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SUCESOS

El asesino que emparedaba a prostitutas en el Mesón del Lobo Feroz

El local se convirtió en un cementerio donde el encargado, un alcohólico con problemas con las mujeres apodado «El legionario», ocultó sus dos crímenes

El local de la calle de Lucientes JOSÉ SÁNCHEZ MARTÍNEZ

M. J. ÁLVAREZ

Santiago San José Pardo tenía 31 años en 1987 y nació en Madrid. A mediados de los años 80, tras acabar la mili, e intentar ser marino, se enroló en la Legión, de ahí que fuera conocido como «El Legionario», a pesar de que sería expulsado del cuerpo por su dureza.

Antes había trabajado como delineante en una empresa de reproducción de planos en Oviedo, en donde incluso, se dice que tuvo novia formal . A la vuelta del servicio militar, regresó a la capital porque los dueños estaban contentos con su trabajo, pero la empresa estaba al borde de la quiebra, por lo que, la suerte, que parecía haberle acompañado unos pocos años, volvió a serle esquiva.

Regresó de Vetusta a Madrid para volver al domicilio familiar y convivir con su madre con la que mantenía una tensa relación. No encarrilaba su vida. Siempre había tenido tuvo mala relación con sus padres. Ambos, que ya tenían un hijo ansiaban una niña en el segundo embarazo pero nació Pardo. Siempre prefirieron a su hermano mayor. Acomplejado, misógino, impotente y sin amistades, este ahogaba sus penas en el alcohol.

Gracias a la relación de su madre con un subcomisario de Policía de la capital, propietario del Mesón del Lobo Feroz , (en el número 9 de la calle de Luciente), en pleno centro de Madrid, regentó el negocio cerca de un año junto a su hermano. Corría el año 1986. Sin embargo, muy pronto se quedó solo. La falta de clientela la suplía consumiendo copas una y otra vez.

Aislado, frustrado y fracasado una noche sacó a pasear a la bestia que llevaba dentro: «El lobo feroz» como en una premonitoria metáfora. Fue la tarde del 22 de agosto de 1987 cuando acudió a la cercana calle de la Cruz y requirió los servicios de una prostituta. Esta se llamaba Mariluz, tenía 22 años y dos hijos.

Acudieron al mesón y su estado de embriaguez era tal, que apenas podía abrir la puerta. Como no pudo consumar el acto sexual debido a sus problemas, tras pegar y golpear a la muchacha que apenas oponía resistencia, totalmente fuera de si, clavó una y otra vez en en su pecho un cuchillo jamonero hasta matarla. Luego, perdió el sentido.

Se despertó cubierto de sangre. El cadáver estaba en el suelo; se sirvió una copa y se fue a dormir a casa

Cuando se despertó estaba cubierto de sangre. Miró a su alrededor, atónito y con suma frialdad se sirvió una copa, se limpió como pudo y se fue a dormir a casa de su madre. Al día siguiente no abrió el local. Volvió para limpiar el escenario del crimen totalmente ensangrentado. En el suelo, cosido a cuchilladas estaba el cadáver de la infortunada meretriz. La cubrió de plásticos, la bajó al sótano y la enterró bajo una capa de yeso . Para curarse en salud, puso encima una tela de arpillera y varias cajas de cerveza. Después, adelantó su viaje a Elche, ciudad en la que se casaba su hermano.

«El lobo» salía a cazar a la calle de la Cruz

«El lobo» no volvió a salir de caza hasta la madrugada del 12 de octubre . Volvió a salir a la calle en busca de sexo de pago y recurrió a los servicios de una mujer de unos cuarenta años no muy conocida entre las habituales: Teresa, a decir, de algunos; Josefa, a decir de otros, que nunca llegó a ser identificada y que no fue reclamada por nadie. De nuevo, se repitió la historia y la pobre mujer acabó brutalmente acuchillada con la misma arma homicida que hundió en su cuerpo una y otra vez. Después, emparedó el cuerpo junto al e la otra víctima, debajo del hueco de la escalera y tapió la pared con unas baldosas.

Dos meses después, el día del sorteo de la Lotería de Navidad el depredador volvió a la calle de la Cruz de madrugada. Escogió a una veinteañera que cayó en la trampa atraída por las 5.000 pesetas que iba a cobrar y el taxi de vuelta. Se llamaba Araceli. Mientras ella se desvestía, «El lobo» fue en busca del cuchillo para seguir su sórdido plan pero la joven le hizo frente , forcejearon y, en un intento de arrebatarle el arma banca, se cortó con el filo, causándose una gran hemorragia. Lo logró. Sus gritos desgarradores de terror no cesaban y alertaron a los vecinos. «El Legionario», más encolerizado que nunca, trataba de estrangularla.

Una patrulla acudió hasta el lugar, un extremo que le salvó la vida, ya que estaba acorralada . Los dos fueron arrestados, ya que cada uno contaba una versión. Él, que la sorprendió robando; ella, la verdad. Poco después quedó en libertad, al igual que Araceli. Pardo entonces decidió abandonar el negocio.

La reforma del local destapó los cadáveres momificados. Salió en libertad en 2004 por buena conducta y por informes que decían que estaba rehabilitado

Sin embargo, la historia dio un vuelco en 1988 cuando el subcomisario decidió vender el mesón. Su nuevo propietario inició una reforma y el 23 de enero de 1989 los obreros, al picar una pared , descubieron los dos cadáveres momificadas.

«El lobo», convertido en cordero

Los agentes no tardaron en atar cabos y Pardo fue detenido. En el juicio, celebrado en 1991, fue condenado a 72 años de cárcel por los dos crímenes, un tercero en grado de tentativa e inhumación ilegal. Los magistrados reconocieron que se trataba de un «psicópata y un alcohólico», pero que su «psicopatía no disminuye su responsabilidad penal»

No llegó a cumplir la totalidad de la pena y en 2004 salió en libertad, por su buena conducta y por los informes que avalaban que estaba totalmente rehabilitado. En prisión estudió BUP y se encargó de la Biblioteca. Se dice que ha encauzado su vida . De ser así, el lobo se ha convertido en cordero.

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