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PERFIL

Ángel Garrido, el paso al frente del hombre en la sombra

El eterno número dos se convierte en el elegido de Génova para suceder a Cifuentes y convertirse en el sexto presidente regional de Madrid

Ángel Garrido, hasta ahora presidente en funciones de la Comunidad de Madrid COMUNIDAD | Vídeo: Maillo confirma la designación de Garrido (ATLAS)
Sara Medialdea

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Ángel Garrido podría hacer suya la frase de Roy Batty, el replicante protagonista de «Blade Runner» , una de sus películas favoritas: «He visto cosas que vosotros no creeríais». Porque en sus casi 30 años en política, siempre en segundo plano, el ya candidato oficial a la Presidencia de la Comunidad de Madrid ha visto de todo. Durante mucho tiempo, sólo fue un inadvertido concejal de distrito, que parecía olvidado por su partido en la gris y a veces invisible gestión de los barrios. Pero en unos años, Garrido pasó a convertirse en la sombra de Cristina Cifuentes, su portavoz y mano derecha en el Gobierno regional, secretario general del PP de Madrid y ahora, por obra y gracia de Génova, en candidato a sexto presidente regional de la Comunidad de Madrid.

En la dirección nacional de su partido han vencido finalmente las reticencias que parecían mantener por, precisamente, su cercanía y fidelidad a Cifuentes, más que probada durante los años dulces pero, sobre todo, en el «mes de pasión» que ha atravesado la expresidenta desde que salió el escándalo sobre su máster hasta que, tras el vídeo de las cremas de belleza, terminó abandonando el cargo. El propio Garrido lo dijo bien claro: «Se equivoca quien crea que ser leal a una persona te inhabilita para ser leal a otro proyecto». Génova parece haber entendido que la lealtad, en un político, siempre es una virtud.

Garrido, seguidor de UCD en sus inicios, comenzó en política en 1995, en Pinto; saltó a Madrid en 1999, y allí parecía haberse encasillado en el papel de presidente de junta municipal: lo fue de cinco en el transcurso de 13 años. Hasta que llegó Ana Botella y le nombró -en 2011- presidente del Pleno del Ayuntamiento.

Roto el dique

Roto el «dique», su siguiente destino fue la Asamblea de Madrid (diputado desde 2015), ya al lado de Cristina Cifuentes, que le convirtió en su mano derecha al nombrarle consejero de Presidencia y portavoz del Gobierno. En paralelo, iba ascendiendo en el partido en Madrid, donde precisamente coincidió con la expresidenta del PP madrileño en la etapa 2004-2008, en la secretaría ejecutiva de Política Territorial. Ahí comenzó a fraguarse un equipo que se mantuvo hasta la renuncia de Cifuentes.

En su biografía tiene curiosidades como su blog, «Political incorrectness» , una bocanada de aire fresco de un dirigente aún no demasiado conocido cuando lo escribía, lo que le permitió sin duda darse este lujo. Efímero, como lúcidamente comprendía, al señalar que mantendría la actitud «hasta donde me permita la militancia en un partido político, es decir, evitando el suicidio».

Hombre de gran cultura -entre sus aficiones, coleccionar primeras ediciones de Silvina Ocampo , nombre que sin duda obligaría a muchos de sus colegas a consultar wikipedia-, Garrido también ha vivido su travesía del desierto en aquel Ayuntamiento liderado por Ruiz-Gallardón en el que el edil era conocido por su cercanía a Aguirre. En 2007 recordó, por carta, que el reglamento interno del grupo municipal obligaba a celebrar reuniones periódicas. Evidenciando el malestar que sentían algunos concejales populares por el trato recibido de su alcalde.

Asumir responsabilidades

Garrido fue también pieza significada en el enfrentamiento con Cobo y Ruiz-Gallardón cuando el vicealcalde madrileño anunció que competiría con Esperanza Aguirre por la presidencia del PP de Madrid, en otoño de 2004. En la tensa Junta Directiva regional que trató el tema, y donde Cobo apenas logró una docena de apoyos, Garrido estuvo en el numeroso bando contrario. Años después, tras ser suspendido de militancia Cobo por hablar en la prensa de la «gestapillo» que le espiaba, Garrido estuvo entre los concejales que pidieron que dejara de ser portavoz del grupo municipal.

Si algo ha aprendido Garrido con el paso de los años de las turbulencias de la política es que «cada uno debe asumir sus responsabilidades, no es preciso poner la mano en el fuego por nadie más que por uno mismo», como decía hace dos años. Una frase cargada de sentido para quien acaba de heredar el cargo del que su antecesora tuvo que marcharse.

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