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Sucesos

La mujer del parricida de Getafe: «A mi marido se le ha ido la cabeza»

El homicida se culpó en una nota. Al parecer, ahogó a los críos en la bañera, los acostó y quemó el dormitorio

La familia, en una carrera por la discapacidad
M. J. Álvarez

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«He sido yo. He matado a mis hijos. No quiero que sufran». Así decía la escueta nota manuscrita hallada entre las ropas del parricida de Getafe , José Alberto Gálvez López, de 46 años, que se suicidó arrojándose a las vías del tren en la estación de Renfe de Getafe Industrial, situada a unos dos kilómetros del domicilio familiar. Poco antes había acabado con la vida de sus dos hijos, de 13 y 8 años. Al parecer, los habría ahogado en la bañera que estaba llena de agua, para recostarlos después sobre la cama de matrimonio, prender fuego al dormitorio, cerrar la puerta con llave y huir a toda prisa hacia el Cercanías.

Semejante atrocidad, que ha dejado al municipio madrileño conmocionado y en estado de shock, se produjo la noche del martes cuando la mujer del filicida, Raquel M. M., de 45 años, había salido a hacer la compra.

Todos los indicios apuntan a que primero ahogó a la menor en el piso, un bajo situado en el número 8 de la plaza de Benjamín Palencia. Después, hizo lo propio con el mayor aquejado de parálisis cerebral, que iba en silla de ruedas . Tras ello, los acostó en la cama y prendió fuego al cuarto. No se descarta que utilizara algún acelerante. A continuación, tras desatarse las primeras llamaradas, el homicida se marchó. Emergencias 112 recibió los avisos de ambos sucesos con cinco minutos de diferencia: el del fuego a las 20.15 horas y el del atropello a las 20.20.

«Los quería con locura»

El informe preliminar de la autopsia reveló ayer que había agua en los pulmones y ni rastro de humo o de sustancia alguna relacionada con el incendio en sus cuerpos, lo que significa que los homicidios los realizó con anterioridad . No perecieron por inhalación de humo. Se desconoce si utilizó algún sedante para adormecerles, un extremo que confirmará el análisis toxicológico, que tardará unos dos meses. Los cuerpos no estaban calcinados, como se comunicó en un principio, sino un poco quemados.

«No nos íbamos a separar», aseguró la mujer del homicida, tajante, en su declaración policial

¿ Por qué lo hizo José Alberto? Solo él lo sabe y se ha llevado el secreto a la tumba, además de la vida de sus hijos, «a los que quería con locura». En eso coincidían ayer todos los residentes y allegados a esta familia getafense.

Al parecer José, como era conocido familiarmente, era amable y cariñoso y se dedicaba por completo al cuidado de los niños –por los que se «desvivía»–, especialmente del mayor, «con el que se le caía la baba». «Le llevaba a la ruta a las 10 horas, le recogía a las 16, lo sacaba a pasear; luego llevaba a los dos a merendar y estaban una hora en la plaza», explicaban los vecinos del piso. Situado en el barrio de la Magdalena, a él se mudaron hace apenas dos años con el fin de adaptarlo a las necesidades especiales del pequeño.

El suicida estaba en paro desde hacía tiempo y últimamente, aquejado de una fuerte depresión, llevaba la tristeza escrita en la cara .

«Sobrepasado y sin ver futuro»

Según algunas fuentes familiares directas, su mujer quería separarse. Tal vez este hecho provocó esa espantosa reacción del parricida al desmoronarse su forma de vida. Más que una venganza, un extremo que también se barajó, sus allegados achacaban lo ocurrido « a la desesperación ; Jose estaba sobrepasado por las circunstancias, en especial por la parálisis cerebral del crío. No veía vida para él ni ningún futuro para la pequeña». De hecho, este extremo coincidiría con el mensaje que dejó autoinculpándose .

No obstante, Raquel, la madre de los pequeños, destrozada, negó, tajante, en su declaración ante la Policía, que estuvieran en trámites de separación. «Salvo que se le haya ido la cabeza , mi marido n o tenía motivos aparentes para matarlos», informa Efe.

No había denuncias previas por malos tratos. La pareja estaba muy unida, según sus allegados. Su mujer, profesora de francés de Secundaria en el Colegio de los Padres Escolapios, cercano a su casa, y en la Escuela Oficial de Idiomas , era muy conocida ya que fundó la asociación Dedines, dedicada a niños discapacitados, en la que ocupa un cargo directivo. Raquel, la de la sonrisa permanente en la cara, repetía la noche de la tragedia, la más oscura de su vida: «Y ahora, ¿qué voy a hacer yo sin mis hijos?».

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