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Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN

Porteiro Garea, siempre olvidado

Porteiro es un gran desconocido. Lo ignoran incluso quienes, sin saberlo, son deudores de su pensamiento político

Ya por inclusiones ya por omisiones, son tantos los disparates que se amontonan en el callejero de la ciudad de Lugo que ahora mismo no sabemos (ni nos molestaremos en comprobarlo) si en su nomenclátor, curiosa mescolanza de churras con merinas y de héroes con villanos, figura el nombre de Luis Porteiro Garea. Presente o ausente, este año, que es el del centenario de su muerte (se lo llevó la tristemente célebre «gripe del 18»), resulta particularmente oportuno volver a su memoria, es decir, a su huella de intelectual, jurista y político.

Porteiro es uno de los cuatro lucenses mayúsculos de la Ruanova. Los otros tres son Pepe Benito (cuya exacta semblanza trazó Manuel María), Gustavo Freire, todavía necesitado de un enfoque ajustado (afinado, mejor dicho, dado el caso), y Domingo Carvallo, el amigo de Heidegger («con la Biblia y Heidegger, yo, como pensador, no necesito más»). Es de esperar que a cada uno de ellos le llegue la hora de la justicia histórica, que sólo se alcanza cuando la razón se impone a la pasión y la objetividad triunfa sobre la visceralidad.

Con o sin calle, es Porteiro un gran desconocido. Lo ignoran incluso quienes, sin saberlo, son deudores de su pensamiento político. Las bases del nacionalismo gallego, en todas sus ramificaciones y alucinaciones, aciertos y errores, están cimentadas en Porteiro: primero, en sus artículos en «A Nosa Terra»; después en el manifiesto de la Asamblea de Lugo, inspirado en su pensamiento, de la cruz a la fecha. En ese sentido, a nadie mejor que a él le cuadra el calificativo de precursor. Con razón el profesor Carballo Calero -otro maestro ninguneado por los zascandiles con anteojeras- atribuye a Castelao y a Porteiro el calificativo de «grandes guieiros de Galicia».

Tenemos entendido que, de vez en cuando, se celebran en Lugo, para para deleite e instrucción de curiosos y forasteros, una especie de «paseos literarios», con parada obligada en puntos vinculados, por nacimiento o residencia, a las glorias la historia locales. Desde el otro mundo, Porteiro verá a los peripatéticos pasar ante su casa sin que ninguno de ellos le dirija siquiera una mirada fugaz

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