Puesta a punto del templete del reloj de la Puerta del Sol

Se trata de trabajos menores que se repiten «de forma periódica» para mantener en un perfecto estado de conservación una de las joyas de este edificio singular . El mimo con el que se cuida es extremo. Para garantizar su precisión, la torre del reloj está acondicionada. El objetivo es mantener su maquinaria a una temperatura constante. El sistema permite que el ambiente se mantenga sin grandes oscilaciones térmicas durante los periodos calurosos de verano y los fríos de invierno.

No obstante, el reloj ha vivido a lo largo de siglo y medio situaciones de todo tipo. Donado en 1866, fue colocado en un primitivo templete más austero que el actual. Su inauguración se hizo coincidir con el cumpleaños de la reina Isabel II, el 10 de octubre. Tardó más de cuatro años en construirse y fue donado por un singular relojero, un leonés exiliado en Inglaterra: José Rodríguez Losada . Los historiadores coinciden en que su participación en una conspiración liberal en 1823 contra el absolutismo de Fernando VII le obligó a huir a Londres. Allí contrajo matrimonio con la viuda de su anterior jefe y estableció su relojería en la calle Regent Street. Hasta 1856 no regresó a España. Desde 1996, su guardián es el relojero Jesús López .

Hasta su inauguración, los madrileños sufrían diariamente la imprecisión del viejo reloj de la fachada de la desaparecida iglesia del Buen Suceso . Ese tenía una sola manecilla y su precaria maquinaria era objeto de numerosos parones. Tras el derribo de la iglesia en 1854, fue colocado un reloj –no se sabe si ese u otro nuevo– en la parte superior de la Real Casa de Correos, pero las paradas y retrasos continuaron hasta la llegada de la máquina de Losada. El viejo reloj de la sede del Ministerio de Gobernación no andaba: «Ese reló es el espejo / del gobierno que hay debajo», decía una copla popular de la época.

La época más convulsa para el reloj de la Puerta del Sol fue la Guerra Civil. En otoño de 1936 a causa de la explosión de una bomba en la calle Mayor saltaron al vacío las cuatro esferas del reloj. Solo se repuso la que da a la plaza de Sol y, el resto, permanecieron tapiadas hasta que acabó la contienda, pintando sobre los ladrillos los números romanos. Un tiempo después un proyectil de artillería cruzó de lado a lado el cuarto de la maquinaria sin ocasionar grandes daños y una granada de mano rompió una de las esquinas de la torre. Tras la guerra, las señales horarias de Radio Nacional de España se emitían desde este reloj. Sus campanadas se convirtieron en la referencia para anunciar los diarios hablados.

Entre las curiosidades menos conocidas de este emblema de la capital está que, en el año 1952, el embajador de Venezuela mediante propuesta del Ayuntamiento de Caracas hizo una oferta al de Madrid para comprar el reloj. Afortunadamente no se llegó a un acuerdo. Diez años más tarde, en la Nochevieja de 1962, los españoles pudieron tomarse las doce uvas viendo en directo, por televisión, cómo sonaban las doce campanadas. Sin embargo, no fue hasta 1990 cuando el dúo Martes y Trece estrenó la tradición de hacer un programa especial desde Sol presentando las campanadas ante la cámara.