaba a la primera piedra de la Gran Vía.