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El ruido, el polvo y la nueva M-30 ponen en alerta a los colegios del Vicente Calderón

La demolición y el desvío del tercer cinturón afectarán a 3.500 alumnos. Los vecinos temen revivir los problemas sufridos durante el derribo de la Mahou

El estadio Vicente Calderón, con las obras de valla al fondo, ya instaladas FOTOS: JOSÉ RAMÓN LADRA
Aitor Santos Moya

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La obras de demolición del Vicente Calderón han comenzado y la preocupación en la zona no ha hecho más que aflorar . Los vecinos y colegios de Pirámides se mantienen expectantes ante unos trabajos que, en palabras del Ayuntamiento, se prevén largos y complejos. Con el vallado del estadio ya instalado, los operarios deberán derribar todas las gradas, salvo la tribuna que se apoya sobre la M-30, antes de la llegada del verano, época en que está previsto que comience la urbanización del entorno del paseo de los Melancólicos y el primer desvío provisional de la vía de circunvalación. Este jueves, las asociaciones de madres y padres (Ampas) del CEIP Tomás Bretón, IES Gran Capitán, CEIP Joaquín Costa, la Delegación de Arganzuela-Centro de la FAPA Francisco Giner de los Ríos, junto a la asociación de vecinos Pasillo Verde-Imperial y la Federación de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM), mantendrán una reunión en la Junta Municipal de Arganzuela para conocer de primera mano los detalles del proyecto.

El encuentro llega dos semanas después de que estos colectivos registraran en Madrid Salud una petición de colaboración para garantizar las medidas de protección necesarias para paliar el impacto que puedan sufrir los cerca de 3.500 alumnos matriculados en los cuatro centros ubicados en el ámbito Mahou-Calderón. «Lo primero que queremos saber es el calendario de las actuaciones , ya que hay ciertas contradicciones entre lo que se publicó en el convenio y las declaraciones posteriores», afirma Susana de la Higuera, representante del AMPA del Gran Capitán, con la preocupación de que la reforma genere una nube de polvo, ruidos y la saturación del tráfico con la entrada y salida de camiones para desescombrar. «Aunque la demolición del Calderón sea lo más llamativo, también estamos pendientes del proceso de urbanización de la Mahou, donde se levantará mucha tierra».

Durante el desmantelamiento de la antigua fábrica, los colegios afectados recuerdan la aparición de cucarachas y ratas; un extremo que confían evitar esta vez. «Aquello fue un infierno», advierte la portavoz, sin olvidar el problema de las partículas contaminantes del aire: «Conseguimos que la Junta del Distrito aprobara que Madrid Salud monitorice todo el control medioambiental , pero aún no sabemos cómo lo van a hacer». El paso de los camiones, añadido al desvío provisional de la M-30, supone otro quebradero de cabeza para una comunidad educativa con serias dudas sobre su aplicación. «Aunque el primer atajo se supone que irá por donde está el césped, no sabemos el tránsito del segundo», advierte De la Higuera. Este «nuevo» tramo se extenderá hasta agosto de 2021, plazo en que finalizarán las obras de cubrimiento en la parte de la tribunal principal.

Un operario taladra la calzada para instalar las vallas del perímetro

Para más inri, las elecciones del 26 de mayo añaden, si cabe, más incertidumbre al entorno. Entre el vecindario corre el runrún de que un posible cambio de mando en el Ayuntamiento podría «estancar» un plan con más idas y venidas de la cuenta. «Lo que más me fastidia es que tiren el estadio, pero, viendo que es inevitable, espero que lo hagan con cuidado. No nos han informado de nada», relata Graciela de la Riva, quien, a sus 49 años, pronto cumplirá medio siglo a la vera del Manzanares: «Seguro que lo dejan bonito, pero mientras tanto está todo muerto, al barrio le falta ambiente».

El temor a la suciedad en el interior de las viviendas también está a la orden del día, más aún, cuando el grueso de los trabajos están previstos para los meses de más calor del año . «Lo que más me preocupa es el polvo, con el derribo de la Mahou fue una cosa increíble», señala Antonio Arba, un residente con más de 25 años en Pirámides, que pasea su perro junto al vetusto coliseo: «Da igual que cerraras las ventanas, se colaba por cualquier sitio», prosigue, sabedor de que no disponer de aire acondicionado supondrá un hándicap añadido.

Pese a que la inquietud es la tónica reinante, los habitantes del Calderón también son conscientes de que las obras, cuánto antes se hagan, más pronto podrá revitalizarse el enclave . «A nadie le gusta tener que vivir de cerca algo así, pero tampoco pueden dejarlo como está», incide Isabel Álvarez. Después de 30 años instalada frente al estadio, esta vecina asegura que el traslado del Atlético ha dejado un remanso de tranquilidad: «Sobre todo, por las que liaban los ultras, que nos han llegado a meter bengalas en el garaje».

Algo más lejos, en la glorieta de Pirámides, Vicente Reategui tiene claro que en estos tiempos convulsos solo sobreviven los negocios «que se han sabido adaptar». Con doce años de experiencia como camarero en el bar Pirámides, apunta que su jefe esperó al cierre del Calderón para reformar el local . «Antes, la clientela habitual no venía en día de partido. Pero ahora sí lo hacen porque ya no tienen que soportar tanto jaleo», incide. Renovarse o morir: «No queda otra».

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