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«Botellódromo» diario en Lavapiés

Vecinos denuncian el pasotismo municipal con el consumo de alcohol en el barrio

Ignacio S. Calleja

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Los vecinos de la plaza de Agustín Lara, en Lavapiés, están «hartos» de que el barrio se haya convertido en una bacanal de alcohol nocturna y perpetua . Hoy comienzan oficialmente sus festejos patronales , en honor a San Cayetano, pero la denuncia por ruido y suciedad se refiere a las últimas semanas: se ha convertido en un «botellódromo».

Esta plaza, situada entre las calles de los Embajadores, Sombrerete y Mesón de Paredes, es uno de los espacios más utilizados de la zona para la práctica del botellón. La morfología del enclave, peatonal, resguardado y con numerosos bordillos y bancos, favorece estos asentamientos. No obstante, la queja es extrapolable a otras plazas de Lavapiés, como la de Nelson Mandela , donde en las fiestas de San Lorenzo se instalarán sus carpas varios grupos radicales. Según explican los vecinos, frente a la estatua del compositor mexicano, los botellones se suceden prácticamente a diario . «Con el buen tiempo hay más y da igual que sea en fin de semana o a diario, siempre hay alguien, cinco o cincuenta», asegura Fernando, residente en el bloque contiguo, al tiempo que denuncia cierta pasividad: «Por más que llamamos a la Policía Municipal, no deja de ocurrir».

«No hay quien duerma»

La estampa es casi siempre la misma: litronas y latas de cerveza, bolsas de plástico, cristales y vasos rotos... «Hay días que no dan abasto para recogerlo, creo que la solución está más en no ensuciar que en limpiar tanta porquería cada dos días», apunta Lucía Candil, que también vive cerca de la plaza. El volumen de basura es proporcional a los asistentes, pero también el ruido. A la suciedad, que se extiende a las calles adyacentes, hay que añadir este segundo problema que perturba sobremanera el descanso de los vecinos. «Ahora, con las ventanas abiertas, no hay manera de dormir», añade. La previsión para los próximos días es que estos problemas aumenten por la celebración de las fiestas .

La consideración sobre el botellón en Lavapiés guarda un paralelismo con otras zonas de la capital donde también es habitual esta actividad. El Ayuntamiento, que dirige Manuela Carmena, defensor de aplicar una política de pedagogía en lugar de sanciones, ha sido muy criticado por una presunta permisividad para disolver estos maratones de alcohol. Como publicó ABC el pasado mes de mayo, Malasaña vivió una situación similar cuando en las fiestas del Dos de Mayo la plaza homónima albergó un macrobotellón sin que la Policía interviniese en ningún caso. El improvisado evento, que no estaba autorizado, se desarrolló pese a las llamadas de los vecinos.

El caso de Lavapiés, sin embargo, cuenta con una singularidad. Al mismo tiempo que los vecinos denuncian en redes sociales la «pasividad» policial, el edil de Seguridad y Emergencias, Javier Barbero , quiso llevar a cabo en el barrio un proyecto piloto para implantar una Policía Comunitaria. Con él, los vecinos actuarían como mediadores; una suerte de jurados paralelos . El denominado como plan de Gobernanza Comunitaria fue rechazado por la oposición en el último Pleno y obligó a Barbero a comprometerse a no extender este proyecto a los 128 barrios de Madrid.

Menudeo de drogas

A los residuos y el jaleo, los residentes suman nuevos argumentos a la denuncia: la falta de higiene y el menudeo de drogas , un problema de años en el barrio. Los árboles y escondrijos de la plaza, algunos cerca de los portales de las viviendas, son utilizados como urinarios. «El olor es insoportable, se forman charcos por todas partes», señalaba otro de los vecinos, que no reveló su nombre. No obstante, su queja va más allá por el parque infantil que ocupa uno de los márgenes, donde también hacen sus necesidades. «No respetan nada y cualquier día un niño se va a cortar con cristal o se va a encontrar con algo mucho peor», asevera.

El trapicheo de drogas se sucede en esta plaza y en buena parte de las calles contiguas. Es habitual encontrarse con grupos de subsaharianos, ociosos durante horas, que ofrecen cannabis y cocaína a cualquiera que detiene la mirada en ellos. «Si no es el botellón es el trapicheo» , apunta resignada Julia, una trabajadora de la zona.

La gestión del botellón se ha convertido en un quebradero para el Gobierno local, que entre propuestas y calificaciones inverosímiles no acierta con la solución. El edil de Seguridad y Emergencia, preguntado por esa supuesta permisividad con el consumo de alcohol en la calle, declaró en mayo que «los jóvenes saben diferenciar, y enviar a la Policía sería como enviarlos a los centros de drogodependientes ». Mientras tanto, Carmena ha planteado varias propuestas para acabar con el botellón. La primera, que los jóvenes limpiaran los restos de basura por la basura recogida cada fin de semana en la Complutense. La última, una máquina en la que depositar botellas a cambio de compensaciones.

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