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Santuario de María Auxiliadora

Una caricia de la Madre salesiana

El templo y su colegio anejo son el centro vital de la pedagogía de Don Bosco

Aspecto exterior del santuario, en la Ronda de Atocha Maya Balanya
José Francisco Serrano Oceja

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El punto geográfico desde el que hay que contemplar una parroquia salesiana es el patio del colegio anejo. Es ese centro vital de la pedagogía de Don Bosco desde el que se despliegan la vida, las ilusiones, las fuerzas, las amistades, las confidencias, el juego. Por eso, nada más llegar a la «Civitas salesiana» del barrio de Palos de Moguer, Atocha para más referencias, el padre Iñaki Lete, nuestro párroco, nos llevó al centro del patio, el punto cero, el «meeting point» de esa arquitectura espiritual salesiana. Y desde ese punto neurálgico en el que la distancia espiritual al altar de la misa de la vida se acorta, se comprende con más claridad el espíritu salesiano .

Aquí la arquitectura es razón teológica , el templo parroquial del Santuario de María Auxiliadora (Ronda de Atocha, 25), el colegio de Infantil, Primaria, Secundaria, Bachillerato, el centro de Formación Profesional, el centro juvenil salesiano, la comunidad de religiosos salesianos, una veintena, para más datos, todo uno, una línea de vida. Edificios bien pegados en torno a la devoción de María Auxiliadora, que es como un octavo sacramento, si lo que acabo de escribir no fuera una herejía. En 1856, cuando muere Mamá Margarita, la madre de Don Bosco, él se dirige con estas palabras a María Auxiliadora: «Ni yo ni mis jóvenes tenemos ya madre en esta tierra. ¿Quieres ser tú nuestra madre?». Una madre para esos dos mil seiscientos alumnos que pululan por esa obra, una caricia de madre.

El salesiano Iñaki Lete se desvive por que entendamos que esta parroquia, en el contexto de la obra salesiana, sirve, como sirve la Iglesia, como sirve el Evangelio, a un barrio de 25.000 habitantes, donde se conjuga la pobreza de la soledad con la vitalidad de matrimonios jóvenes . El templo santuario muestra la magnificencia de los colores de la vida a través de las dieciocho preciosas vidrieras, obra de los talleres Atienza, colocadas en 1972. El templo actual fue inaugurado el día 23 de mayo de 1973 por el cardenal Tarancón. Pero la presencia de los salesianos en la zona data de antiguo.

En octubre de 1889 llegaron los primeros y se establecieron en la calle Zurbano, 50. Su labor se dejó sentir en la zona de regatos de los lavaderos de la ciudad con su Oratorio y las clases populares. En 1901 se asentaron en el periférico barrio de Atocha , y su primer director fue el religioso Ernesto Oberti. En 1905 se inauguró el primer templo y en 1917 se coloca la primera piedra de la Escuela de Artes y Oficios, con la asistencia de los Reyes Alfonso XII y Victoria Eugenia.

El templo actual fue proyectado por el arquitecto Enrique Huidobro y concluido por su hijo Javier. En la línea del presbiterio se encuentra una de las joyas del testimonio de fe más acreditado de los salesianos en la historia contemporánea de España, la capilla de los mártires , once arcas de madera de cerezo. Cada una de ellas, con una urna de cinc con los restos de los mártires. Dedicada a 42 beatos mártires salesianos, en el hueco del altar, los restos del beato Enrique Saiz, cabeza de lista del grupo. «Ni la muerte ni la vida podrá apartarnos del amor a Cristo» (Rm., 8, 38-39).

El padre Iñaki Lete está acompañado en las tareas parroquiales por los salesianos José Andrés Valencia y Mariano García Yagüe, aunque, a decir verdad, toda la comunidad echa una mano cuando es necesario. Conforman la familia salesiana de la parroquia, los salesianos cooperadores , la Asociación de María Auxiliadora, los Hogares Don Bosco y los Antiguos alumnos, todos ellos activos. La Cáritas parroquial, con un notable grupo de voluntarios, se dedica a la acogida y a la atención de mayores y enfermos. Hay tres grupos de Catecumenado de Adultos .

Pero la clave es el itinerario de la educación de la fe , desde niños con el despertar religioso, la preparación para la Comunión, el Oratorio salesiano, hasta la confirmación y la labor apostólica en las Comunidades juveniles. Una caricia siempre de María Auxiliadora.

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