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Parroquia de los Doce Apóstoles, un gran templo en Velázquez

Nació en un sótano de 90 metros hasta que las religiosas de la Asunción dejaron el edificio

La capilla del Santísimo de la Parroquia de los Doce Apóstoles ERNESTO AGUDO

POR FRANCISCO SERRANO OCEJA

Una carta con fecha del 6 de marzo de 1991, firmada por el entonces párroco, don Julio Sagredo Viña -que lo fue durante 48 años- al obispo auxiliar de Madrid , monseñor Francisco José Pérez y Fernández Golfín, levanta acta de los inicios de esta parroquia situada en la lustrosa calle de Velázquez, 88 . Comienza así: «En el verano de 1965 el entonces arzobispo de Madrid-Alcalá, D. Casimiro Morcillo, comunicó a la Madre Trinidad Sánchez Moreno y a algunos sacerdotes de la Obra de la Iglesia, recientemente aprobada por él, su deseo de que ésta se encargara de una parroquia en la capital ».

La Parroquia de Los Doce Apóstoles es una Obra de la Iglesia. «Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas», que dice la carta a los Efesios y se lee en la entrada de este singular templo que otrora fue capilla de colegio. La Obra de la Iglesia es una realidad eclesial, de Derecho Pontificio , fundada por una mujer sin cultura humana, sencilla, natural de Dos Hermanas, Sevilla, que había venido a Madrid arrastrada por los vientos de la historia. Don Julio Sagredo, entonces, confesaba en la céntrica parroquia del Carmen y allí se encontró con aquella alma pura.

Esa joven sencilla, en 1959, según se narra en la citada carta, recibió de Dios el testimonio de sus misterios y la voz profética destinada a revelar la hermosura y riqueza de la Iglesia, su renovación en orden al esplendor de vida y de felicidad. Altas teologías que se expresan de formas no comunes y que han hecho posible un nuevo carisma en la Iglesia, para la Iglesia y para el mundo. La Parroquia de los Doce Apóstoles comenzó a serlo en un sótano de 90 metros de la calle Lagasca hasta que las religiosas de la Asunción dejaron el edificio de su colegio y residencia. Esta parroquia es, sin duda, una de las tarjetas de visita más granadas de la Obra de la Iglesia. Quizá por ser la primera.

Don Julio Sagredo es toda una institución. Rezuma santidad por los cuatro costados. Fue uno de los jóvenes sacerdotes al que el patriarca don Leopoldo destinó a estudiar Sagrada Escritura y lenguas clásicas y semíticas -aquel bendito grupo de Mariano Herranz, Ángel Garrido y Pedro López- origen de las generaciones posteriores de la Escuela de Madrid . Don Julio participa ahora también en la conversación con el joven párroco de los Doce Apóstoles, Pablo Ordaz, quien guarda un respetuoso y agradecido silencio ante la certera y significativa memoria de don Julio.

El párroco actual, por cierto, está acompañado por otros dos presbíteros de la Obra de la Iglesia en la atención litúrgica y sacramental, Pablo Suárez y Gabrielle Biondi. También atienden las labores sociales y catequéticas dos comunidades de consagrados de la Obra, una de hombres y otra de mujeres. En la conversación sobre la identidad de esta parroquia, «una más, como todas, con lo que tienen todas», insiste don Julio, ambos están de acuerdo en que el centro es la Adoración Perpetua al Santísimo , un deseo que les trasmitió la Madre Trinidad. Desde primera hora de la mañana hasta ya entrada la noche, la adoración es fuerza de atracción de la vida. Son cientos de personas las que se postran ante el Santísimo en ese oasis de amor, silencio y recogimiento en un templo de estilo Versallesco, único en este Madrid de múltiples líneas y curvas. También en la Iglesia .

Catequesis de primera comunión, confirmación y postconfirmación y el Hogar Juvenil de los fines de semana son vértebras de la enseñanza parroquial. Y, con particular insistencia el párroco nos habla del grupo de iniciación a la consagración, en el que adolescentes y jóvenes que se preparan para el sí a Dios en la Obra de la Iglesia. La caridad, que nace de la Eucaristía, es otro de los pilares de esta comunidad de fe y de esperanza . El ropero, la bolsa de trabajo, los trabajos de la asistenta social, el dinero que se destina a necesidades inmediatas, conjugaciones del amor de Dios para los hermanos. Y la atención a los enfermos. Todo ello y todo ellos, obra de la Iglesia, hogar de humanidad.

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