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José Luis Méndez Romeu - VER EL BOSQUE

Poca autoexigencia

Las iniciativas estratégicas son demasiado importantes como para dejarlas en las manos exclusivas de los gobiernos

Con grandes titulares los medios nos informan de que Zaragoza formará parte del corredor ferroviario atlántico que impulsa Bruselas y que enlazará Lisboa, Algeciras, Valladolid, Bilbao y Madrid con Europa. Algo ya previsto en el diseño del mismo aunque de ejecución retrasada. Es una oportunidad para lacerarnos con la secular marginación de Galicia y otras letanías semejantes o mirarnos al espejo y descubrir lo que no hacemos. Si queremos aumentar el sufrimiento recordemos que esta semana Castellón y Cuenca quedarán unidas con Madrid mediante ese sucedáneo de AVE que los gallegos también tendremos algún día.

Podemos recordar que el Gobierno de Aragón ha impulsado una Plataforma Logística (Plaza) que hoy alberga 350 empresas. Paralelamente el tráfico de carga aérea se ha multiplicado por seis, hasta ocupar el segundo lugar en España, gracias por cierto a Inditex, presente en la Plataforma citada. En Galicia las grandes plataformas logísticas están como sigue: Plisan en Salvaterra, paralizada, Puerto Seco de Monforte, vacía y Morás-Arteixo, paralizada. Y en Galicia la carga aérea parece no ir con nosotros, a juzgar por las cifras. Por otra parte en Aragón han impulsado el aeropuerto de Teruel, orientado al mantenimiento de aeronaves y a la industria aeronáutica, no al tráfico de pasajeros, que está funcionando y promete crecer, atrayendo proyectos punteros. En los proyectos citados, gobierno y empresarios, así como otras instituciones han actuado al unísono.

En Galicia, la semana pasada, el Parlamento aprobaba impulsar el nodo gasístico gallego, con la oposición dividida entre la abstención socialista y nacionalista y la negativa de las Mareas. Cabe recordar que el Gobierno Touriño en su día defendió firmemente la industria gasística gallega por su carácter estratégico. Por otra parte de la opinión del mundo empresarial gallego nada se sabe.

La debilidad de las posiciones propias y la falta de unidad se traslada a la política. La cooperación tan publicitada entre Galicia, Asturias y Castilla-León, parece limitarse a las fotografías de reuniones, sin contenido, ni proyectos ni compromisos firmes. El tejido social imprescindible para que ese tipo de iniciativas de largo alcance fructifique, brilla por su ausencia. Si existe algo similar a una acción exterior de Galicia, no pasa del papel. Incluso la iniciativa PEXGA, oficinas comerciales en Sudamérica, fue eliminada sin ruido ante la ausencia de resultados.

Bruselas, Fomento, están lo suficientemente lejos como para que influir sobre ellos necesite algo más que protestas o diatribas. Hace falta un trabajo constante, colectivo, con visiones amplias y muchos argumentos económicos, para mover voluntades. Hace falta además ganar amigos, construir confluencias con posibles aliados que sean determinantes en la toma de decisiones.

Y dejar las letanías quejumbrosas para la iglesia. Llorar nunca fue el camino. A la falta de visión estratégica que muestra el gobierno gallego, hay que sumar la debilidad de la sociedad civil y la falta de instituciones privadas con voluntad de influir en los grandes proyectos. Como en tantos temas, las iniciativas estratégicas son demasiado importantes como para dejarlas en las manos exclusivas de los gobiernos.

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