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La ambición por controlar el Colegio de Abogados: influencia y poder

Los escándalos en el ICAM demuestran que hacerse con su gestión trasciende de la función deontológica y profesional

José María Alonso y Sonia Gumpert durante la noche electoral GUSTAVO MORALES
Ignacio S. Calleja

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¿Qué tiene el ICAM que todos quieren? Esta pregunta acompaña a cada uno de los escándalos que salpican al Colegio de Abogados de Madrid, instalado en la polémica desde hace años. En 2012 la Policía intervino en las elecciones para evitar un amaño con el robo de unos ordenadores y el miércoles, tras una campaña plagada de críticas y acusaciones, la decana saliente denunció una agresión tras conocer la derrota de su delfín. Quienes conocen la institución, la más grande de Europa con más de 77.000 colegiados, aseguran que guarda cierta analogía con el palco del Santiago Bernabéu. La ambición por controlarlo, añaden, no tiene nada que ver con la versión oficial de dar prestigio al colectivo. Poder, influencia y los réditos de su centro de formación son varios de los «caramelos» inherentes al colegio y que explican su atractivo.

Resulta extraño que un cargo que no está remunerado despierte tanto interés. «Aquí hay cuatro opciones: o eres un mártir, que puede ser, o alguien que vaya a delegar en un gerente, desentederse o buscar beneficios de forma indirecta», considera un abogado. Esta última cuestión cobra fuerza cuando las denuncias son la forma de vida en la institución, configurada como una constante lucha de poder. La última noche electoral –con José María Alonso como ganador– es un ejemplo, con Sonia Gumpert denunciando ante la Policía una agresión física y verbal de quien hace solo cinco años era su aliado, el fundador del Instituto Superior de Derecho y Economía (ISDE), Alejandro Pintó .

Existen varios puntos en los que los profesionales consultados coinciden, si bien insisten en que hay quien se implica «con buena fe». El primero y más evidente es la posibilidad de entablar contactos que, en otro contexto, sería difícil llegar. «Cuando eres decano tienes acceso al ministro de Justicia, a la presidenta de la Comunidad, a la alcaldesa...», aseguran. Esta es la imagen por la que se considera que el ICAM está cerca del palco del Bernabéu, y añaden: «Qué tendrá esto que hay gente que paga solo por presentarse en una lista ». En ese sentido, destacan el poder de decisión en organismos clave para el gremio, como el Consejo General de la Abogacía.

Si la agenda y la visibilidad son importantes, hay otros dos elementos igualmente capitales : los cursos que imparte el Colegio de Abogados y el arbitraje, que es otra de sus facultades. Ambas figuras generan importantes beneficios , tanto económicos como personales: «Es el colegio quien designa al árbitro por su supuesta independencia y es esa persona quien cobra; en algunos casos hasta 40.000 euros».

«Un caramelo muy goloso»

El centro de formación, dicen, simboliza cómo el Colegio se ha convertido en una «posibilidad de negocio» . «El centro de formación es un caramelo muy goloso para hacer dinero, con los cursos y másteres de acceso a la abogacía», apuntan. De hecho, la Asociación Libre de Abogados y Abogadas (ALA) atribuye este fenómeno a la irrupción del ISDE junto a Gumpert en 2012 y con Alonso en la actualidad.

Pero los cursos, sostiene una de estas fuentes, esconden un rédito paralelo al monetario: construir prestigio profesional. «Es una forma de hacer curriculum ; impartir cursos sirve para acreditar méritos. No hay ningún criterio de cómo se reparte», asevera.

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