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José Luis Méndez Romeu

Sin pulso en la política gallega

Los partidos de la oposición no transmiten alternativas que además de viables sean creíbles

La calma se ha instalado en el orbe político gallego. Consecuencia de las elecciones autonómicas de octubre, que han deparado un resultado tan cómodo para la Xunta como difícil para la oposición. Baste recordar que el PP triplica en escaños al siguiente grupo parlamentario, la Marea.

Mientras el Gobierno existe por lo que dice, no porque su acción se perciba, la oposición está en proceso de reconstrucción, recientemente finalizada en el BNG, donde nada ha cambiado, y aún pendiente de un largo itinerario tanto en Marea como en el PSdeG-PSOE. Los dos últimos sometidos a fuertes tensiones internas cuyo ruido oscurece su actividad política ordinaria.

Las ruedas de prensa del presidente Feijóo están tan vacías como el orden del día de los Consellos de la Xunta. Últimos temas, la «okupación» de viviendas, más obviedades sobre el declive demográfico o las vicisitudes de la política nacional. Incluso los comentaristas habituales prefieren opinar sobre el escenario nacional, donde hay pasiones, conflictos, incluso lenguaje tabernario, como la vida misma. La política gallega produce sopor porque nada se mueve.

Se han extraído pocas lecciones de los resultados electorales, estatales y autonómicos, ambos vinculados en el tiempo. Los partidos de la oposición no transmiten alternativas que además de viables sean creíbles. Viables en el contexto actual de mayorías inexistentes, recursos disponibles, margen competencial, etc. Creíbles y asumibles por el electorado, identificables con los respectivos partidos. El mercado de consumo político en el que estamos, con mensajes continuos, dispersos y hasta contradictorios, dificulta el seguimiento de las distintas opciones.

El ruido político no comunica . Si juzgamos por el estruendo provocado, podría parecer más relevante la retransmisión de servicios religiosos en la televisión que el estado de los salarios y de la contratación laboral. Habitualmente, las acusaciones entre partidos ocupan más tiempo que el debate de propuestas de interés general. Las Cortes, por ejemplo, aprueban acuerdos sin contenido real, pero no son capaces de aprobar legislación. En 2011, último año de la legislatura socialista, se aprobaron 70 normas entre Leyes Orgánicas, Leyes ordinarias y Reales Decreto-Ley. Fueron 76 en 2015, último año de la legislatura ordinaria popular y solo 9 en 2016.

Quizás este período de atonía sea como la recuperación de los deportistas, algo imprescindible tras el carrusel de emociones políticas del año anterior. Pero si la política es resolver los problemas de la sociedad, si los principales dirigentes políticos sienten la política como vocación y no como profesión, de acuerdo con la conocida tesis de Weber, incluso en las condiciones más difíciles debería de ser posible escuchar una alternativa. Que se exija poco del Gobierno y este haga menos mientras la desigualdad crece incesantemente, no parece la mejor solución.

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